El pasado jueves sucedió un hecho que caló hondo en la vida nacional. Un comando armado ingresó al Casino Royale de Monterrey, Nuevo León y prendió fuego. El saldo: 53 personas muertas y tres días de luto nacional decretados por el Presidente Felipe Calderón.
¿Qué sucedió? ¿Cuál es el motivo del crimen? Todavía no hay respuestas concretas. Hipótesis existen, algunas muy sólidas, algunas no tanto. La que más fuerza ha tomado es que este hecho se debió a una venganza por no pagar el “derecho de piso”. Si esto fuera cierto, si se hubiera incendiado un establecimiento mercantil por el único hecho que el propietario no cumplió sus “obligaciones” ante las bandas del crimen organizado, se debe entender que ésta acto fue también una medida ejemplar para los demás empresarios. Si la delincuencia organizada hubiera actuado de manera blanda ante este presunto incumplimiento por parte de los propietarios del Casino Royale, es muy probable que las demás compañías dejaran de pagar su derecho de piso, lo que hubiera redundado en pérdidas millonarias para los cárteles quienes no se pueden dar el lujo de permitirlo. La medida, más que atacar al incumplidor, buscó generar el miedo dentro de los ánimos de los que, hasta la fecha, han cumplido, para evitarles la tentación de dejar de hacerlo.
Ante lo sucedido, no me queda más que hacerme la pregunta que hizo Luis Guillermo Piazza realiza en su libro “El Horror Inútil. Tragedia y farsa del terrorismo en América Latina” (PIAZZA, Luis Guillermo, “El Horror Inútil. Tragedia y farsa del terrorismo en América Latina”1ª Edición, Editorial Joaquín Mortiz/Planeta, México, 1998, p.7):
“¿Cómo desembarazarse del sonido y la furia?, ¿en qué momento de atino eludir la presuntuosa violencia verbal?... eco interesadamente amplificado de una burocracia de la muerte: vasta red de provocadores y los represores o vengadores, centinelas a destiempo, guardaespaldas y de paso guardasistemas, gente con causa y gente sin alma, personajes sospechosamente notorios, sospechosamente anónimos, traficantes de armas, dineros, ideologías u otras drogas, oficinas internacionales de “inteligencia”…, oficiosos correveidiles, medios de corrupción, medios de comunicación.”
A lo largo de los días se han realizado diversas especulaciones, se le ha otorgado a lo sucedido diferentes denominaciones y se ha llegado al punto de, nuevamente, exigir la cabeza de los funcionarios responsables, en este caso, no solamente de los encargados de las funciones de seguridad pública, sino directamente la cabeza de Rodrigo Medina, Gobernador Constitucional del Estado Libre y Soberano de Nuevo León.
Lo sucedido, naturalmente, deja muchas preguntas al aire y nos da la oportunidad de analizar el momento por el que estamos cruzando todos juntos como Nación. Nos da la oportunidad de buscar alternativas de soluciones a los flagelos que nos están afectando de una manera tan notoria: hace algunos días, por primera vez en la historia del futbol mexicano, se suspendió un partido por una balacera, el miércoles pasado una de las tantas sucursales de una conocida casa de apuestas fue baleada, afortunadamente, sin pérdidas que lamentar. Al día siguiente, un casino es incendiado con gente dentro de él, personas que se encontraban ahí para divertirse, pasar un rato agradable y también personas que estaban trabajando de manera lícita, buscando ganarse el sustento diario. Nada de esto importó a los sicarios. Simplemente, según el testimonio de una de las personas sobrevivientes, irrumpieron en el lugar gritando, exigiendo a todos que salieran porque iban a incendiar el local. Es claro que en cuestión de tan pocos minutos era imposible evacuar por completo un establecimiento de tal magnitud, máxime cuando las salidas de emergencia se encontraban cerradas. El resultado todos lo conocemos.
Una de las denominaciones que se le otorgó al incendio del Casino Royale fue “narcoterrorismo”. Como la propia palabra lo evidencia, el narcoterrorismo es una serie de actos terroristas que tienen como particularidad haber sido ejecutados por personas involucradas en el narcotráfico. Este término fue incluso utilizado por el Mtro. Álvaro Vizcaíno Zamora, Secretario Ejecutivo Adjunto del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en su cuenta de Twitter.
