En el momento en que decidí abrir un blog y escribir mis textos, fue con la intención de compartir mis ideas, ideas que pudieran calar en la conciencia de los lectores para poder generar un México mejor. En todo momento, mi único motivo para hacerlo es porque amo a mi País y quiero un mejor futuro para nosotros.
Los hechos ocurridos durante los últimos días, nos dejan ver que como sociedad, como país, estamos atravesando una crisis sin precedentes. La violencia, la delincuencia, parecen estar ganando, nos están doblegando. Estamos viviendo situaciones que nunca antes habíamos tenido que vivir. El caos reina en México. La falta de aplicación de las leyes, la impunidad, la corrupción, solamente han fomentado la violencia que hoy nos tiene como prisioneros en nuestro propio hogar, en nuestro México.
Me duele decirlo, pero en México es el único lugar del mundo en que ser Presidente Municipal es un trabajo de alto riesgo. ¿Cuántos alcaldes han sido victimados en los últimos años? ¿Es justo que una persona en ejercicio de sus derechos políticos, sea ungida como funcionario público para posteriormente ser acribillada? El ejemplo más reciente lo encontramos en Zacualpan, Estado de México. Su Presidente Municipal, José Eduviges Nava Altamirano fue secuestrado por un comando armado, para, posteriormente, ser encontrado sin vida, con signos de tortura, cerca del poblado conocido como “El Pochote” cerca de Teloloapan, Guerrero. Si, secuestrado, me rehúso a utilizar el llamado narcolenguaje. No hay levantones, no hay ejecuciones. Seguir utilizando ese lenguaje solamente hace más evidente el nivel de poder que tienen las bandas del crimen organizado sobre nosotros. Me rehúso a ser una víctima más de este poder tiránico, que solamente busca imponer su voluntad a través de las balas y la violencia, de un poder que busca imponer a través de la fuerza de las balas lo que saben no puede ser negociado e implementado a través de las negociaciones, diplomacia, democracia. Que buscan únicamente imponer su “ley”, seguir generando daños, seguir atormentando a la sociedad civil que nada debemos, pero todo pagamos. El ejemplo del edil muerto, junto con otros tantos que engrosan la lista, debe calar hondo en nuestra mente. Los gobiernos municipales, los que tienen mayor cercanía con la gente, los que son pieza clave en la lucha contra la criminalidad, son también los más vulnerables y estos hechos lo demuestran.
Lo ocurrido el sábado en el Estadio TSM es indignante. No puedo concebir cómo es posible que un estadio de futbol, un inmueble de carácter primordialmente familiar, donde las personas se reúnen para apoyar a su equipo en la búsqueda del campeonato del futbol mexicano, un lugar en donde se dieron cita personas inocentes, niños, mujeres, haya sido testigo de una balacera entre un comando armado del crimen organizado y cuerpos policiales. Es increíble que se haya tenido que suspender un partido por la violencia generada. Las imágenes son brutales. Ver a los jugadores corriendo a los vestidores para resguardarse en el momento en que empezaron a escuchar las balas. Ver a niños llorando preocupados. Ver a los aficionados teniendo que apretarse debajo de las gradas, detrás de la publicidad estática. Ser testigos por primera vez de un partido que se tiene que suspender por violencia, no tiene igual. Si, partidos se han suspendido por violencia, pero es violencia diferente. Ha sido violencia generada por los aficionados o los jugadores. Las porras, sabemos, pueden generar niveles de violencia bastante elevados. Esos casos claro que son condenados y está perfecto que dichos juegos se hayan suspendido y sancionado a los equipos, pero en el partido entre Santos Laguna y Morelia ¿qué? La violencia que se desató el sábado no fue generada por los futbolistas, los aficionados, las porras, los directivos. Fue generada por sicarios del crimen organizado, por delincuentes, por lo que se podría considerar, y perdón por la manera de decirlo, la peor escoria que México ha tenido en su historia (nos quejamos que Antonio López de Santa Ana, por ejemplo, regaló más de la mitad del territorio mexicano, pero estos mal nacidos, nos han robado todo nuestro territorio, toda nuestra tranquilidad). Es en verdad indignante. No hay palabras suficientes para expresar el repudio y el odio que conductas como la descrita generan en mí y, estoy seguro, en el ánimo de la ciudadanía. Claro, no es de extrañar que el día de hoy el periódico Reforma reporte que organismos de la iniciativa privada y civil de Torreón clamaron por la seguridad.
