Es por todos sabido que la calidad de un producto depende de la calidad de cada uno de los elementos que lo integran. De esta manera, un producto creado con elementos de alta calidad, será un excelente producto, por el contrario, uno creado con elementos de calidad inferior, será un producto deficiente. Ahora bien, veamos a nuestra sociedad como un producto cuyos componentes más elementales son las personas, los ciudadanos. El nivel de calidad de nuestra sociedad depende de la calidad humana de nosotros en lo individual. Es muy difícil aceptar que lo que vivimos como sociedad es reflejo de lo que somos como personas.
En alguna ocasión uno de mis profesores universitarios, el Mtro. Esteban Ruíz Ponce Madrid, en la cátedra de Teoría de la Constitución, nos dijo que si él estuviera a cargo de organizar una revolución, lejos de repartir armas, repartiría espejos. De esta manera, cada uno de nosotros veríamos nuestro reflejo, nuestra manera de actuar, de reaccionar. Ha pasado ya algún tiempo desde que escuché dicho comentario y no pudo sino estar de acuerdo. Antes que nada, debemos analizarnos a nosotros mismos para, posteriormente, poder tomar las decisiones adecuadas.
El hecho de aceptar que la sociedad es un claro reflejo de lo que nosotros somos como individuos, nos abre un espacio inmejorable para reflexionar. ¿Qué es lo que la sociedad está reflejando de nosotros?
Me queda claro que en lo personal tenemos muchos defectos, a final de cuentas, somos seres humanos, imperfectos, sin embargo, hay algunos más graves que requieren nuestra inmediata atención. Ejemplos de ciertas conductas lesivas, no solo para nosotros sino también para la sociedad, las encontramos en todo momento, hacia donde volteemos la mirada, seguramente veremos más de una de estas conductas.
Estamos acostumbrados, por ejemplo, a hacer las cosas a nuestra manera, en nuestro tiempo, de conformidad con nuestros criterios y lo que nosotros consideramos importante o necesario. Actuamos, en muchas ocasiones, sin importar las consecuencias de nuestros actos o si éstas van a dañarnos o a lesionar a las personas cercanas a nosotros. Olvidamos que, tal como dice un proverbio chino, “El aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un tsunami del otro lado del mundo”. Para nosotros el hecho que nuestro derecho termine donde empieza el de otro, no es más que letra muerta.
Desgraciadamente estamos acostumbrados a vivir llenos de vicios en lugar de virtudes. Utilizamos la traición e la hipocresía como moneda de cambio. Somos expertos en lograr ganar la confianza de las personas para, en cualquier descuido o cuando mejor nos convenga, clavar la estocada por la espalda. Ganamos la confianza de las personas que nos rodean y, a cambio, los traicionamos. Es muy triste ver como hay personas que aprovechan que otros les abren las puertas de sus vidas y solamente utilizan esta circunstancia para aprovecharse, para obtener ciertas ventajas y después traicionar y lastimar. Para muchos, la vida humana es únicamente un instrumento para alcanzar objetivos. Lo peor, ven a las personas como algo sin valor, algo que puede ser desechado una vez que cumplió con su cometido.
Otro aspecto que vemos con demasiada frecuencia es nuestra incapacidad de aceptar los triunfos de otros. Si nosotros no triunfamos, ¿por qué otros si? Si nosotros ya triunfamos, ¿por qué aceptar competencia? Es decir, cuando vemos que alguien comienza a ascender, lo jalamos para abajo para impedirlo o, en caso de que nosotros ya estemos arriba, lo empujamos para que caiga. ¿Es posible prosperar así? Obviamente no. En lugar de apoyar a alguien en su crecimiento, de impulsarlo para que siga subiendo, somos lastres que los mantienen estancados, los aprisionamos en la mediocridad. Volviendo al proverbio chino, si uno de nosotros prospera, los demás nos veremos beneficiados.
Estas conductas se presentan también, de manera muy seguida, en grupos de trabajo. Son pocos los que se pueden denominar en verdad equipos. Vemos que, con frecuencia, estos grupos no son más que un conjunto de personas vinculadas entre sí únicamente por las funciones que son desempeñadas, pero que no comparten el sentido de ética, de trabajo en equipo. Lo importante para cada uno de ellos es quedar bien en lo individual. No existe un equipo. Muchos excelentes proyectos han fracasado por esto.
Pero hay algo todavía peor, cuando en las familias, el núcleo mismo de nuestra sociedad, se presenta esta circunstancia. ¿Cuántos matrimonios no han terminado en divorcio por esto? Los padres se olvidan que son un equipo en una de las tareas más complejas y más importantes de la vida: la formación de seres humanos. En lugar de buscar crear ambientes propicios para el sano desarrollo de los hijos, comienzan a competir entre ellos, buscan eclipsarse, dejan de lado el equipo para volverse adversarios. Al final del día, terminan destruyendo lo poco o mucho que habían logrado construir. Pero estas cuestiones inherentes al ámbito familiar, ¿qué tiene que ver con la prevención del delito? Por más que no lo parezca, tiene mucho que ver. Es claro que las conductas descritas generan conflictos en los hijos. ¿Cuántos jóvenes que viven situaciones de esta índole, al ver desquebrajado su guarida, buscan refugio en diversas actividades dañinas: sexo irresponsable, alcoholismo, drogadicción, entre tantas otras? Es claro que estas actividades generan delitos como pueden ser la trata de personas, el narcotráfico, entre tantos otros. Esta ruptura del tejido social y la incapacidad (incluso, falta de interés) para su reconstrucción, repercute en un incremento en los índices delictivos.
