lunes, 29 de agosto de 2011

Una sociedad dominada por el terror

El pasado jueves sucedió un hecho que caló hondo en la vida nacional. Un comando armado ingresó al Casino Royale de Monterrey, Nuevo León y prendió fuego. El saldo: 53 personas muertas y tres días de luto nacional decretados por el Presidente Felipe Calderón.

¿Qué sucedió? ¿Cuál es el motivo del crimen? Todavía no hay respuestas concretas. Hipótesis existen, algunas muy sólidas, algunas no tanto. La que más fuerza ha tomado es que este hecho se debió a una venganza por no pagar el “derecho de piso”. Si esto fuera cierto, si se hubiera incendiado un establecimiento mercantil por el único hecho que el propietario no cumplió sus “obligaciones” ante las bandas del crimen organizado, se debe entender que ésta acto fue también una medida ejemplar para los demás empresarios. Si la delincuencia organizada hubiera actuado de manera blanda ante este presunto incumplimiento por parte de los propietarios del Casino Royale, es muy probable que las demás compañías dejaran de pagar su derecho de piso, lo que hubiera redundado en pérdidas millonarias para los cárteles quienes no se pueden dar el lujo de permitirlo. La medida, más que atacar al incumplidor, buscó generar el miedo dentro de los ánimos de los que, hasta la fecha, han cumplido, para evitarles la tentación de dejar de hacerlo.

Ante lo sucedido, no me queda más que hacerme la pregunta que hizo Luis Guillermo Piazza realiza en su libro “El Horror Inútil. Tragedia y farsa del terrorismo en América Latina” (PIAZZA, Luis Guillermo, “El Horror Inútil. Tragedia y farsa del terrorismo en América Latina”1ª Edición, Editorial Joaquín Mortiz/Planeta, México, 1998, p.7):

“¿Cómo desembarazarse del sonido y la furia?, ¿en qué momento de atino eludir la presuntuosa violencia verbal?... eco interesadamente amplificado de una burocracia de la muerte: vasta red de provocadores y los represores o vengadores, centinelas a destiempo, guardaespaldas y de paso guardasistemas, gente con causa y gente sin alma, personajes sospechosamente notorios, sospechosamente anónimos, traficantes de armas, dineros, ideologías u otras drogas, oficinas internacionales de “inteligencia”…, oficiosos correveidiles, medios de corrupción, medios de comunicación.”

A lo largo de los días se han realizado diversas especulaciones, se le ha otorgado a lo sucedido diferentes denominaciones y se ha llegado al punto de, nuevamente, exigir la cabeza de los funcionarios responsables, en este caso, no solamente de los encargados de las funciones de seguridad pública, sino directamente la cabeza de Rodrigo Medina, Gobernador Constitucional del Estado Libre y Soberano de Nuevo León.

Lo sucedido, naturalmente, deja muchas preguntas al aire y nos da la oportunidad de analizar el momento por el que estamos cruzando todos juntos como Nación. Nos da la oportunidad de buscar alternativas de soluciones a los flagelos que nos están afectando de una manera tan notoria: hace algunos días, por primera vez en la historia del futbol mexicano, se suspendió un partido por una balacera, el miércoles pasado una de las tantas sucursales de una conocida casa de apuestas fue baleada, afortunadamente, sin pérdidas que lamentar. Al día siguiente, un casino es incendiado con gente dentro de él, personas que se encontraban ahí para divertirse, pasar un rato agradable y también personas que estaban trabajando de manera lícita, buscando ganarse el sustento diario. Nada de esto importó a los sicarios. Simplemente, según el testimonio de una de las personas sobrevivientes, irrumpieron en el lugar gritando, exigiendo a todos que salieran porque iban a incendiar el local. Es claro que en cuestión de tan pocos minutos era imposible evacuar por completo un establecimiento de tal magnitud, máxime cuando las salidas de emergencia se encontraban cerradas. El resultado todos lo conocemos.

Una de las denominaciones que se le otorgó al incendio del Casino Royale fue “narcoterrorismo”. Como la propia palabra lo evidencia, el narcoterrorismo es una serie de actos terroristas que tienen como particularidad haber sido ejecutados por personas involucradas en el narcotráfico. Este término fue incluso utilizado por el Mtro. Álvaro Vizcaíno Zamora, Secretario Ejecutivo Adjunto del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en su cuenta de Twitter.

Si aceptamos como cierta la hipótesis del ajuste de cuentas por la falta de pago de derecho de piso, así como su consecuente “pena ejemplar” para evitar que más establecimientos incurrieran en este incumplimiento, ¿podría existir algún tipo de terrorismo? ¿Qué tan cierta o fundada es la denominación de “narcoterrorismo”?

El fin de semana tocaba este tema con una de las personas con las que más gusto debatir este tipo de asuntos, mi papá, y discutíamos exactamente si se podía calificar o no el ataque perpetrado como terrorismo. Él me decía, y con mucha razón, que los actos terroristas persiguen otro tipo de fines, además de que la manera de llevar a cabo el ataque por parte de los sicarios, no corresponde a la manera en que los terroristas llevan a  cabo sus propios ataques, refiriéndose especialmente que los grupos terroristas “grandes” (aunque ningún grupo que se dedique a exterminar puede ser llamado grande), no ponen en riesgo a sus integrantes excepto, claro está, cuando los ataques son suicidas, como el caso de los ataques del 11 de septiembre, hace ya 10 años. Esto quiere decir que las células terroristas ubican cargas explosivas dentro del inmueble y de manera remota las hacen detonar. De esta manera se generan más daños sin el riesgo de perder a sus efectivos. En el caso de lo sucedido en Monterrey, no fue así. Los sicarios ingresaron al lugar, rociaron gasolina y ellos mismos prendieron fuego. El riesgo, evidentemente, era mucho mayor.

Existe otra diferencia notoria: las bandas dedicadas al terrorismo realizan trabajos de “inteligencia” mucho más desarrollados, tienen una logística mucho más eficiente. Ejecutan sus planes de manera rápido y sin dejar huella. Actúan en las sombras. Lo acontecido en Monterrey fue lo contrario. Los sicarios entraron a plena luz del día, con personas como testigos, dejándose ser grabados por las cámaras de vigilancia, permitiendo que los elementos utilizados pudieran ser identificados, tan es así que, uno de los automóviles que sirvieron como transporte, fue ubicado posteriormente.

No obstante lo anterior, debemos de tener en mente que el terrorismo, como su nombre mismo lo indica, tiene como fin primordial el infundir el terror dentro de una determinada sociedad, para la consecución de ciertos fines. Si, como se ha manejado, el móvil del ataque fue el incumplimiento al derecho de piso y la imposición de una “pena ejemplar” para evitar que otros empresarios incumplan, entonces, estaríamos hablando que, a través del terror, un grupo de sicarios, a los que también podríamos perfectamente encuadrar como anarquistas, busca el cumplimiento de sus objetivos. Entonces si, a mi muy personal punto de vista, podríamos estar hablando de terrorismo, tal vez un terrorismo cínico, descarado, fuera de los “cánones tradicionales”, pero terrorismo al final del día. Claro, el lector podrá o no estar de acuerdo sobre este tema.

