lunes, 26 de septiembre de 2011

El poder del narcomenudeo

En la publicación pasada realicé un recuento respecto a la visita que tuve la oportunidad de hacer con mi familia durante el puente concedido con motivo del aniversario de la Independencia a Veracruz. Desgraciadamente, 2 días después de nuestro regreso de dicha ciudad, el mar del puerto se volvió a ver teñido de rojo, nuevamente, nos encontramos con una marea de sangre.

El martes pasado, 35 cuerpos fueron tirados (bien dijo Carlos Loret de Mola en su “Historias de Reportero” del 22 de septiembre “duro verbo, pero no hay otro”) en un puente ubicado en los límites de los municipios de Veracruz y Boca del Río, frente a la Plaza de las Américas, donde se postra la conocida escultura en honor a los Voladores de Papantla. Nuevamente encontramos la mano del narcotráfico detrás de estos sucesos. Todas las víctimas que fueron dejadas debajo de ese puente, tenían antecedentes penales relacionados, precisamente, con el narcomenudeo. Y por si eso no fuera poco, el jueves 22 aparecieron 14 cuerpos más, el más lejano a 6 kilómetros del hotel donde se estaba llevando a cabo el 11 Encuentro Nacional de Presidentes de Tribunales Superiores de Justicia y Procuradores Generales de Justicia, instalaciones que, por cierto, se encontraban fuertemente resguardadas por elementos de la Marina, el Ejército y la Policía Federal.

A lo largo de los últimos tiempos, se han presentado muchos sucesos de este estilo. Recordemos, por ejemplo, las fosas clandestinas encontradas en San Fernando Tamaulipas, los cadáveres encontrados en el Rio de los Remedios, el cadáver encontrado decapitado frente a las inmediaciones de Televisa Santa Fe, y esto es solo por nombrar algunos, pero en el caso de Veracruz, ¿puede haber alguna diferencia? En “El Asalto a la Razón” publicado en Milenio Diario el 23 de septiembre,  Carlos Marín dice “No parece “coincidencia” que dos días antes (madrugada del lunes) de la aparición de este medio centenar de probables delincuentes en vida (miércoles), se produjera la fuga de 32 reos en tres cárceles veracruzanas distintas (14 ya fueron reaprehendidos)…”

Mi intención en ningún momento es especular, por el contrario, es algo que evito hacer. No me gusta decir algo si no tengo los elementos que lo soporten, pero esta vez, por más que no haya nada (todavía) que demuestre que la fuga de reos y la aparición del medio centenar de cuerpos está ligada, a mi también, como al Sr. Marín, me cuesta mucho trabajo creer que se trate de una mera coincidencia, más teniendo en cuenta que, cuando se habla de delincuencia organizada, las coincidencias raramente existen.

Si tomamos como cierta la hipótesis que estos dos sucesos están relacionados entre ellos, entonces estamos ante un panorama muchísimo más complejo de lo que podemos, a simple vista, imaginar.

No puedo imaginar que una fuga masiva, en la que 32 reos se lograron sustraer de la justicia en 3 penales diferentes dentro del Estado Libre y Soberano de Veracruz de Ignacio de la Llave, haya sido orquestada por un grupo criminal sin la participación de funcionarios públicos. 3 penales de manera simultánea habla de una logística bastante elaborada, en la que se requiere conocer los penales, se requiere saber turnos de los guardias, salidas, etc. Recordemos, además, el gran poder corruptor que tiene el crimen organizado. Reitero, mi intención no es especular, simplemente comparto mi opinión como ciudadano que soy.