Denise Maerker, escribió en “Atando Cabos” del día de hoy que en los últimos meses, la violencia, los muertos y las balaceras en la Laguna se han incrementado de forma considerable. En lo que va del año ya ha sido superada la cifra total de asesinatos del año pasado. Menciona también lo comentado por un reportero de la zona: “Aquí las balaceras son cosa de todos los días, la única novedad es que fue junto al estadio con 20 mil personas dentro y en un evento que se transmitió a nivel nacional.” O sea, ¿qué está pasando? Los habitantes de Torreón, como muchas otras ciudades de nuestro país, ya ven la violencia como algo cotidiano, ¿es eso normal? ¿es justo? ¿es lo correcto? La manera en como Denise Maerker culminó su columna me dejo sin aliento: “En la Laguna se sienten dejados a su suerte, pero todavía se atreven a levantar la voz. Ojalá la autoridad no espere a que reine el silencio en la Comarca, como ocurrió en Tamaulipas, para intervenir.” (Para leer la columna completa les dejo el link http://www.eluniversal.com.mx/columnas/91276.html)
La violencia ha escalado (ya no podemos decir que está, porque ya es un hecho consumado) a niveles sin precedentes. El día de ayer, un comando armado irrumpió en la plaza comercial Las Américas de Morelia para saquear una joyería. El diario Reforma reporta que la población tiene coraje contra el Gobierno actual, el pánico reina en las calles. ¿Cómo no va a reinar el pánico? Una plaza comercial. En verdad ¿les vale madres a los delincuentes poner en riesgo a las familias? Y perdón por mi expresión, pero emana desde lo más profundo de mi ser, emana de una persona a la que le duele ver lo que su país está pasando.
¿Queremos más ejemplos? ¿Los necesitamos? En el Distrito Federal, tres hombres que se encontraban en la vía pública ingiriendo bebidas alcohólicas en la colonia Miravalle, Iztapalapa, fueron acribilladas. Otro caso, Fernando Vargas, fue ultimado de varios disparos cuando se encontraba en el interior de su vehículo en la colonia Ampliación Casas Alemán. Claro, estos casos probablemente no tengan que ver con la delincuencia organizada, pero son, a final de cuentas, actos violentos. A mí en lo personal no me importa si la violencia viene de los narcotraficantes o de un simple asaltante solitario, lo que me importa es que existe la violencia.
A tal grado están las cosas que la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal, entidad que, según declaran, no tiene mayores problemas de delincuencia organizada, adquirió más de cinco centenares de fusiles Micro Tavor modelo X95 y Galil modelo ACE 21, con el fin de hacer frente a posibles incursiones del crimen organizado en la Capital.
¿Y para qué hablar de Acapulco? Uno de los puertos más hermosos del mundo, un referente del turismo mundial. Duele ver que hoy día, en lugar de ser un lugar para la recreación, las olas de sus mares se han teñido de rojo. Tengo tantos recuerdos de Acapulco, tantos momentos vividos durante mi infancia, tantos juegos en el mar junto a mis primos. Duele ver a Guerrero manchado de sangre. Guerrero, la tierra donde mi abuelo nació, es hoy tierra de nadie.
En verdad me pregunto, ¿en dónde estamos viviendo? ¿Es este el México por el que lucharon nuestros antepasado? Miguel Hidalgo, al dar el Grito de Dolores, ¿se imaginó que México se vería envuelto en una ola de violencia como la que estamos viviendo? El General Porfirio Díaz, con su ejército tan disciplinado, con su política de gobierno de mano dura, ¿creyó que México sería gobernado por la delincuencia organizada? Francisco I. Madero, al promulgar el Plan de San Luis, al luchar abiertamente por la democracia, ¿pensó que las instituciones por las cuales luchó se verían tan lesionadas por personas que su único interés es delinquir? ¿Es este el México que queremos? ¿Es este el México que merecen nuestros hijos?
Estoy consciente que el mundo entero está envuelto en una crisis de violencia, tal vez sin precedente. La violencia generada en medio oriente con la finalidad de terminar con los gobiernos tiránicos. Los conflictos en Europa por la crisis económica. La violencia está en todos lados. En donde uno lo vea, estamos viviendo en tierra de nadie donde las políticas ya no sirven para nada, donde el más fuerte, el que gana, el que tiene el poder, es aquel que mejor sabe aplicar la ley de las balas. Pero por más duro que suene, y aún cuando estoy consciente que lo que pasa en cualquier parte del mundo invariablemente nos afecta, mi preocupación principal es México, mi país, el país de mis padres, de mi hijo.
México es un gran país, lleno de tradiciones, lleno de colores. Son pocas las naciones que pueden gloriarse de tener tanta historia como nosotros, tantas tradiciones. La cultura maya se gestó, en gran parte, en lo que hoy es nuestro territorio. Los azteca, espléndidos guerreros y mejores ingenieros, al grado que los Españoles, al llegar, se maravillaron de que fuera posible construir una ciudad sobre un lago. El honor que tenían los caballeros jaguar y los caballeros águila. El honor para hacer la guerra: cuándo el enemigo arribaba a la Gran Tenochtitlán, los gobernantes aztecas le otorgaban descanso, alimentación y bebida, para que al día siguiente, pudieran luchar. Luchaban en igualdad de circunstancias, jamás se aprovecharon de las distancias recorridas. Sabían que lo importante no es el triunfo, sino cómo se consigue.