Sin embargo, lo importante no es esto. La importancia de lo sucedido no radica en si fue o no fue terrorismo. La importancia radica en la omisión de las autoridades para hacer frente a las atribuciones a las que legalmente están obligadas.

Desde siempre he defendido el punto de vista que todo lo que sucede en un país es derivado de la corresponsabilidad entre el gobierno y la sociedad. Definitivamente la falta de interés de la sociedad de regenerar su tejido permite la generación de este tipo de problemas (el narcotráfico y su cobro de derecho de piso), tal como lo hace la omisión o tibieza en la actuación por parte de las autoridades. Pero definitivamente es injusto que personas inocentes, paguemos por lo que está sucediendo en nuestro país. Como mexicano me siento profundamente afectado por la ola de delincuencia que vivimos, me duele sobremanera ver que mi país se hunde cada día más en un mar de violencia del cual, tal parece, es imposible salir.

Yo no creo que sea imposible salir de esta vorágine, es difícil indudablemente, pero no imposible. Por más que parezca que las circunstancias adversas nos están venciendo, no creo que sea así, creo que tenemos toda la fuerza para salir adelante. Considero que como sociedad tenemos un empuje que pocas otras sociedades tienen. El mayor problema es que ese empuje lo utilizamos de manera egoísta. Si nos uniéramos todos, si actuáramos en conjunto y no de manera diseminada, sin en lugar de que cada uno buscara “jalar agua para su arroyito” buscáramos que la laguna del país no perdiera su agua, las cosas serían completamente diferentes.

Lo primero que se debe hacer es establecer las bases de coordinación entre los órdenes de gobierno, así como las funciones que cada dependencia, federal, estatal o municipal, deberá cumplir. Al respecto, abrazó una idea establecida en el libro ya mencionado de Luis Guillermo Piazza (PIAZZA, op. cit., p. 77):

“Los políticos deben ser los primeros en llegar a las áreas de conflicto para concientizar a la población y ofrecerle soluciones concretas para sus problemas más inmediatos. Después deben de llegar los técnicos a materializar promesas formuladas por los políticos. Por último debe llegar el Ejército para brindar protección a los dos grupos anteriores. Es imprescindible que los políticos sean confiables y honestos. Ni oportunistas ni corruptos.”

Así es como se debería actuar. Con bases completamente definidas, con competencias claramente delimitadas y con responsabilidades específicas a seguir por cada uno de los grupos que involucre la ardua tarea de buscar la pacificación de nuestro país. En especial, el Ejército y las policías de los 3 órdenes de gobierno, deben estar completamente coordinadas, buscando siempre la defensa de los derechos humanos, no su violación.

Esto es solamente una parte. Como todo problema, la violencia generada por el narcotráfico en México tiene diversas aristas y cualquier estrategia en contra de él que no contemple todas y cada una de las vertientes, será insuficiente, tal como está ocurriendo ahora.

La estrategia del Presidente Calderón en contra de las bandas del narcotráfico se ha centrado únicamente en atacar con la fuerza de las armas a las cabezas, sin embargo ha dejado de lado temas tan importantes como congelar la fuerza financiera, pero sobre todo, a impedir el acceso de jóvenes a estas bandas. El resultado es evidente.

Veamos a cada cártel en conjunto como una estructura piramidal. La punta son los jefes. Mientras las fuerzas armadas detienen o abaten a los líderes, miles de personas siguen accediendo a la estructura del narcotráfico a través de su base, ¿por qué? En gran parte por el dinero que se les ofrece.

Si no se busca alguna manera de impedir el acceso de nuevas personas a los grupos delincuenciales y se neutraliza el poder económico que las bandas del crimen organizado, cortar a las cabezas no solucionará el problema, por el contrario, puede agravarlo. Se podría generar, como de hecho a sucedido, que posterior a la captura o eliminación de un líder, sus subalternos no se pongan de acuerdo en quien deberá tomar las riendas y decidan escindirse. Como resultado tendremos que, en lugar de tener que preocuparse por un cártel, se ha generado uno nuevo totalmente independiente del cual emanó, es decir, se tendría que luchar contra 2 o más cárteles. Considero que esta es la parte más importante que debe integrarse a la estrategia nacional. Como ciudadano lo digo, la estrategia del Presidente no ha sido la adecuada, ha tenido errores y tiene lagunas muy grandes. Es necesario que plantee soluciones y toque temas tan importantes como este. Prevenir el acceso a las bandas del narcotráfico es la manera más segura de ganar esta guerra. Cuando estemos seguros que no hay manera en que la delincuencia organizada reclute más miembros, entonces sí podremos atacar de manera eficiente estas organizaciones.

Respecto a la demanda del pueblo neolonés, no puedo sino estar de acuerdo con ellos. El gobernador Rodrigo Medina debe renunciar. No se puede mantener en el cargo a un funcionario que desde el inicio de su administración ha rehusado cumplir con sus obligaciones legales. Debemos recordar que se ha abstenido de cumplir con sus funciones en materia de seguridad pública, entregándosela directamente a la Federación. En pocas palabras, el Sr. Medina no ha gobernado, no ha ejercido el cargo para el que fue electo, ha entregado la responsabilidad por completo a los poderes federales. Es por esto que, en lo personal, considero que en un acto de honestidad, el señor Rodrigo Medina debe renunciar a su cargo como titular del Poder Ejecutivo de Nuevo León, por su notoria incapacidad de hacer frente a las obligaciones que el cargo conlleva, para dar lugar a un nuevo gobierno que cumpla con sus atribuciones legales y aplique la ley tal cual debe ser.


Benjamín Muñiz Alvarez Del Castillo
Twitter: @Benjamin_Muniz

lunes, 22 de agosto de 2011

Los animales también tienen derechos

El Derecho, según la definición más clásica del mismo, es el conjunto de normas jurídicas que regulan el comportamiento del hombre en sociedad, sin embargo, una de las interrogantes que surge de esta definición es hasta qué punto el derecho puede regular la conducta humana. Como ya he mencionado en publicaciones anteriores, el derecho de una persona termina donde empieza el derecho de otro, pero ¿puede el derecho de un ser humano terminar donde empieza el derecho de un animal o será, acaso, que estos seres no merecen tanta protección legal?

Podrá haber personas que digan que hay cuestiones más importantes que discutir si los animales tienen o no tienen derechos y, en caso de tenerlos, que tan amplia debe ser la protección que le confieran las leyes. Sobra decir que no estoy de acuerdo. A lo largo de la historia, los animales han sido sumamente útiles para el ser humano, al grado que me atrevo a decir que muy probablemente muchos de los pasajes de la historia universal no se hubieran presentado sin su apoyo.

Hablemos por ejemplo del Imperio Romano. Honestamente no creo que esta civilización hubiera logrado expandir de tal manera su poder si no hubiera sido por los caballos que transportaban a sus tropas. Otro ejemplo de la importancia de los animales, la encontramos en el pueblo egipcio, para quienes sus deidades en diversas ocasiones eran representadas con cuerpo humano y cabeza de animal. Los emperadores japoneses, por su parte, vivían permanentemente acompañados por sus perros Akita. En nuestro país, según la mitología hopi, los xoloitzcuintles acompañaban las almas de los difuntos cuando viajaban al Mictlán, el inframundo. También por este motivo eran considerados sagrados por los aztecas.