Dentro del Encuentro Nacional ya mencionado, durante su discurso inaugural, Marisela Morales, Procuradora General de la República, realizó una acusación que, a primeras luces puede aparecer simplista, pero que una vez que nos detenemos a observarlo, no lo es. La funcionaria manifestaba que la violencia generada por el narcotráfico, la cantidad de muertes, la disputa territorial entre los grandes cárteles, se produce a causa del narcomenudeo. Según palabras de la titular de PGR, los grandes cárteles disputan el poder de ser ellos los que les procuren la droga a los narcomenudistas para que éstos, a su vez, la puedan comercializar con los adictos. La interrogante que puede surgir es ¿qué tienen que ver los narcomenudistas, personas de bajo impacto, en la creciente ola de violencia en que nuestro país se ve inmerso? Todo. Me explico:

Hace algunos años, nuestro país era únicamente territorio de paso de la droga. Ésta salía de Colombia y algunos otros países de Centroamérica con destino a los Estados Unidos. Claro está que el ser territorio de paso generaba muchos problemas para nosotros, porque no solamente éramos territorio de paso, sino que éramos ya la puerta de entrada al destino final. Los narcotraficantes se peleaban entre ellos las rutas de entrada de la mercancía hacia Estados Unidos, pero por más extraño que suene, en esos tiempos los narcotraficantes no buscaban victimar civiles. Los narcos “de la vieja guardia”, como lo fueron Ernesto Fonseca Carrillo, mejor conocido como Don Neto, jefe del Cartel de Guadalajara o su discípulo, Amado Carrillo Fuentes, el Señor de los Cielos, incluso, en sus albores, Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, tenían otra ideología. Si ellos recibían una traición o un golpe por parte de cierta persona, buscaban a esa persona para cobrarle. Es decir, su ideología era “Me la haces tú, tú me la pagas”, no como actualmente vemos que los narcos ya no buscan quien se las hizo, sino quien se las pague. En la actualidad las cosas han cambiado.

Hoy día, no solamente somos territorio de paso, sino que somos territorio de origen. Las drogas consumidas en las grandes ciudades de Estados Unidos, como Los Ángeles y Nueva York son, en su mayoría, producidas en México, es decir, se ha desbancado a Colombia en ser el principal productor de la droga de consumo en Estados Unidos. Evidentemente, esto genera mayores conflictos entre los cárteles, ya que no solo se pelean hoy día la posibilidad de controlar las rutas de acceso al vecino país del norte, sino que también la posibilidad de producir la droga. Pero ante esto, ¿qué tienen que ver los narcomenudistas? En este punto nada, pero si en el siguiente:

Además de habernos convertido en productores de droga, seguir siendo, en menor medida, país de paso, ahora también nos hemos convertido en país de consumo. Los índices de drogadicción en México muestran aumentos alarmantes. Claro que esto abre todavía más el abanico comercial de los capos del narcotráfico. Se ha vuelto un negocio completo: importan, producen, exportan y distribuyen en el mercado nacional su droga. Y es precisamente en esta distribución dentro del mercado nacional donde nos encontramos por el problema generado por los narcomenudistas, ya   que son ellos quienes ponen los estupefacientes al alcance de la población. Honestamente, no me imagino al Chapo distribuyendo drogas directamente a la población, tampoco creo que lo haya hecho Arturo Beltrán Leyva, el Jefe de Jefes, ni su hermano Héctor, el H. Por supuesto que los grandes capos tienen otras cosas en que preocuparse, por lo que, en lugar de buscar llegar ellos directamente a la población consumidora de nuestro país, lo hacen a través de los famosos “dealers”, los narcomenudistas.

Teniendo esto en mente, es evidente que, así como los capos del narcotráfico pelean las rutas de acceso a Estados Unidos, también pelean el control dentro de los narcomenudistas. Un ejemplo muy claro lo encontramos a los pocos días que la Marina abatiera al Jefe de Jefes, quien controlaba el tráfico de drogas en el Distrito Federal. Uno de sus narcomenudistas, quien habitaba en el Ajusco, fue visitado por un nuevo cartel, la Nueva Administración, quienes le comunicaron que, de no tener inconveniente, tendría que comprarles a ellos la droga, dejando de conseguirla a través del cartel del finado Arturo Beltrán. Como esta persona no quiso comprarle a la Nueva Administración, éste grupo decidió que entonces no le iba a comprar a nadie. El resultado: lo mataron junto con su familia dentro de su camioneta. El saldo: 5 personas muertas.