Si aceptamos como cierta la hipótesis del ajuste de cuentas por la falta de pago de derecho de piso, así como su consecuente “pena ejemplar” para evitar que más establecimientos incurrieran en este incumplimiento, ¿podría existir algún tipo de terrorismo? ¿Qué tan cierta o fundada es la denominación de “narcoterrorismo”?
El fin de semana tocaba este tema con una de las personas con las que más gusto debatir este tipo de asuntos, mi papá, y discutíamos exactamente si se podía calificar o no el ataque perpetrado como terrorismo. Él me decía, y con mucha razón, que los actos terroristas persiguen otro tipo de fines, además de que la manera de llevar a cabo el ataque por parte de los sicarios, no corresponde a la manera en que los terroristas llevan a cabo sus propios ataques, refiriéndose especialmente que los grupos terroristas “grandes” (aunque ningún grupo que se dedique a exterminar puede ser llamado grande), no ponen en riesgo a sus integrantes excepto, claro está, cuando los ataques son suicidas, como el caso de los ataques del 11 de septiembre, hace ya 10 años. Esto quiere decir que las células terroristas ubican cargas explosivas dentro del inmueble y de manera remota las hacen detonar. De esta manera se generan más daños sin el riesgo de perder a sus efectivos. En el caso de lo sucedido en Monterrey, no fue así. Los sicarios ingresaron al lugar, rociaron gasolina y ellos mismos prendieron fuego. El riesgo, evidentemente, era mucho mayor.
Existe otra diferencia notoria: las bandas dedicadas al terrorismo realizan trabajos de “inteligencia” mucho más desarrollados, tienen una logística mucho más eficiente. Ejecutan sus planes de manera rápido y sin dejar huella. Actúan en las sombras. Lo acontecido en Monterrey fue lo contrario. Los sicarios entraron a plena luz del día, con personas como testigos, dejándose ser grabados por las cámaras de vigilancia, permitiendo que los elementos utilizados pudieran ser identificados, tan es así que, uno de los automóviles que sirvieron como transporte, fue ubicado posteriormente.
No obstante lo anterior, debemos de tener en mente que el terrorismo, como su nombre mismo lo indica, tiene como fin primordial el infundir el terror dentro de una determinada sociedad, para la consecución de ciertos fines. Si, como se ha manejado, el móvil del ataque fue el incumplimiento al derecho de piso y la imposición de una “pena ejemplar” para evitar que otros empresarios incumplan, entonces, estaríamos hablando que, a través del terror, un grupo de sicarios, a los que también podríamos perfectamente encuadrar como anarquistas, busca el cumplimiento de sus objetivos. Entonces si, a mi muy personal punto de vista, podríamos estar hablando de terrorismo, tal vez un terrorismo cínico, descarado, fuera de los “cánones tradicionales”, pero terrorismo al final del día. Claro, el lector podrá o no estar de acuerdo sobre este tema.
Sin embargo, lo importante no es esto. La importancia de lo sucedido no radica en si fue o no fue terrorismo. La importancia radica en la omisión de las autoridades para hacer frente a las atribuciones a las que legalmente están obligadas.
Desde siempre he defendido el punto de vista que todo lo que sucede en un país es derivado de la corresponsabilidad entre el gobierno y la sociedad. Definitivamente la falta de interés de la sociedad de regenerar su tejido permite la generación de este tipo de problemas (el narcotráfico y su cobro de derecho de piso), tal como lo hace la omisión o tibieza en la actuación por parte de las autoridades. Pero definitivamente es injusto que personas inocentes, paguemos por lo que está sucediendo en nuestro país. Como mexicano me siento profundamente afectado por la ola de delincuencia que vivimos, me duele sobremanera ver que mi país se hunde cada día más en un mar de violencia del cual, tal parece, es imposible salir.
Yo no creo que sea imposible salir de esta vorágine, es difícil indudablemente, pero no imposible. Por más que parezca que las circunstancias adversas nos están venciendo, no creo que sea así, creo que tenemos toda la fuerza para salir adelante. Considero que como sociedad tenemos un empuje que pocas otras sociedades tienen. El mayor problema es que ese empuje lo utilizamos de manera egoísta. Si nos uniéramos todos, si actuáramos en conjunto y no de manera diseminada, sin en lugar de que cada uno buscara “jalar agua para su arroyito” buscáramos que la laguna del país no perdiera su agua, las cosas serían completamente diferentes.