Aparte de la cuestión histórica, es necesario reconocer la importancia que para el ser humano tienen los animales. Las ventajas de su existencia son innumerables. Para empezar, los animales son el principal alimento en México. Además de esto, los animales son una excelente compañía para las personas. ¿Cuántos de nosotros gozamos de la compañía de un perro que, sin importar la hora a la que lleguemos, siempre nos recibe como si no nos hubiera visto en años? ¿Y qué decir de poder galopar por el campo en el lomo de un caballo?

Somos muchas personas las que estamos de acuerdo en que los animales tienen todo el derecho a ser protegidos por la ley. Habrá gente que dirá que existen leyes que otorgan derechos a los animales, que salvaguardan su integridad y que los protegen. Estoy de acuerdo, existen, pero son insuficientes.

Por radicar en el Distrito Federal, tomaré las leyes que sobre este tema se encuentran vigentes en esta entidad. La Ley de Protección a los Animales para el Distrito Federal, aún cuando busca establecer un marco normativo que delimite los derechos de los animales y establezca sanciones a las personas que violen las disposiciones contenidas en la mencionada ley, es insuficiente.

Desgraciadamente, en México se puede torturar a un animal, matarlo, cometer actos de zoofilia, abandonarlo, alterar su apariencia entre otras tantas vejaciones, y ser condenados a una sanción administrativa, es decir, a un arresto de hasta 72 horas (límite máximo para faltas administrativas) o al pago de una multa (si, leyeron bien “o”, ni siquiera “y”). De esta manera, ¿en verdad se está pugnando por los derechos de los animales? Es evidente que no.

Además de lo anterior, de todas las disposiciones legales que existen en el Distrito Federal, no creo que haya muchas a las que violen tanto como a la Ley de Protección a los animales. Son cuestiones que pueden resultar tan sencillas, pero que nadie cumple. Por ejemplo, tengo un hámster, admito que cuando lo compre, desconocía el contenido de la ley mencionada, pero al preparar estas líneas y leer el articulado completo de la ley en comento, me percaté que una obligación de cualquier vendedor de animales es entregar al comprador un certificado de adquisición, un folleto que contenga una guía de cuidados mínimos de la mascota y un folleto que contenga la dieta que deberá de guardar, todo esto, de acuerdo a la raza y especie de animal que se compre. Yo no recibí uno solo de estos documentos.

Otro de los grandes incumplimientos: la ley establece que no se podrán comercializar animales fuera de locales específicamente establecidos para tal fin, sin embargo, cada fin de semana, en las inmediaciones de un conocido centro comercial del sur de la ciudad, debajo de un puente de Anillo Periférico, se estacionan varias camionetas que se dedican a vender cachorros caninos. ¿Por qué siguen vendiendo? Porque las autoridades lo han permitido, lo han tolerado.

Podrán decir que estos incumplimientos no son graves, que se pueden subsanar, que un perrito comprado en la calle puede crecer de manera sana y ser feliz en el seno de una familia. Tal vez, sin embargo, no hay incumplimiento pequeño. Ir en contra de lo que establece una ley debe ser penado de acuerdo a lo que la misma ley establece. El incumplimiento existe, sin importar si se considera pequeño o no, lo que hace que exista una diferencia en las penas para tal o cual incumplimiento es la gravedad de las consecuencias que éste produzca. Pero un incumplimiento, siempre será un incumplimiento.

Además, en un artículo anterior, hablé acerca de la pirámide del crimen. Un delito de alto impacto, comienza por una violación “no grave”.

Algo que llamó profundamente mi atención es que la mencionada ley, al establecer las sanciones a que serían acreedores aquellas personas que violaran sus disposiciones, es que se hace una lista, bastante limitada por cierto, de posibles incumplimientos. Sin embargo, algunas conductas tan lesivas como la zoofilia no merecen un pronunciamiento expreso. No puedo entender esto. ¿Cuántos casos hay, desgraciadamente, de seres humanos que vejan a los animales, y la ley no puede hacer una mención expresa en al apartado de sanciones? Es cierto que si se menciona la zoofilia de manera muy genérica, pero no en el apartado correspondiente a incumplimientos y sanciones. Pero lo más triste es que, a pesar de que si se contempla la figura, lo máximo a lo que llega una pena por violación a la Ley de “protección” a los animales, y perdón que lo entrecomille, es a un arresto administrativo y a una multa. No se vale. Los animales, en especial los domésticos, no tienen la capacidad para defenderse del ser humano. Claro está, quisiera ver a un degenerado que guste de estar violando animales, si “se avienta ese tirito” con un tigre o un león en estado salvaje. Ahí sí ni loco, ¿verdad?

Esto me produce tristeza. En algún momento conocí la historia de una perrita en Estados Unidos que fue violada salvajemente por un hombre. Como es de esperarse, las lesiones en la perrita están más allá de lo que cualquier palabra puede describir. Es evidente que cuando alguien se intentaba acercar a ella, solamente temblaba, esperando no ser víctima de más vejaciones. La perrita tuvo que ser sacrificada a causa de las heridas que le fueron infringidas.

Por desgracia, nuestro país también tiene sus historias. La más reciente: una perrita de nombre “Canela” que estaba echada en la calle cuando unos policías pasaron a su lado. Su único crimen, ladrarles y tirar una mordida. Su pena, recibir disparos de un arma calibre 45. ¿Es justo que un policía actúe de esta manera? ¿Es justo que se utilice un arma de servicio, que nosotros los contribuyentes pagamos a través de nuestros impuestos, para cometer estos actos de barbarie? No, definitivamente no lo es. Las penas a las que se podría hacer acreedor este funcionario son severas, si, pero no por la acción, sino por cómo lo hizo. Es decir, no se le va a castigar severamente por haber matado a una perrita, sino por haber abusado de su autoridad. No es justo.

Recuerdo hace algunos meses la indignación que se generó a través de las redes sociales cuando una persona, de nacionalidad española, subió al portal de Youtube un video en que se veía como torturaba animales, perros específicamente, y amenazaba con continuar haciéndolo. A este grado es, a nivel mundial, el problema de la falta de protección jurídica a favor de los animales.

Considero que los animales, como seres vivos, deben disfrutar del derecho de goce. Claro, no podemos llegar al extremo de algunos países sajones que otorgan a los animales muchísimos más derechos de los que pueden, por su propia naturaleza, ejercer. Sin embargo, si es necesario agravar las penas. Es necesario eliminar el carácter de infracciones administrativas y tipificarlas como delitos en las leyes penales.

La importancia de este tema, aunque escondida, es significativa. La crueldad contra los animales deje ver cuestiones mucho más profundas. Estudios realizados en Estados Unidos han demostrado que la mayor parte de los asesinos seriales en su territorio (cabe mencionar que EUA tiene el 80% de los asesinos seriales del mundo), durante su infancia han presentado lo que se denomina la triada fatídica, que son 3 síntomas que deber ser observados de cerca y que pueden reflejar a un posible delincuente de alto impacto. Entre estos síntomas, se encuentra la crueldad excesiva en contra de los animales.