Si nos pusiéramos a analizar cada una de las muertes que se han generado a lo largo de esta guerra contra el narcotráfico, estoy seguro que encontraríamos en la mayoría de ellas un escenario semejante. El narcomenudeo reporta a los grandes magnates del negocio de las drogas dividendos bastante jugosos, los cuales no van a sacrificar fácilmente. Si tienen que matar para tener el control de cierta plaza, lo van a hacer sin dudarlo. Desgraciadamente, hoy día ya no existe esa visión que tenían Don Neto o el Señor de los Cielos, hoy día los narcotraficantes barren parejo sin importarles si entre las víctimas se encuentran niños, mujeres, o personas inocentes.

Marisela Morales hizo un llamado urgente a los Procuradores Generales de Justicia a luchar de manera frontal y eficaz en contra del narcomenudeo porque, una vez controlando esta práctica, se podrán ver disminuciones significativas en los índices de violencia.

Es justamente en este punto donde retomo lo que he comentado en columnas anteriores: el drogadicto no es un delincuente, pero su adicción provoca la comisión de delitos, delitos que, como podemos observar, son verdaderamente graves, que atentan contra la vida y seguridad de las personas y contra la tranquilidad de quienes las atestiguamos.

No voy a desaprovechar la oportunidad de reiterar, una vez más, la necesidad que el Estado genere programas que busquen erradicar el problema de la adicción a las drogas. Disminuyendo la demanda, se verán reducidos los índices de violencia generados a través del control de la oferta.

Benjamín Muñiz Alvarez Del Castillo

Twitter: @Benjamin_Muniz

lunes, 19 de septiembre de 2011

México ¿independiente?

Hace algunos días conmemoramos a lo largo y ancho de nuestro país el 201 aniversario de aquel momento en nuestra historia en que el padre Don Miguel Hidalgo y Costilla, tomando un estandarte de la Virgen de Guadalupe repicó las campanas de su parroquia en Dolores, dando inicio de esta manera a la lucha que culminaría, oficialmente, 11 años después, consumándose la independencia de la otrora Nueva España del yugo de los colonizadores.

Dentro de todo el territorio de los Estados Unidos Mexicanos, miles de familias se dieron cita para celebrar este acontecimiento. Muchas otras salieron a las principales plazas para ver a los ediles dar el grito que conmemora nuestra independencia. En suma, como cada año, se llevó a cabo una fiesta como pocas tenemos a lo largo de los años.

En el marco de estas celebraciones y aprovechando el puente concedido, tuve la oportunidad de viajar con mi familia al puerto de Veracruz. En los pocos días que disfrute de esta maravillosa ciudad, hubo varios acontecimientos que dejaron una honda huella en mi persona.

En primer lugar, quedé impactado con la cantidad de historia que tiene el puerto. Es evidente que Veracruz ha desempeñado un papel importantísimo en los acontecimientos nacionales. Recordemos que Hernán Cortés llegó a México a través de la Villa Rica de la Vera Cruz. Posteriormente, una vez obtenida nuestra Independencia, Veracruz se vio asediada por el último bastión español que se negaba a aceptarnos como país independiente, quienes bombardearon incansablemente el puerto desde el Castillo de San Juan de Ulúa hasta que, en 1825 el General Miguel Barragán junto con sus tropas, logró la capitulación de la Fortaleza. Además de todo esto, Veracruz es la única ciudad de México que es cuatro veces heroica por haber sido escenario de cuatro de los acontecimientos más importantes en la defensa de la soberanía nacional en los que se luchó en contra de invasores extranjeros:

ü      Como ya se dijo, la rendición de las últimas fuerzas españolas guarnecidas en la fortaleza de San Juan de Ulúa el 18 de noviembre de 0825;
ü      El 27 de noviembre de 1838, por el bombardeo de las fuerzas francesas durante la Guerra de los Pasteles;
ü      El 33 de marzo de 1847 por la defensa en contra de las fuerzas estadounidenses en la Guerra de Intervención Estadounidense, en la que perdimos gran parte de nuestro territorio nacional;
ü      El 21 y 22 de abril de 1914 por la defensa ante el desembarco de tropas estadounidenses.