Día de muertos, una de nuestras mayores tradiciones, donde recordamos a nuestros seres amados que se nos adelantaron en el camino. El grito de Independencia en Palacio Nacional, el desfile militar del día siguiente.
¿Y qué decir de nuestra gastronomía? La cochinita pibil, las carnitas, unos tacos al pastor, la machaca con huevo, el mole poblano, el chocolate oaxaqueño, las tortas ahogadas. En México tenemos muchas cosas buenas, muchísimas. Solo hablar de lo malo no es justo. Somos un gran país. México es muy grande, y la ciudadanía es mucho mayor que sus problemas. Los mexicanos sabemos luchar. Podemos hacerlo. Tenemos la fuerza necesaria para ganar.
Como lo he dicho desde que inicié con mis artículos, es injusto echar la culpa de lo que pasa solamente al gobierno, como lo es echársela únicamente a la ciudadanía. Debemos recordar que para que un país avance, se requiere corresponsabilidad. Sin embargo no dejo de aceptar que, por más que el Presidente Calderón haya tomado una decisión que nadie había hecho antes, por más que esté intentando terminar con uno de los mayores problemas de nuestro país, lo cual es de reconocerse, su estrategia no ha sido la adecuada, ha sido incompleta.
El Dr. Miguel Ángel Mancera Espinosa, Procurador General de Justicia del Distrito Federal, funcionario que, a opinión de quien estas letras escribe, se ha desempeñado con honradez y con un alto sentido de ética y de servicio, dijo durante la presentación de su libro “Derecho Penal del Enemigo” que la lucha contra la delincuencia debe estar acompañada de una enorme estrategia paralela que, por un lado, atienda de manera eficiente los problemas y las demandas sociales y, por otro, actúe con severidad en contra de los individuos que se han integrado a las bandas de la delincuencia organizada. No puedo sino estar de acuerdo. La estrategia del Presidente Calderón se ha limitado a actuar con mano dura contra los capos del narcotráfico, lo cual, por supuesto, es necesario. Sin embargo, se ha abstenido de buscar herramientas que prevengan la incursión de más personas a las bandas. Se está creando una especie de hidra en la que, por cada cabeza que se le corte, renacen dos o más nuevas cabezas. De esta manera, será imposible ganar.
No obstante, culpar al Presidente de todo lo que está pasando sería como culpar, en su momento, a Carlos Salinas de Gortari, cuando un comando armado irrumpió en el restaurante Bali-Hai, otrora situado en Insurgentes Sur, con el único objetivo de victimar a Amado Carrillo, “El Señor de los Cielos”. Este lugar también estaba lleno de familias. No todo es culpa del gobierno. La sociedad también tiene la culpa. Nuestra tolerante complicidad ha permitido que estos problemas crezcan cada día más. El rompimiento del tejido social, la incapacidad de mantener a los jóvenes fuera del alcance de las drogas. Para que las políticas públicas permeen, debe haber apoyo de la sociedad, apoyo que no encontramos hoy día.
Ante esto yo también digo “Ya Basta”, pero le digo ya basta al gobierno, para que modifique su estrategia de manera tal que cuide aspectos de vital importancia que han quedado sin atender. Pero sobre todo digo ya basta a los delincuentes, a aquellas personas que, sin tener derecho a hacerlo, nos han robado nuestra tranquilidad, nuestra paz, nuestro País. A estas personas que no tienen la menor consciencia, que no les importa si sus actos afectan familias completas, que les tiene sin cuidado si matan a niños inocentes, que les vale, si, les vale, armar tiroteos en o cerca de lugares creados para familias, cerca de escuelas, cerca de parques, cerca de la parte más vulnerable de nuestra sociedad: nuestros niños.
Estas palabras las escribe una persona que ama profundamente a su país, al que, en el momento de escuchar su Himno Nacional, sigue sintiendo como se estremece cada fibra de su ser. Las escribe una persona que le apasiona su historia, saber cómo hemos llegado a ser el México que hoy somos. Las escribe, tal vez, un utópico que cree que tenemos salvación, pero sé que muchas otras personas piensan como yo, y por eso estoy seguro que mientras haya vida, hay esperanza.
Benjamín Muñiz Alvarez Del Castillo
Twitter: @Benjamin_Muniz
Benjamín Muñiz Alvarez Del Castillo
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