Ahora bien, ¿qué pasaría si las personas que, intencionalmente, maltratan animales, los torturan, los vejan, dejan de encontrar satisfacción en hacerlo en contra de aquellas criaturas? Lo más probable es que encaminen sus impulsos criminales en contra de la población humana.

Crear un ambiente de protección a los animales, un ambiente en verdad eficaz, es también una manera de prevenir el delito, y como tal debe ser enfrentada por nuestras autoridades.

Benjamín Muñiz Alvarez Del Castillo
Twitter: @Benjamin_Muniz

Ya basta

En el momento en que decidí abrir un blog y escribir mis textos, fue con la intención de compartir mis ideas, ideas que pudieran calar en la conciencia de los lectores para poder generar un México mejor. En todo momento, mi único motivo para hacerlo es porque amo a mi País y quiero un mejor futuro para nosotros.

Los hechos ocurridos durante los últimos días, nos dejan ver que como sociedad, como país, estamos atravesando una crisis sin precedentes. La violencia, la delincuencia, parecen estar ganando, nos están doblegando. Estamos viviendo situaciones que nunca antes habíamos tenido que vivir. El caos reina en México. La falta de aplicación de las leyes, la impunidad, la corrupción, solamente han fomentado la violencia que hoy nos tiene como prisioneros en nuestro propio hogar, en nuestro México.

Me duele decirlo, pero en México es el único lugar del mundo en que ser Presidente Municipal es un trabajo de alto riesgo. ¿Cuántos alcaldes han sido victimados en los últimos años? ¿Es justo que una persona en ejercicio de sus derechos políticos, sea ungida como funcionario público para posteriormente ser acribillada? El ejemplo más reciente lo encontramos en Zacualpan, Estado de México. Su Presidente Municipal, José Eduviges Nava Altamirano fue secuestrado por un comando armado, para, posteriormente, ser encontrado sin vida, con signos de tortura, cerca del poblado conocido como “El Pochote” cerca de Teloloapan, Guerrero. Si, secuestrado, me rehúso  a utilizar el llamado narcolenguaje. No hay levantones, no hay ejecuciones. Seguir utilizando ese lenguaje solamente hace más evidente el nivel de poder que tienen las bandas del crimen organizado sobre nosotros. Me rehúso a ser una víctima más de este poder tiránico, que solamente busca imponer su voluntad a través de las balas y la violencia, de un poder que busca imponer a través de la fuerza de las balas lo que saben no puede ser negociado e implementado a través de las negociaciones, diplomacia, democracia. Que buscan únicamente imponer su “ley”, seguir generando daños, seguir atormentando a la sociedad civil que nada debemos, pero todo pagamos. El ejemplo del edil muerto, junto con otros tantos que engrosan la lista, debe calar hondo en nuestra mente. Los gobiernos municipales, los que tienen mayor cercanía con la gente, los que son pieza clave en la lucha contra la criminalidad, son también los más vulnerables y estos hechos lo demuestran.

Lo ocurrido el sábado en el Estadio TSM es indignante. No puedo concebir cómo es posible que un estadio de futbol, un inmueble de carácter primordialmente familiar, donde las personas se reúnen para apoyar a su equipo en la búsqueda del campeonato del futbol mexicano, un lugar en donde se dieron cita personas inocentes, niños, mujeres, haya sido testigo de una balacera entre un comando armado del crimen organizado y cuerpos policiales. Es increíble que se haya tenido que suspender un partido por la violencia generada. Las imágenes son brutales. Ver a los jugadores corriendo a los vestidores para resguardarse en el momento en que empezaron a escuchar las balas. Ver a niños llorando preocupados. Ver a los aficionados teniendo que apretarse debajo de las gradas, detrás de la publicidad estática. Ser testigos por primera vez de un partido que se tiene que suspender por violencia, no tiene igual. Si, partidos se han suspendido por violencia, pero es violencia diferente. Ha sido violencia generada por los aficionados o los jugadores. Las porras, sabemos, pueden generar niveles de violencia bastante elevados. Esos casos claro que son condenados y está perfecto que dichos juegos se hayan suspendido y sancionado a los equipos, pero en el partido entre Santos Laguna y Morelia ¿qué? La violencia que se desató el sábado no fue generada por los futbolistas, los aficionados, las porras, los directivos. Fue generada por sicarios del crimen organizado, por delincuentes, por lo que se podría considerar, y perdón por la manera de decirlo, la peor escoria que México ha tenido en su historia (nos quejamos que Antonio López de Santa Ana, por ejemplo, regaló más de la mitad del territorio mexicano, pero estos mal nacidos, nos han robado todo nuestro territorio, toda nuestra tranquilidad). Es en verdad indignante. No hay palabras suficientes para expresar el repudio y el odio que conductas como la descrita generan en mí y, estoy seguro, en el ánimo de la ciudadanía. Claro, no es de extrañar que el día de hoy el periódico Reforma reporte que organismos de la iniciativa privada y civil de Torreón clamaron por la seguridad.

Denise Maerker, escribió en “Atando Cabos” del día de hoy que en los últimos meses, la violencia, los muertos y las balaceras en la Laguna se han incrementado de forma considerable. En lo que va del año ya ha sido superada la cifra total de asesinatos del año pasado. Menciona también lo comentado por un reportero de la zona: “Aquí las balaceras son cosa de todos los días, la única novedad es que fue junto al estadio con 20 mil personas dentro y en un evento que se transmitió a nivel nacional.” O sea, ¿qué está pasando? Los habitantes de Torreón, como muchas otras ciudades de nuestro país, ya ven la violencia como algo cotidiano, ¿es eso normal? ¿es justo? ¿es lo correcto? La manera en como Denise Maerker culminó su columna me dejo sin aliento: “En la Laguna se sienten dejados a su suerte, pero todavía se atreven a levantar la voz. Ojalá la autoridad no espere a que reine el silencio en la Comarca, como ocurrió en Tamaulipas, para intervenir.” (Para leer la columna completa les dejo el link http://www.eluniversal.com.mx/columnas/91276.html)

La violencia ha escalado (ya no podemos decir que está, porque ya es un hecho consumado) a niveles sin precedentes. El día de ayer, un comando armado irrumpió en la plaza comercial Las Américas de Morelia para saquear una joyería. El diario Reforma reporta que la población tiene coraje contra el Gobierno actual, el pánico reina en las calles. ¿Cómo no va a reinar el pánico? Una plaza comercial. En verdad ¿les vale madres a los delincuentes poner en riesgo a las familias? Y perdón por mi expresión, pero emana desde lo más profundo de mi ser, emana de una persona a la que le duele ver lo que su país está pasando.

¿Queremos más ejemplos? ¿Los necesitamos? En el Distrito Federal, tres hombres que se encontraban en la vía pública ingiriendo bebidas alcohólicas en la colonia Miravalle, Iztapalapa, fueron acribilladas. Otro caso, Fernando Vargas, fue ultimado de varios disparos cuando se encontraba en el interior de su vehículo en la colonia Ampliación Casas Alemán. Claro, estos casos probablemente no tengan que ver con la delincuencia organizada, pero son, a final de cuentas, actos violentos. A mí en lo personal no me importa si la violencia viene de los narcotraficantes o de un simple asaltante solitario, lo que me importa es que existe la violencia.