Como individuos tenemos demasiados puntos negativos. Algunos de ellos requieren acciones urgentes para erradicarlos: la hipocresía, la traición, la doble moral. ¿Dónde quedó el altísimo valor ético de nuestras culturas prehispánicas, especialmente de la azteca? ¿No quedan entre nosotros personas íntegras, de una sola pieza? ¿La única manera para conseguir el éxito, ya sea profesional o personal, es a través de la traición? ¿Vale más para nosotros unas cuantas monedas de oro que nuestros principios fundamentales? Si algo tengo claro es que la sociedad está tan mal porque hemos dejado de observar los principios que nos fueron inculcados. Hoy día vale más una persona sin escrúpulos, que sea capaz de hacer cualquier cosa por conseguir un objetivo, que una persona con moral, con valores, ¿y nos sorprendemos por qué el mundo está caminando hacia su destrucción? Lo que está sucediendo no es sino una consecuencia de nuestros actos.
Considero que es evidente que el tipo de conductas como las ya descritas, entre tantísimas otras, generan un ambiente de violencia por medio del cual se crea un clima propicio para la delincuencia. No existe un sentimiento de equipo, somos simplemente un grupo de personas que tienen en común ciertos rasgos, pero no una identidad. Es por esto que no nos tocamos el corazón para dañar al prójimo.
Si buscamos el bien común, si logramos que nuestro país se convierta en un mejor México, es evidente que tendremos mayores oportunidades, mejores empleos, mejor calidad de vida. A mí me pesa ver como muchos políticos sacrifican lo que México necesita, sacrifican la búsqueda del bien común para buscar únicamente satisfacciones personales o partidistas. Ellos no se dan cuenta que si el país está bien, si la prioridad número uno de la clase política fuera anteponer las necesidades nacionales, en consecuencia, sus intereses personales se verían satisfechos. Un mejor país propicia a mejores condiciones de vida, por eso debemos buscar el bien común. Jacinto Benavente tocaba este tema de manera terminante al decir: “El único egoísmo aceptable es el procurar que todos estén bien para estar uno mejor”.
Es por este motivo que yo me uno al llamado del Mtro. Ruiz Ponce. Es el momento de generar una revolución. No una revolución armada, no una revolución encaminada a destituir a cierto régimen político. Requerimos una revolución pacífica que tenga como objetivo primero el derrocarnos a nosotros mismos, vencer nuestros vicios, nuestras fallas. Una vez logrado esto, consecuentemente, podremos buscar un país mejor. Yo me uno a los organizadores de esta revolución y por tal motivo, a través de este escrito, te entrego un espejo, para que te analices, para que veas que puedes mejorar en ti. Esta publicación es un llamado a nuestra conciencia. Debemos utilizar estos espejos como armas, no para utilizarlos en contra de otros, sino para utilizarlos contra lo que está mal dentro de nosotros mismos. Tenemos que generar en nuestro interior cambios de raíz. Hace algunos días, un estudio realizado por el Instituto Tecnológico Autónomo de México demostró que cuestiones tan sencillas como saludar a los vecinos o recoger nuestra basura en lugar de tirarla en la calle, pueden ser excelentes herramientas en contra del delito. Esto nos generaría un sentido de pertenencia y nadie en su sano juicio quiere dañar el círculo donde pertenece. El camino no es fácil, nunca lo será. Estamos obligados a luchar contra nuestro enemigo más poderoso: nosotros mismos, pero tengamos que por más que podamos tener contratiempos, siempre tendremos la oportunidad de salir avante. Si en nuestra lucha contra estas conductas caemos 1,000 veces, tendremos la fuerza para levantarnos 1,001. Con pequeñas conductas podremos mejorar de manera sostenible nuestro ambiente. Tengamos en cuenta que los grandes cambios comienzan por pequeñas acciones. Si todos ponemos nuestro grano de arena, podremos solucionar los problemas de raíz y hacer de nuestro país un México mejor.
No sigamos perdiendo el tiempo en culpar a otros de lo que sucede, aceptemos que nuestros actos repercuten directamente en nuestro entorno. Tomemos conciencia de nuestra responsabilidad en la situación actual que vive nuestro país y actuemos. Hagamos algo que de manera eficiente suponga un cambio positivo en nuestro entorno. Recordemos lo que dijo Víctor Hugo: “Tan corta como es la vida, aún la acortamos más por el insensato desperdicio del tiempo”. Ya basta de desperdiciar el tiempo, ha llegado la hora de actuar para hacer un México al nivel de su capacidad, para hacer de nuestro país una potencia mundial.
Benjamín Muñiz Alvarez Del Castillo
Twitter: @Benjamin_Muniz
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