Lo primero que se debe hacer es establecer las bases de coordinación entre los órdenes de gobierno, así como las funciones que cada dependencia, federal, estatal o municipal, deberá cumplir. Al respecto, abrazó una idea establecida en el libro ya mencionado de Luis Guillermo Piazza (PIAZZA, op. cit., p. 77):
“Los políticos deben ser los primeros en llegar a las áreas de conflicto para concientizar a la población y ofrecerle soluciones concretas para sus problemas más inmediatos. Después deben de llegar los técnicos a materializar promesas formuladas por los políticos. Por último debe llegar el Ejército para brindar protección a los dos grupos anteriores. Es imprescindible que los políticos sean confiables y honestos. Ni oportunistas ni corruptos.”
Así es como se debería actuar. Con bases completamente definidas, con competencias claramente delimitadas y con responsabilidades específicas a seguir por cada uno de los grupos que involucre la ardua tarea de buscar la pacificación de nuestro país. En especial, el Ejército y las policías de los 3 órdenes de gobierno, deben estar completamente coordinadas, buscando siempre la defensa de los derechos humanos, no su violación.
Esto es solamente una parte. Como todo problema, la violencia generada por el narcotráfico en México tiene diversas aristas y cualquier estrategia en contra de él que no contemple todas y cada una de las vertientes, será insuficiente, tal como está ocurriendo ahora.
La estrategia del Presidente Calderón en contra de las bandas del narcotráfico se ha centrado únicamente en atacar con la fuerza de las armas a las cabezas, sin embargo ha dejado de lado temas tan importantes como congelar la fuerza financiera, pero sobre todo, a impedir el acceso de jóvenes a estas bandas. El resultado es evidente.
Veamos a cada cártel en conjunto como una estructura piramidal. La punta son los jefes. Mientras las fuerzas armadas detienen o abaten a los líderes, miles de personas siguen accediendo a la estructura del narcotráfico a través de su base, ¿por qué? En gran parte por el dinero que se les ofrece.
Si no se busca alguna manera de impedir el acceso de nuevas personas a los grupos delincuenciales y se neutraliza el poder económico que las bandas del crimen organizado, cortar a las cabezas no solucionará el problema, por el contrario, puede agravarlo. Se podría generar, como de hecho a sucedido, que posterior a la captura o eliminación de un líder, sus subalternos no se pongan de acuerdo en quien deberá tomar las riendas y decidan escindirse. Como resultado tendremos que, en lugar de tener que preocuparse por un cártel, se ha generado uno nuevo totalmente independiente del cual emanó, es decir, se tendría que luchar contra 2 o más cárteles. Considero que esta es la parte más importante que debe integrarse a la estrategia nacional. Como ciudadano lo digo, la estrategia del Presidente no ha sido la adecuada, ha tenido errores y tiene lagunas muy grandes. Es necesario que plantee soluciones y toque temas tan importantes como este. Prevenir el acceso a las bandas del narcotráfico es la manera más segura de ganar esta guerra. Cuando estemos seguros que no hay manera en que la delincuencia organizada reclute más miembros, entonces sí podremos atacar de manera eficiente estas organizaciones.
Respecto a la demanda del pueblo neolonés, no puedo sino estar de acuerdo con ellos. El gobernador Rodrigo Medina debe renunciar. No se puede mantener en el cargo a un funcionario que desde el inicio de su administración ha rehusado cumplir con sus obligaciones legales. Debemos recordar que se ha abstenido de cumplir con sus funciones en materia de seguridad pública, entregándosela directamente a la Federación. En pocas palabras, el Sr. Medina no ha gobernado, no ha ejercido el cargo para el que fue electo, ha entregado la responsabilidad por completo a los poderes federales. Es por esto que, en lo personal, considero que en un acto de honestidad, el señor Rodrigo Medina debe renunciar a su cargo como titular del Poder Ejecutivo de Nuevo León, por su notoria incapacidad de hacer frente a las obligaciones que el cargo conlleva, para dar lugar a un nuevo gobierno que cumpla con sus atribuciones legales y aplique la ley tal cual debe ser.
Benjamín Muñiz Alvarez Del Castillo
Twitter: @Benjamin_Muniz