A tal grado están las cosas que la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal, entidad que, según declaran, no tiene mayores problemas de delincuencia organizada,  adquirió más de cinco centenares de fusiles Micro Tavor modelo X95 y Galil modelo ACE 21, con el fin de hacer frente a posibles incursiones del crimen organizado en la Capital.

¿Y para qué hablar de Acapulco? Uno de los puertos más hermosos del mundo, un referente del turismo mundial. Duele ver que hoy día, en lugar de ser un lugar para la recreación, las olas de sus mares se han teñido de rojo. Tengo tantos recuerdos de Acapulco, tantos momentos vividos durante mi infancia, tantos juegos en el mar junto a mis primos. Duele ver a Guerrero manchado de sangre. Guerrero, la tierra donde mi abuelo nació, es hoy tierra de nadie.

En verdad me pregunto, ¿en dónde estamos viviendo? ¿Es este el México por el que lucharon nuestros antepasado? Miguel Hidalgo, al dar el Grito de Dolores, ¿se imaginó que México se vería envuelto en una ola de violencia como la que estamos viviendo? El General Porfirio Díaz, con su ejército tan disciplinado, con su política de gobierno de mano dura, ¿creyó que México sería gobernado por la delincuencia organizada? Francisco I. Madero, al promulgar el Plan de San Luis, al luchar abiertamente por la democracia, ¿pensó que las instituciones por las cuales luchó se verían tan lesionadas por personas que su único interés es delinquir? ¿Es este el México que queremos? ¿Es este el México que merecen nuestros hijos?

Estoy consciente que el mundo entero está envuelto en una crisis de violencia, tal vez sin precedente. La violencia generada en medio oriente con la finalidad de terminar con los gobiernos tiránicos. Los conflictos en Europa por la crisis económica. La violencia está en todos lados. En donde uno lo vea, estamos viviendo en tierra de nadie donde las políticas ya no sirven para nada, donde el más fuerte, el que gana, el que tiene el poder, es aquel que mejor sabe aplicar la ley de las balas. Pero por más duro que suene, y aún cuando estoy consciente que lo que pasa en cualquier parte del mundo invariablemente nos afecta, mi preocupación principal es México, mi país, el país de mis padres, de mi hijo.

México es un gran país, lleno de tradiciones, lleno de colores. Son pocas las naciones que pueden gloriarse de tener tanta historia como nosotros, tantas tradiciones. La cultura maya se gestó, en gran parte, en lo que hoy es nuestro territorio. Los azteca, espléndidos guerreros y mejores ingenieros, al grado que los Españoles, al llegar, se maravillaron de que fuera posible construir una ciudad sobre un lago. El honor que tenían los caballeros jaguar y los caballeros águila. El honor para hacer la guerra: cuándo el enemigo arribaba a la Gran Tenochtitlán, los gobernantes aztecas le otorgaban descanso, alimentación y bebida, para que al día siguiente, pudieran luchar. Luchaban en igualdad de circunstancias, jamás se aprovecharon de las distancias recorridas. Sabían que lo importante no es el triunfo, sino cómo se consigue.

Día de muertos, una de nuestras mayores tradiciones, donde recordamos a nuestros seres amados que se nos adelantaron en el camino. El grito de Independencia en Palacio Nacional, el desfile militar del día siguiente.

¿Y qué decir de nuestra gastronomía? La cochinita pibil, las carnitas, unos tacos al pastor, la machaca con huevo, el mole poblano, el chocolate oaxaqueño, las tortas ahogadas. En México tenemos muchas cosas buenas, muchísimas. Solo hablar de lo malo no es justo. Somos un gran país. México es muy grande, y la ciudadanía es mucho mayor que sus problemas. Los mexicanos sabemos luchar. Podemos hacerlo. Tenemos la fuerza necesaria para ganar.

Como lo he dicho desde que inicié con mis artículos, es injusto echar la culpa de lo que pasa solamente al gobierno, como lo es echársela únicamente a la ciudadanía. Debemos recordar que para que un país avance, se requiere corresponsabilidad. Sin embargo no dejo de aceptar que, por más que el Presidente Calderón haya tomado una decisión que nadie había hecho antes, por más que esté intentando terminar con uno de los mayores problemas de nuestro país, lo cual es de reconocerse, su estrategia no ha sido la adecuada, ha sido incompleta.

El Dr. Miguel Ángel Mancera Espinosa, Procurador General de Justicia del Distrito Federal, funcionario que, a opinión de quien estas letras escribe, se ha desempeñado con honradez y con un alto sentido de ética y de servicio, dijo durante la presentación de su libro “Derecho Penal del Enemigo” que la lucha contra la delincuencia debe estar acompañada de una enorme estrategia paralela que, por un lado, atienda de manera eficiente los problemas y las demandas sociales y, por otro, actúe con severidad en contra de los individuos que se han integrado a las bandas de la delincuencia organizada. No puedo sino estar de acuerdo. La estrategia del Presidente Calderón se ha limitado a actuar con mano dura contra los capos del narcotráfico, lo cual, por supuesto, es necesario. Sin embargo, se ha abstenido de buscar herramientas que prevengan la incursión de más personas a las bandas. Se está creando una especie de hidra en la que, por cada cabeza que se le corte, renacen dos o más nuevas cabezas. De esta manera, será imposible ganar.

No obstante, culpar al Presidente de todo lo que está pasando sería como culpar, en su momento, a Carlos Salinas de Gortari, cuando un comando armado irrumpió en el restaurante Bali-Hai, otrora situado en Insurgentes Sur, con el único objetivo de victimar a Amado Carrillo, “El Señor de los Cielos”. Este lugar también estaba lleno de familias. No todo es culpa del gobierno. La sociedad también tiene la culpa. Nuestra tolerante complicidad ha permitido que estos problemas crezcan cada día más. El rompimiento del tejido social, la incapacidad de mantener a los jóvenes fuera del alcance de las drogas. Para que las políticas públicas permeen, debe haber apoyo de la sociedad, apoyo que no encontramos hoy día.

Ante esto yo también digo “Ya Basta”, pero le digo ya basta al gobierno, para que modifique su estrategia de manera tal que cuide aspectos de vital importancia que han quedado sin atender. Pero sobre todo digo ya basta a los delincuentes, a aquellas personas que, sin tener derecho a hacerlo, nos han robado nuestra tranquilidad, nuestra paz, nuestro País. A estas personas que no tienen la menor consciencia, que no les importa si sus actos afectan familias completas, que les tiene sin cuidado si matan a niños inocentes, que les vale, si, les vale, armar tiroteos en o cerca de lugares creados para familias, cerca de escuelas, cerca de parques, cerca de la parte más vulnerable de nuestra sociedad: nuestros niños.