¿Por qué es importante hablar de la historia? Porque a final de cuentas, la historia es lo que ha marcado lo que somos, nos ha creado. Es imposible concebir el mundo de hoy si no tenemos el antecedente histórico. Además, la historia mexicana es muy rica, muy profunda y como ciudadanos, deberíamos conocerla.

Otro punto que me sorprendió es la belleza natural del puerto. La Isla de los Sacrificios, una isla llena de historia y misticismo prehispánico, Canuncito, los corales, los erizos, pepinos de mar, en fin, tantas especies acuáticas que bien merecen una mención en estas líneas, pero sobre todo, merecen ser vistas, apreciadas y cuidadas como lo que son, seres vivos, que tienen el derecho a vivir en un ambiente limpio y cuidado. Esa es nuestra responsabilidad, dejar de contaminar el hábitat de nuestra fauna.

Mención aparte merece San Juan de Ulúa, y todas las funciones que dicho Baluarte ha tenido a lo largo de la historia. Edificado por órdenes de Hernán Cortes para defender la colonia, se convirtió posteriormente en el último recoveco en que los españoles buscaron retomar el control sobre el ya independiente México, hasta que el 18 de noviembre de 1825 recapituló. Posteriormente, desde su interior se defendió la soberanía de nuestro país, fue ocupada por el ejército francés durante la Guerra de los Pasteles, ocupada por las tropas Estadounidenses durante la Intervención de 1847, fue prisión política, sobre todo durante la dictadura de Don Porfirio Díaz y fue sede del Poder Ejecutivo Federal en 1915, cuando Venustiano Carranza decide utilizar el fuerte como sede de su gobierno. Sus muros aprisionaron a diversos personajes de nuestra historia, tal como Fray Servando Teresa de Mier, Benito Juárez y el mismo Don Porfirio Díaz. Uno de los personajes más famosos que piso dicha prisión fue Jesús Arriaga, mejor conocido como “Chucho el Roto” quien se dice logró escapar varias veces. Sin embargo, la evidencia muestra que la figura de Chucho el Roto tiene más misticismo que realidad atribuyéndosele, incluso, el haber escapado de la fortaleza, lo que si fue conseguido por Don Porfirio.

Un cuarto punto que llamó mi atención es la seguridad que existe hoy día en el puerto. Si bien es cierto que ahí se han librado sangrientos enfrentamientos entre los hampones del crimen organizado y las fuerzas federales, también lo es que en la actualidad se respira una calma relativa. No podemos hablar de una calma total porque todavía estamos lejos de alcanzarla, pero se han dado pasos contundentes hacia este fin. Sobre este punto, no puedo sacar de mi cabeza las palabras que nos dijo un taxista un día camino al Acuario de Veracruz. Hablábamos acerca de cómo está la ciudad, como la veía yo como turista, que la veía bien y  me dijo “Si joven, usted la ve bien ahorita, pero no fue siempre así. Hace no mucho íbamos circulando por las calles y nos encontrábamos muertos, nos tocaban las balaceras. La policía no podía contra los narcos, pero gracias a Dios mandaron a la Marina. Desde que ellos legaron las cosas han mejorado, porque aquí ya era tierra del narco”.

