lunes, 19 de septiembre de 2011

México ¿independiente?

Hace algunos días conmemoramos a lo largo y ancho de nuestro país el 201 aniversario de aquel momento en nuestra historia en que el padre Don Miguel Hidalgo y Costilla, tomando un estandarte de la Virgen de Guadalupe repicó las campanas de su parroquia en Dolores, dando inicio de esta manera a la lucha que culminaría, oficialmente, 11 años después, consumándose la independencia de la otrora Nueva España del yugo de los colonizadores.

Dentro de todo el territorio de los Estados Unidos Mexicanos, miles de familias se dieron cita para celebrar este acontecimiento. Muchas otras salieron a las principales plazas para ver a los ediles dar el grito que conmemora nuestra independencia. En suma, como cada año, se llevó a cabo una fiesta como pocas tenemos a lo largo de los años.

En el marco de estas celebraciones y aprovechando el puente concedido, tuve la oportunidad de viajar con mi familia al puerto de Veracruz. En los pocos días que disfrute de esta maravillosa ciudad, hubo varios acontecimientos que dejaron una honda huella en mi persona.

En primer lugar, quedé impactado con la cantidad de historia que tiene el puerto. Es evidente que Veracruz ha desempeñado un papel importantísimo en los acontecimientos nacionales. Recordemos que Hernán Cortés llegó a México a través de la Villa Rica de la Vera Cruz. Posteriormente, una vez obtenida nuestra Independencia, Veracruz se vio asediada por el último bastión español que se negaba a aceptarnos como país independiente, quienes bombardearon incansablemente el puerto desde el Castillo de San Juan de Ulúa hasta que, en 1825 el General Miguel Barragán junto con sus tropas, logró la capitulación de la Fortaleza. Además de todo esto, Veracruz es la única ciudad de México que es cuatro veces heroica por haber sido escenario de cuatro de los acontecimientos más importantes en la defensa de la soberanía nacional en los que se luchó en contra de invasores extranjeros:

ü      Como ya se dijo, la rendición de las últimas fuerzas españolas guarnecidas en la fortaleza de San Juan de Ulúa el 18 de noviembre de 0825;
ü      El 27 de noviembre de 1838, por el bombardeo de las fuerzas francesas durante la Guerra de los Pasteles;
ü      El 33 de marzo de 1847 por la defensa en contra de las fuerzas estadounidenses en la Guerra de Intervención Estadounidense, en la que perdimos gran parte de nuestro territorio nacional;
ü      El 21 y 22 de abril de 1914 por la defensa ante el desembarco de tropas estadounidenses.

¿Por qué es importante hablar de la historia? Porque a final de cuentas, la historia es lo que ha marcado lo que somos, nos ha creado. Es imposible concebir el mundo de hoy si no tenemos el antecedente histórico. Además, la historia mexicana es muy rica, muy profunda y como ciudadanos, deberíamos conocerla.

Otro punto que me sorprendió es la belleza natural del puerto. La Isla de los Sacrificios, una isla llena de historia y misticismo prehispánico, Canuncito, los corales, los erizos, pepinos de mar, en fin, tantas especies acuáticas que bien merecen una mención en estas líneas, pero sobre todo, merecen ser vistas, apreciadas y cuidadas como lo que son, seres vivos, que tienen el derecho a vivir en un ambiente limpio y cuidado. Esa es nuestra responsabilidad, dejar de contaminar el hábitat de nuestra fauna.

Mención aparte merece San Juan de Ulúa, y todas las funciones que dicho Baluarte ha tenido a lo largo de la historia. Edificado por órdenes de Hernán Cortes para defender la colonia, se convirtió posteriormente en el último recoveco en que los españoles buscaron retomar el control sobre el ya independiente México, hasta que el 18 de noviembre de 1825 recapituló. Posteriormente, desde su interior se defendió la soberanía de nuestro país, fue ocupada por el ejército francés durante la Guerra de los Pasteles, ocupada por las tropas Estadounidenses durante la Intervención de 1847, fue prisión política, sobre todo durante la dictadura de Don Porfirio Díaz y fue sede del Poder Ejecutivo Federal en 1915, cuando Venustiano Carranza decide utilizar el fuerte como sede de su gobierno. Sus muros aprisionaron a diversos personajes de nuestra historia, tal como Fray Servando Teresa de Mier, Benito Juárez y el mismo Don Porfirio Díaz. Uno de los personajes más famosos que piso dicha prisión fue Jesús Arriaga, mejor conocido como “Chucho el Roto” quien se dice logró escapar varias veces. Sin embargo, la evidencia muestra que la figura de Chucho el Roto tiene más misticismo que realidad atribuyéndosele, incluso, el haber escapado de la fortaleza, lo que si fue conseguido por Don Porfirio.