Estas palabras las escribe una persona que ama profundamente a su país, al que, en el momento de escuchar su Himno Nacional, sigue sintiendo como se estremece cada fibra de su ser. Las escribe una persona que le apasiona su historia, saber cómo hemos llegado a ser el México que hoy somos. Las escribe, tal vez, un utópico que cree que tenemos salvación, pero sé que muchas otras personas piensan como yo, y por eso estoy seguro que mientras haya vida, hay esperanza.

Benjamín Muñiz Alvarez Del Castillo
Twitter: @Benjamin_Muniz

lunes, 15 de agosto de 2011

Si él puede, ¿por qué yo no?

En las publicaciones pasadas toque el tema de la responsabilidad del gobierno así como la responsabilidad de la sociedad. Sin embargo, sería injusto delegar toda la responsabilidad ya sea en el gobierno o en la sociedad. Para lograr que México avance, es necesario que la sociedad y el gobierno, juntos, en una corresponsabilidad compartida, avancen hacía un objetivo común.

En este punto en concreto es donde nos encontramos lagunas increíbles que impiden nuestro avance hacia un mejor futuro.

Por una parte, en México tenemos arraigada la frase “si él puede, ¿por qué yo no?” En términos generales esta frase puede ser muy útil. Nos puede llevar a buscar mejorar. Si vemos a una persona que logra alcanzar un objetivo, nos hacemos esta pregunta y con esto nos impulsamos a seguir adelante. Desgraciadamente, la mayoría de las veces la utilizamos en el sentido opuesto.

Pongamos un ejemplo de este punto: todos sabemos, desde niños, que los semáforos sirven para regular el tránsito vehicular. Mientras la luz está en verde, los automóviles pueden circular, cuando está en rojo, el vehículo debe hacer alto total y permanecer en este estado hasta que la luz vuelva a cambiar a verde. Esto es algo que nos enseñan desde la primaria. Claro, el Reglamento de Tránsito establece excepciones a esta regla, pero son exactamente eso, excepciones.

Ahora bien, ¿cuántos mexicanos no se pasan el alto mientras conducen su vehículo? Y lo más grave de todo es que, una vez que se pasa el alto un conductor, parece que los demás ya están autorizados a hacerlo. Aquí es donde entra el peligro del “¿por qué yo no?” Sobre este punto, hay una frase que mis papás me decían mucho cuando yo era niño y que yo hoy, con la responsabilidad que implica ser padre, le repito a mi hijo: “El hecho que las personas lo hagan, no quiere decir que esté bien” y esto es parte de nuestra responsabilidad como ciudadanos. Cada uno de nosotros tenemos que aceptar que somos nosotros mismos los que decidimos como actuar. Somos nosotros los que, en ejercicio de nuestro libre albedrío, decidimos hacer tal o cual cosa y, por lo mismo, somos nosotros los que tendremos, o mejor dicho, tendríamos que cargar con las consecuencias de nuestros actos.

Pero en la práctica diaria, ¿cuáles son las consecuencias de nuestros actos? Desgraciadamente todo se puede resolver fácilmente de manera extralegal con una inversión que dependerá de la gravedad de la pena. En México, podemos solucionar nuestras faltas a través de “una Sor Juanita” “un Zaragoza” o ya si la conducta desplegada es grave “un milagrito”. Claro, aquí me refiero a infracciones administrativas, porque al momento de buscar evadir penas, hay personas que están dispuestas a pagar mucho más que esto.

Hay un factor predominante que agrava esta conducta y es la tibieza por parte de las autoridades. El problema no está en nuestras leyes. Nuestro marco normativo está correcto, establece obligaciones genéricas para los ciudadanos y las penas que un incumplimiento a cualesquiera de éstas acarrearía. Claro, al ser creación humana, tienen lagunas y son perfectibles, pero eso no quiere decir que no contemplen las soluciones. El mayor problema recae en las personas encargadas de aplicar las layes.

Ejemplos de esto sobran: si los oficiales de tránsito levantaran las infracciones que corresponden a los conductores que se pasan los altos, sin que pudiera mediar soborno de por medio, si se aplicará la ley conforme a su letra y espíritu, entonces el de atrás no se diría tan fácil ¿por qué yo no? Pero no sucede de esta manera. El día de hoy viajaba en transporte público sobre Avenida Chapultepec, casi al cruce con Avenida de los Insurgentes y el camión simplemente decidió hacer caso omiso a la señal de alto. En esa misma esquina estaban dos policías de tránsito. Todo pasó frente a ellos y ninguno siquiera interrumpió su conversación para cumplir con sus atribuciones legales. Por el contrario, aplicaron aquella frase clásica “aquí no paso nada”. Impunidad total.

¿Qué es lo preocupante en este tema? Para empezar, las consecuencias que una conducta como la descrita puede tener. Muchos se preguntan qué es lo grave de pasarse un alto, ¿por qué no se lo preguntan a las 7 personas lesionadas el día de ayer en Avenida Montevideo, Delegación Gustavo A. Madero después de que un conductor de 17 años invadió el carril del transporte público con la única finalidad de pasarse el alto? El saldo: 7 lesionados y el fallecimiento del conductor de 17 años. Si se aplicarán las leyes como deben aplicarse, estos sucesos serían menos frecuentes.

De esta misma manera, ¿cuántos accidentes automovilísticos hay diariamente en el Distrito Federal ocasionados por personas que conducen bajo los efectos del alcohol? Estos accidentes son la primera causa de muerte de jóvenes entre los 16 y los 30 años. ¿Qué no está prohibido manejar alcoholizado? ¿No existe, incluso, el programa “Conduce sin Alcohol”, famosamente conocido como “Alcoholímetro”? ¿No se supone que en caso de dar positivo serás acreedor, según el Reglamento de Tránsito del Distrito Federal, a un arresto inconmutable de 20 a 36 horas y la remisión del automóvil al depósito? ¿No, incluso, resolvió la Suprema Corte de Justicia de la Nación que los amparos promovidos contra el alcoholímetro, no serían procedentes? Pero, ¿qué pasa? El arrestado podrá presentar una demanda de amparo en la que se le va a otorgar la suspensión provisional del acto reclamado, es decir, del arresto. Claro, el amparo se le negará y tendrá que cumplir con las horas faltantes de su condena. Dicho de otra manera, sal con tus amigos, toma y después súbete a tu coche y maneja. Se irresponsable. Si te agarra el Alcoholímetro, pues ya promoverás un amparo, te dejarán salir, y ya cuando tengas ganas, sacas una cita para cumplir con las horas faltantes. ¿A poco no se antoja de esta manera? Eso no es aplicar la ley. Se otorgan demasiadas concesiones a quienes, dolosamente y con toda la premeditación, violan los cuerpos normativos. Si el Reglamento establece arresto inconmutable de 20 a 36 horas y la Corte ya manifestó que los amparos contra este acto de autoridad serían negados, entonces se tendrían que desechar de plano las demandas presentadas por ser notoriamente improcedentes y negar de antemano cualquier posibilidad de suspensión, aún provisional, del acto reclamado, porque, seguir permitiendo esta conducta, atenta contra el orden público.