Estas palabras me las dijo el sábado 17 y no he podido dejar de pensar en ellas. Estoy consciente que la guerra contra el narcotráfico o el patrullar las calles no son las funciones para las cuales el Ejército o la Marina fueron creados. Estoy convencido que las Fuerzas Armadas nacionales deben tener funciones diferentes a los cuerpos policiales, su función es defender la soberanía de nuestro país. No dudo de esto. Sin embargo este comentario si me hizo dudar de algo. En general, yo consideraba que, aún cuando el trabajo de las Fuerzas Armadas ha sido importante, se debía considerar la posibilidad de que éstos regresen a sus cuarteles y sean los policías quienes se encarguen de continuar la lucha contra el narcotráfico, sin embargo, después de la conversación que tuve con ese taxista, una persona que ha vivido en carne propia los embates del crimen organizado, que ha visto cadáveres en las calles, que se ha tenido que salvaguardar durante una balacera, me hace pensar que probablemente lo mejor no sea regresar al Ejército a sus cuarteles, sino mas bien, generar un marco jurídico en que se establezcan de manera clara las limitantes a su actuar, buscando salvaguardar en todo momento los derechos humanos. ¿Por qué creo esto? La respuesta es muy simple. Es evidente que los Policías Municipales, ganando aproximadamente 4 mil pesos al mes, con armamento obsoleto, no se van a enfrentar al poder de fuego con el que cuentan los narcos. No les podemos exigir que lo hagan, no tienen los elementos ni las condiciones para hacerlo. Si el poder de fuego de nuestras Fuerzas Armadas es inferior al del narcotráfico, ¿cuánto más no lo será el de las corporaciones policiacas? ¿Es posible que un policía con una pistola en malas condiciones, que probablemente se encasquille al momento de disparar, se enfrente con un sicario con armas de alto calibre? ¿Alguno de nosotros lo haría? Honestamente lo dudo. Por esto considero que hasta en tanto no se resuelva esta lucha frontal contra la delincuencia organizada, no podremos prescindir de las Fuerzas Armadas. Esto no quiere decir que apoye por completo la estrategia que ha empleado el Presidente Felipe Calderón, por el contrario, siempre he mantenido que la misma es incompleta. La lucha frontal se tiene que dar para terminar con este flagelo, de acuerdo, pero es igual o más importante prevenir la incursión de nuevas generaciones a las filas de los sicarios, de lo contrario, como lo he manifestado en publicaciones pasadas, se estará generando únicamente un problema de mayores dimensiones y mucho más difícil de enfrentar.

Recuerdo que durante los Diálogos por la Paz celebrados en el Castillo de Chapultepec, el Presidente Calderón le manifestó a Javier Sicilia su disposición para revisar la estrategia y, en caso de ser necesario, realizar las adecuaciones conducentes. Yo no soy Javier Sicilia, afortunadamente no he perdido familiares ni amigos a manos del narcotráfico, pero esto no quiere decir que no me duela lo que pasa en mi país. Es por esto que de la manera más respetuosa, hago un llamado al Presidente de la República, para que haga un replanteamiento de la estrategia con la que está llevando a cabo su lucha contra el narcotráfico para completarla y hacerla más eficiente.

Hace 201 años iniciamos la batalla por nuestra independencia. Mi pregunta es, ¿cuándo va a terminar? Logramos liberarnos del yugo español, pero jamás nos hemos logrado de un yugo todavía más pesado, el yugo de nosotros mismos. Pudimos dejar atrás las opresiones que vivimos a manos de los españoles, pero jamás nos hemos independizado de nuestros vicios, de nuestras fallas, por el contrario, nos escudamos en ellas.

Somos un país con una riqueza natural y cultural sumamente importante, pero como personas, como ciudadanos, dejamos mucho que desear. Una de las cosas que más me marcó, no solamente durante este viaje a Veracruz, sino durante los viajes que he realizado a algunas playas mexicanas, es ver que, invariablemente, están sucias y lo que más duele es ver que no son los turistas extranjeros los que las ensucian, somos nosotros mismos, los mexicanos, los ciudadanos de este país, los que deberíamos ser los principales interesados en conservarlo y en lugar de esto, nos dedicamos a destruir poco a poco nuestro medio ambiente, contaminamos nuestras playas, mares y ríos. Como ejemplo, tocaré el tema de la Isla de los Sacrificios.