Un cuarto punto que llamó mi atención es la seguridad que existe hoy día en el puerto. Si bien es cierto que ahí se han librado sangrientos enfrentamientos entre los hampones del crimen organizado y las fuerzas federales, también lo es que en la actualidad se respira una calma relativa. No podemos hablar de una calma total porque todavía estamos lejos de alcanzarla, pero se han dado pasos contundentes hacia este fin. Sobre este punto, no puedo sacar de mi cabeza las palabras que nos dijo un taxista un día camino al Acuario de Veracruz. Hablábamos acerca de cómo está la ciudad, como la veía yo como turista, que la veía bien y  me dijo “Si joven, usted la ve bien ahorita, pero no fue siempre así. Hace no mucho íbamos circulando por las calles y nos encontrábamos muertos, nos tocaban las balaceras. La policía no podía contra los narcos, pero gracias a Dios mandaron a la Marina. Desde que ellos legaron las cosas han mejorado, porque aquí ya era tierra del narco”.

Estas palabras me las dijo el sábado 17 y no he podido dejar de pensar en ellas. Estoy consciente que la guerra contra el narcotráfico o el patrullar las calles no son las funciones para las cuales el Ejército o la Marina fueron creados. Estoy convencido que las Fuerzas Armadas nacionales deben tener funciones diferentes a los cuerpos policiales, su función es defender la soberanía de nuestro país. No dudo de esto. Sin embargo este comentario si me hizo dudar de algo. En general, yo consideraba que, aún cuando el trabajo de las Fuerzas Armadas ha sido importante, se debía considerar la posibilidad de que éstos regresen a sus cuarteles y sean los policías quienes se encarguen de continuar la lucha contra el narcotráfico, sin embargo, después de la conversación que tuve con ese taxista, una persona que ha vivido en carne propia los embates del crimen organizado, que ha visto cadáveres en las calles, que se ha tenido que salvaguardar durante una balacera, me hace pensar que probablemente lo mejor no sea regresar al Ejército a sus cuarteles, sino mas bien, generar un marco jurídico en que se establezcan de manera clara las limitantes a su actuar, buscando salvaguardar en todo momento los derechos humanos. ¿Por qué creo esto? La respuesta es muy simple. Es evidente que los Policías Municipales, ganando aproximadamente 4 mil pesos al mes, con armamento obsoleto, no se van a enfrentar al poder de fuego con el que cuentan los narcos. No les podemos exigir que lo hagan, no tienen los elementos ni las condiciones para hacerlo. Si el poder de fuego de nuestras Fuerzas Armadas es inferior al del narcotráfico, ¿cuánto más no lo será el de las corporaciones policiacas? ¿Es posible que un policía con una pistola en malas condiciones, que probablemente se encasquille al momento de disparar, se enfrente con un sicario con armas de alto calibre? ¿Alguno de nosotros lo haría? Honestamente lo dudo. Por esto considero que hasta en tanto no se resuelva esta lucha frontal contra la delincuencia organizada, no podremos prescindir de las Fuerzas Armadas. Esto no quiere decir que apoye por completo la estrategia que ha empleado el Presidente Felipe Calderón, por el contrario, siempre he mantenido que la misma es incompleta. La lucha frontal se tiene que dar para terminar con este flagelo, de acuerdo, pero es igual o más importante prevenir la incursión de nuevas generaciones a las filas de los sicarios, de lo contrario, como lo he manifestado en publicaciones pasadas, se estará generando únicamente un problema de mayores dimensiones y mucho más difícil de enfrentar.

Recuerdo que durante los Diálogos por la Paz celebrados en el Castillo de Chapultepec, el Presidente Calderón le manifestó a Javier Sicilia su disposición para revisar la estrategia y, en caso de ser necesario, realizar las adecuaciones conducentes. Yo no soy Javier Sicilia, afortunadamente no he perdido familiares ni amigos a manos del narcotráfico, pero esto no quiere decir que no me duela lo que pasa en mi país. Es por esto que de la manera más respetuosa, hago un llamado al Presidente de la República, para que haga un replanteamiento de la estrategia con la que está llevando a cabo su lucha contra el narcotráfico para completarla y hacerla más eficiente.

Hace 201 años iniciamos la batalla por nuestra independencia. Mi pregunta es, ¿cuándo va a terminar? Logramos liberarnos del yugo español, pero jamás nos hemos logrado de un yugo todavía más pesado, el yugo de nosotros mismos. Pudimos dejar atrás las opresiones que vivimos a manos de los españoles, pero jamás nos hemos independizado de nuestros vicios, de nuestras fallas, por el contrario, nos escudamos en ellas.