Tenemos la mala costumbre de restarles importancia a las faltas administrativas. Nos decimos a nosotros mismos que las autoridades tienen cosas más importantes que hacer que estar persiguiendo a quienes se pasan el alto o a unas personas que tomaron un poco de más en una reunión con sus compañeros. 7 lesionados y 1 muerto en Avenida Montevideo, y muchos más que engrosan las estadísticas, ¿no son lo suficientemente importante para que las autoridades apliquen la ley tal cual debe ser? Que los accidentes automovilísticos relacionados con el consumo del alcohol sean la primera causa de muerte de una parte significativa de la población ¿no le da la importancia necesaria como para convertirse en un tema prioritario?

Aunado a todo lo anterior, existe lo que se conoce como la pirámide del crimen. Ser tibios en la observancia de las faltas administrativas dará al ciudadano la idea que se puede violar cualquier ley sin sufrir las consecuencias de dicha violación. De aquí escalarán. Ya no se limitaran a manejar tomados, sino que, en un arranque de violencia, de aquellos tan comunes que presenta el alcohol, se empezarán a pelear, como ya ha pasado tantas veces, generando una cantidad considerable de lesionados y muertos.

El Dr. José Narro, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, dice en sus “Elementos para la Construcción de una Política de Estado para la Seguridad y la Justicia en Democracia” que prevenir no es sólo advertir e informar, sino intervenir para facilitar un nuevo aprendizaje, así como resistir y tener la capacidad de enfrentar la situación adversa. Al respecto, nosotros, como ciudadanos, ¿hacemos algo? El gobierno, ¿hace algo? Desgraciadamente la respuesta es tan simple como contundente: no.

¿Y qué decir de las manifestaciones? Estoy totalmente convencido que todos tenemos el derecho constitucional de manifestar nuestras ideas y de exigir soluciones. Sin embargo, un principio elemental del derecho es que tu derecho termina donde empieza el de otro. Nosotros los ciudadanos, ¿no tenemos también el derecho de transitar libremente por nuestras calles sin ser molestados? ¿No establece la misma Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en su artículo 6º, que la manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso que ataque la moral, los derechos de tercero, provoque algún delito, o  perturbe el orden público? Cerrar durante 5 horas Avenida Constituyentes para manifestar ideas e inconformidades, ¿no perturba el orden público? ¿No ataca los derechos de terceros? Y aún así se permiten. Es necesario que en el Distrito Federal se promulgue una ley que reglamente de manera clara la forma en que se podrán llevar a cabo las manifestaciones, para que este derecho pueda ser ejercido, sin la necesidad de lesionar los derechos de terceros o el orden público.

Respecto a la responsabilidad administrativa, ¿para qué hablar? Ahí la situación se complica todavía mucho más. Los juegos de poder entorpecen cualquier intento de sancionar a funcionarios públicos que actúan al margen de sus atribuciones. Utilicemos el caso del allanamiento al hogar del poeta Efraín Bartolomé. En caso de que los allanadores hayan sido en verdad miembros de la Policía Federal, el acto fue realizado sin cubrir los requisitos legales para intervenciones de tal índole. Hicieron un uso por demás excesivo de las facultades que a estos cuerpos de seguridad les otorga la normatividad aplicable. La pregunta es, ¿alguien pagará por esto? Tristemente, y por más que me duela decirlo, no lo creo. Será una historia más en los anales de la impunidad en nuestro país.

Estoy convencido que si las autoridades aplicarán las penas establecidas en los diferentes marcos normativos tal cual deben aplicarse, las cosas serían muy diferentes. El ciudadano ya pensaría un poco más las cosas antes de decir ¿por qué yo no? Los límites existen, solo falta aplicarlos de manera clara y coherente, de otra manera, esta sinergia destructiva nos seguirá arrastrando a un abismo cada vez más profundo y complicado de sortear y nos hundirá cada día más en un pantano del cual será prácticamente imposible salir.

Benjamín Muñiz Alvarez Del Castillo
Twitter: @Benjamin_Muniz

lunes, 8 de agosto de 2011

"No puedo solo"

En la publicación pasada hablé acerca de la manera en que los representantes de los gobiernos han dejado a lado los temas verdaderamente importantes de la prevención del delito por cumplir con los intereses de los órganos políticos de los cuáles emanan, sin embrago, la deficiencia en este tema ¿es responsabilidad exclusiva de los políticos?

Durante el diálogo sostenido con el poeta Javier Sicilia en al Castillo de Chapultepec, el Presidente Felipe Calderón dijo una frase que me pareció por demás interesante y que refleja la realidad de nuestra sociedad: "No puedo solo". Esta frase demuestra que los gobernantes no son magos omnipotentes que pueden realizar cualquier actividad sin importunar a la sociedad. Demuestra, sobre todo, que para que nuestro país avance, se requieren acciones comprometidas del gobierno, pero por supuesto que también de la sociedad civil.

Ante esto, ¿qué podemos hacer nosotros como sociedad para prevenir la comisión de delitos?

En primer lugar, debemos tener claro que la prevención del delito comienza en casa. Estamos acostumbrados a quejarnos de la delincuencia, sin embargo, seguimos saliendo a las calles a comprar todo tipo de artículos apócrifos. ¿Qué acaso la piratería no es un delito? Al tolerarla y, peor aún, fomentarla, estamos fomentado la realización de conductas delictivas.

El día de hoy en su columna titulada "Importancia de la cultura cívica" publicada en el periódico El Universal, la Diputada Federal Gabriela Cuevas, Presidenta de la Comisión del Distrito Federal, manifestó:

"No es un tema menor el desarrollo de una conciencia cívica si entendemos que los delitos de alto impacto suceden por la tolerancia de infracciones administrativas y la impunidad en la persecución de delitos aparentemente menores. Este reocrrido por lo que se ha dado en llamar la "pirámide delictiva" debe frenarse a través de una recuperación de los valores en toda la base social".

Efectivamente, tal como comenta la Dip. Cuevas, es en la misma base social donde se gesta la delincuencia. Si bien es cierto que el gobierno tiene la obligación de generar políticas que impidan la comisión de los delitos, también lo es que, a pesar de que existan políticas adecuadas, si la sociedad no pone su grano de arena, éstas no servirán de nada.

Los ciudadanos mexicanos estamos acostumbrados, desgraciadamente, a creer que el gobierno es el responsable de lo que pasa en nuestro país. Creemos que podemos actuar de la manera que mejor nos parezca y que será la clase gobernante la que tendrá que arreglar lo que nosotros hagamos y mantener un ambiente de gobernabilidad. Nada más falso que esto.

Pongamos como ejemplo la ola de violencia generada por el narcotráfico. Hace algunos años, México era únicamente un país de paso, sin embargo, en virtud del desmoronamiento social y, claro está, por falta de políticas públicas, nos hemos convertido también en país de consumo. Evidentemente, este hecho ha abierto a los narcotraficantes nuevos mercados que antes no existían. Si la sociedad se hubiera empeñado en mantener la cohesión social, se hubiera ocupado en generar ambientes que no propiciaran a los jóvenes a hacer uso de sustancias tóxicas, este mercado no se hubiera generado, lo que implicaría que no exitiría un repunte tan alto en la violencia. Con esto no quiero limpiar de culpa a los gobiernos. Por supuesto que ellos son los primeros que tuvieron que poner el ejemplo generando las políticas adecuadas. El gobierno no es un mago, es un líder, pero como todo buen líder, debe ser quien ponga el ejemplo para que la población civil acate la normatividad vigente.