La Isla de los Sacrificios es una isla que tuvo mucha importancia en las civilizaciones prehispánicas. En momentos de adversidad en cuanto a cosechas, los totonacas tomaban a bellas doncellas, las llevaban a la Isla y las sacrificaban, sacándoles el corazón y demás órganos, dejándolos ahí para que fueran consumidos por sus dioses. A la mañana siguiente regresaban y descubrían que los órganos habían sido consumidos por sus dioses, por lo que creían que éstos estaban contentos con la población. Al llegar Juan de Grijalva, se percata de los sacrificios realizados y, en lugar de atacar a los indígenas, decide estudiar sus costumbres, percatándose que las viseras no eran consumidas por los dioses, sino por los pelicanos y las gaviotas. Durante mucho tiempo, la Isla de los Sacrificios fue una atracción turística. En su superficie se podía desembarcar, había restaurantes para que los turistas pudieran pasar el día completo ahí, sin embargo, la destrucción del ser humano no tiene límites. La Isla fue dañada al grado que el Gobierno Federal la decretó como Zona Protegida. Cuando fueron a limpiarla, se extrajeron alrededor de 2 toneladas de basura. Hoy día nadie puede desembarcar en la Isla de los Sacrificios. Desgraciadamente, nuestra falta de respeto hacia el medio ambiente ha sido tal que la Secretaría de Marina Armada de México hoy día es la Institución responsable de custodiar la Isla. ¿Vamos a reaccionar algún día o tendremos que esperar a que todas nuestras playas sean declaradas zonas protegidas?

Tenemos muchas cosas por hacer, muchas cuestiones que mejorar. Estoy totalmente convencido que el drogadicto no es un delincuente, pero también estoy convencido que el hecho que no lo sea no quiere decir que el Estado no deba poner especial atención en estas personas. No debemos perder de vista que, aun cuando la adicción es una enfermedad y no un delito, su enfermedad conlleva la comisión de delitos, delitos que a últimas fechas, han cobrado la vida de miles de personas inocentes. Si queremos detener este derramamiento de sangre, es necesario controlar, no la oferta de la droga, sino más bien la demanda de la misma. Se debe realizar un censo de personas con adicción, para poder brindarles un tratamiento efectivo que les permita salir de ese infierno.

No obstante todo lo anterior, no puedo dejar de reconocer la calidez del mexicano, la amabilidad, la disposición. Somos un pueblo complejo, complicado, ambivalente. Por un lado, como bien dice el Dr. Luis Rodríguez Manzanera, somos capaces de morir por una mujer en el cortejo, pero por otra parte, las llamamos despectivamente “viejas”, y es precisamente esa ambivalencia las que nos mete en problemas, la que hace que sea tan difícil encontrar programas que ayuden a mejorar nuestras condiciones de vida. En verdad, es urgente que nos independicemos de nuestros vicios y nos aferremos a nuestras virtudes, no para mantenernos en una zona de confort, sino por el contrario, para generar día con día más virtudes que nos lleven a la meta de ser un país ejemplar, el país de primer mundo que podemos ser.

No tenía la fortuna de conocer Veracruz y puedo decir que quedé gratamente complacido. La calidez de la gente, la gastronomía, la historia. Definitivamente regresaré buscando adentrarme más a su historia porque a final de cuentas, aunado a lo ya descrito, Veracruz fue y sigue siendo una pieza de gran importancia para México.

Tocando un tema diferente, hoy se conmemora el XXVI aniversario del terremoto de 1985. Mucho hemos aprendido desde entonces y aún cuando nos falta mucho por hacer en materia de protección civil, vamos avanzando por buen camino. Esperemos que lo que hemos hecho sea suficiente para que, en caso de enfrentarnos nuevamente con un suceso de esta índole, podamos mantener el número de víctimas en su más mínima expresión.