Somos un país con una riqueza natural y cultural sumamente importante, pero como personas, como ciudadanos, dejamos mucho que desear. Una de las cosas que más me marcó, no solamente durante este viaje a Veracruz, sino durante los viajes que he realizado a algunas playas mexicanas, es ver que, invariablemente, están sucias y lo que más duele es ver que no son los turistas extranjeros los que las ensucian, somos nosotros mismos, los mexicanos, los ciudadanos de este país, los que deberíamos ser los principales interesados en conservarlo y en lugar de esto, nos dedicamos a destruir poco a poco nuestro medio ambiente, contaminamos nuestras playas, mares y ríos. Como ejemplo, tocaré el tema de la Isla de los Sacrificios.

La Isla de los Sacrificios es una isla que tuvo mucha importancia en las civilizaciones prehispánicas. En momentos de adversidad en cuanto a cosechas, los totonacas tomaban a bellas doncellas, las llevaban a la Isla y las sacrificaban, sacándoles el corazón y demás órganos, dejándolos ahí para que fueran consumidos por sus dioses. A la mañana siguiente regresaban y descubrían que los órganos habían sido consumidos por sus dioses, por lo que creían que éstos estaban contentos con la población. Al llegar Juan de Grijalva, se percata de los sacrificios realizados y, en lugar de atacar a los indígenas, decide estudiar sus costumbres, percatándose que las viseras no eran consumidas por los dioses, sino por los pelicanos y las gaviotas. Durante mucho tiempo, la Isla de los Sacrificios fue una atracción turística. En su superficie se podía desembarcar, había restaurantes para que los turistas pudieran pasar el día completo ahí, sin embargo, la destrucción del ser humano no tiene límites. La Isla fue dañada al grado que el Gobierno Federal la decretó como Zona Protegida. Cuando fueron a limpiarla, se extrajeron alrededor de 2 toneladas de basura. Hoy día nadie puede desembarcar en la Isla de los Sacrificios. Desgraciadamente, nuestra falta de respeto hacia el medio ambiente ha sido tal que la Secretaría de Marina Armada de México hoy día es la Institución responsable de custodiar la Isla. ¿Vamos a reaccionar algún día o tendremos que esperar a que todas nuestras playas sean declaradas zonas protegidas?

Tenemos muchas cosas por hacer, muchas cuestiones que mejorar. Estoy totalmente convencido que el drogadicto no es un delincuente, pero también estoy convencido que el hecho que no lo sea no quiere decir que el Estado no deba poner especial atención en estas personas. No debemos perder de vista que, aun cuando la adicción es una enfermedad y no un delito, su enfermedad conlleva la comisión de delitos, delitos que a últimas fechas, han cobrado la vida de miles de personas inocentes. Si queremos detener este derramamiento de sangre, es necesario controlar, no la oferta de la droga, sino más bien la demanda de la misma. Se debe realizar un censo de personas con adicción, para poder brindarles un tratamiento efectivo que les permita salir de ese infierno.

No obstante todo lo anterior, no puedo dejar de reconocer la calidez del mexicano, la amabilidad, la disposición. Somos un pueblo complejo, complicado, ambivalente. Por un lado, como bien dice el Dr. Luis Rodríguez Manzanera, somos capaces de morir por una mujer en el cortejo, pero por otra parte, las llamamos despectivamente “viejas”, y es precisamente esa ambivalencia las que nos mete en problemas, la que hace que sea tan difícil encontrar programas que ayuden a mejorar nuestras condiciones de vida. En verdad, es urgente que nos independicemos de nuestros vicios y nos aferremos a nuestras virtudes, no para mantenernos en una zona de confort, sino por el contrario, para generar día con día más virtudes que nos lleven a la meta de ser un país ejemplar, el país de primer mundo que podemos ser.

No tenía la fortuna de conocer Veracruz y puedo decir que quedé gratamente complacido. La calidez de la gente, la gastronomía, la historia. Definitivamente regresaré buscando adentrarme más a su historia porque a final de cuentas, aunado a lo ya descrito, Veracruz fue y sigue siendo una pieza de gran importancia para México.

Tocando un tema diferente, hoy se conmemora el XXVI aniversario del terremoto de 1985. Mucho hemos aprendido desde entonces y aún cuando nos falta mucho por hacer en materia de protección civil, vamos avanzando por buen camino. Esperemos que lo que hemos hecho sea suficiente para que, en caso de enfrentarnos nuevamente con un suceso de esta índole, podamos mantener el número de víctimas en su más mínima expresión.

Benjamín Muñiz Alvarez Del Castillo
Twitter: @Benjamin_Muniz

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