La corrupción es otra muestra de esto, por supuesto que para que esta conducta se despliegue se requieren dos partes: el funcionario público y la ciudadanía. La corrupción no existiría sin la tolerancia y complicidad ciudadana.

Viendo la situación actual que nuestro país está pasando, no me queda más que aceptar que ha llegado el momento en que seamos nosotros, los ciudadanos, los que aceptemos la responsabilidad de nuestros actos. Si lo hicieramos de esta manera, no tendríamos gobiernos que actúen de manera tibia ante la problemática, ya que nosotros les exigiríamos acciones concretas, pero se las exigiríamos con base en lo que nosotros estamos haciendo, teniendo el fundamento firme para hacerlo.

Recuerdo que hace ya algún tiempo tuve la oportunidad de ver en YouTube un video llamado "Nosotos los mexicanos" en el que se refleja de manera muy clara y directa la naturaleza que tenemos como pueblo y en el que se hace un llamado a decir ya basta. Me uno a ese llamado.

Debemos dejar a un lado la comodidad de querer que las cosas cambien sin que nos tengamos que ensuciar las manos. Tenemos que ponernos a trabajar cada uno dentro de nuestras respectivas esferas de poder. Así, todos juntos, podremos luchar por un País mejor. Tenemos todo lo necesario para ser una potencia mundial, solo es cuestión que nosotros como ciudadanos decidamos serlo.

Quiero terminar citando al poeta Amado Nervo, quien en su obra "En Paz" nos dejo una frase lapidaria que nos debería inspirar a todos:

"Porque miro al final de mi rudo camino, que fui yo el arquitecto de mi propio destino".

Seamos arquitectos de nuestros destinos, para poder ser los artífices del destino del México del mañana.

Benjamín Muñiz Alvarez Del Castillo
Twitter: @Benjamin_Muniz

viernes, 5 de agosto de 2011

La prevención del delito en colores

El 5 de agosto de 2011 se llevó a cabo en el Salón Revolución de la Secretaría de Gobernación, la Tercera Reunión Nacional con Instancias de Prevención del Delito, organizada por el Centro Nacional de Prevención del Delito y Participación Ciudadana del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, cuya titular es la Dra. Laura Carrera Lugo. De dicha reunión pude obtener las siguientes conclusiones:

En primer punto, gastamos demasiado tiempo quejándonos de la delincuencia y de la violencia, pero no hacemos nada para evitarla. Los mexicanos, en general, no tenemos la cultura de la prevención, preferimos actuar para solucionar un problema antes que evitar que el problema surga. No prevenimos en ninguna área, ni en la salud, ni en la certeza jurídica, mucho menos en la comisión de los delitos. Para muestra un botón: de las 32 Entidades Federativas que integran nuestro país, 25 han homologado sus leyes estatales de seguridad pública a la Ley General del Sistema Nacional de Seguridad Pública. De estas 25 Entidades, solamente 6 contemplan en su legislación la figura de los Centros Estatales de Prevención del Delito, de los cuáles únicamentehay 4 en operación. Es decir, de 32 Entidades Federativas de México, solamente 4 tienen políticas concretas en materia de prevención del delito.

Aunado a lo anterios, las políticas relativas a la prevención del delito que existen a nivel local no tienen un elemento de cohesión. La desgregación de políticas únicamente genera falta de resultados. Existen políticas dispares e, incluso, contradictorias. De esta manera, ¿cómo podremos obtener resultados?

Aún cuando este tipo de reuniones tienen un noble objetivo, los resultados se ven afectados por un factor predominante: los intereses políticos.

Nos encontramos con que cada Entidad Federativa, al compartir sus experiencias en este subro, utilizan un lenguaje eminentemente político. Cada gobierno local manifiesta estar bien en el punto, dar una prioridad alta al tema. Se escucha permanentemente que ésta Entidad está mejor que ésta otra, que tal tiene su Centro Local de Prevención del Delito y tales otras no.

Se hace propaganda política: que un gobernador rojo generó todoo un plan de prevención del delito; que un gobernador amarillo fue de los primeros en constituir su Centro Local de Prevención del Delito, que el gobierno federal, azul, generó toda esta política y, por lo mismo, tiene la voz de mando.

Por si esto fuera poco, los tiempos políticos no nos ayudan. Estamos a menos de 1 años de salir a las urnas a emitir nuestro voto para renovar los Poderes Ejecutivo y Legislativo Federales, además del hecho que diversos Estados, así como el Distrito Federal, renovarán también sus propios gobiernos. Este panorama abre dos grandes vertientes:

Primero, en el afán de conseguir votos para sus respectivos partidos, cada representante habla de las bondades de su sistema de gobierno. No está mal hablar de los logros, por el contrario, hacerlo es parte vital de toda democracia. Pero también lo es hablar de los errores. Maximizar los logros y minimizar los errores no solo es una manera poco ética de engañar a la ciudadanía, sino que también cierra las puertas para buscar las soluciones necesarias. En lugar de sentarnos a hablar de la problemática actual y proponer soluciones de manera conjunta, hablamos de que cada uno de nuestos estados está en el camino correcto, que actúa bien. Es políticamente más viable hablar de nuestros logros que sentarnos todos juntos, sin importar del partido del que emanemos, a trabajar para lograr soluciones que redunden en un mejor futuro para México.

La segunda vertiente es aún más compleja: la continuidad política al frente del gobierno. A estas alturas se podrán generar programas tendientes a la prevención del delito, sin embargo, nada garantiza la continuidad de los mismos. Incluso en los casos de los estados de Hidalgo, Coahuila, Estado de México, entre otros, que tienen la mayor parte de su gestión por delante, tienen un panorama complicado. El nuevo titular del Gobierno Federal podrá cambiar las prioridades de las políticas nacionales, incluso obligando a los estdos a alinearse a ellas.

Este es un problema recurrente en la historia de nuestro país. No hay continuidad. La falta de relación entre partidos y las propias fracturas internas generan que, al tener un cambio de gobierno, se destruya cualquier vestigio del anterior, tal como si se tratará de un régimen autoritario que hubiera que destruir. Simplemente se tira todo a la basura sin analizar si hay programas o políticas que puedan servir al nuevo gobierno, que sea posible incrementar a través de la continuidad. El resultado es evidente: estancamiento.

Las políticas y los programas de gobierno tienen una vida efímera. Durán únicamente una administración, ya sea trianual o sexenal, respectivamente. Inicia una administración e inicia con sus propios programas, e igualmente, al terminar la administración, terminan sus programas.

Jamás vamos a lograr que México avance si seguimos permitiéndo estos cambios. Las necesidades de nuestro País son las mismas sin importar si somos gobernados por el PAN, PRI, PRD o cualquier otro partido. Como ciudadanos debemos exigir que los partidos políticos dejen a lado sus intereses y empiecen a ver por los intereses de México.

México es más grande que cualquier político, hagamos que esto se vuelva evidente. Ya es hora de luchar por nuestro País!!!