Benjamín Muñiz Alvarez Del Castillo
Twitter: @Benjamin_Muniz

lunes, 12 de septiembre de 2011

Oportunidades iguales para todos

La semana pasada leí, nuevamente, los “Elementos para la Construcción de una Política de Estado para la Seguridad y la Justicia en Democracia”, escritos de manera conjunta por la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional y me detuve en un punto que llamó profundamente mi atención. En el primer párrafo de la página 33 del mencionado documento, se puede leer textualmente: “La reclusión para jóvenes sólo debe ser un recurso extremo del Estado, nunca el primero”.

Ante esta frase, surgió en mí una profunda inquietud respecto al motivo por el cual muchos jóvenes caen en este tipo de conductas.

Sin pretender justificar el motivo por el cual muchos jóvenes incurren en delitos, lo cierto es que, en diversas ocasiones, esto obedece a la falta de oportunidades. Debemos tener en cuenta que en los jóvenes descansa el futuro y el presente de nuestro país. Nosotros seremos las próximas generaciones, los que estaremos al frente de las actividades. Es por este motivo que, en lugar de recluirlos en instalaciones que han demostrado su ineficacia, se deben generar tratamientos en libertad que coadyuven a una verdadera readaptación, así como oportunidades para dotarlos con las herramientas necesarias para encarar sus necesidades. Desgraciadamente, esta opinión no es compartida por el Dr. Edgar Elías Azar, Presidente del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, quien solicitó se retome la iniciativa presentada por dicho órgano jurisdiccional para que se eleve la pena de 7 a 10 años de reclusión para menores infractores. Es una tristeza saber que el Presidente del Poder Judicial del Distrito Federal solicité incrementar las penas, sabiendo que los efectos pueden ser, y muy seguramente serán, adversos. En lugar de esto deberíamos, como dice el Dr. Luis Rodríguez Manzanera, alcanzar la justicia social en su más amplia acepción, permitiendo a los menores el acceso a diversos derechos y satisfactores y en una palabra, el desarrollo social (RODRÍGUEZ MANZANERA Luis, “Criminalidad de Menores, 4ª Edición2, Ed. Porrúa, México, 2004, p. 450).

En este punto, debemos aceptar además que se ha hecho un uso abusivo de la pena privativa de la libertad. Es urgente que busquemos mecanismos alternos que, de manera sustentable, puedan sustituir esta medida, en virtud de que, actualmente, la prisión genera más desventajas que beneficios. La reclusión se debe aplicar únicamente tratándose de ciertos delitos de alto impacto que generan una severa lesión en contra de la sociedad.

Aunado a esto, en la Reforma Constitucional que en materia de Seguridad Pública se llevó a cabo en el año 2008, se realizó un cambio que a simple vista pudiera parecer insignificante, pero que definitivamente no lo es. Se suplió la obligación de readaptación por la de reinserción. Esta modificación, aunque pequeña, genera un cambio radical en el objetivo principal de la aplicación de las penas, ¿por qué? La respuesta es muy simple: la readaptación implica llevar a cabo ciertas actividades con la finalidad de adaptar nuevamente al delincuente a la vida social, la reinserción no. Ejemplifiquemos un poco, supongamos que tenemos un librero lleno de ejemplares. Uno de ellos se encuentra roto de la carátula. La readaptación en este caso, implicaría sacarlo del estante y llevar a cabo las actividades que fueran necesarias para regresarle al mencionado libro su funcionalidad completa, es decir, arreglarlo. En el caso de la reinserción, se está omitiendo la obligación de “arreglar” al delincuente. La obligación únicamente se reduce a tenerlo retenido para, posteriormente, reinsertarlo a la sociedad. Se viola el que, en teoría, es el fin de la prisión: la readaptación. Por este motivo es urgente que se le otorgue a la readaptación, nuevamente, rango constitucional.

En sus Elementos, la UNAM, en su propuesta 25 establece la necesidad de “Despenalizar aquellas conductas que no atentan en forma importante contra la sociedad y trasladar la atención de las mismas a otras esferas, como la administrativa”.  Sobre este particular, considero que la mediación podría ser una excelente herramienta para la resolución de controversias que emanen de faltas no graves y en las cuales se vean lesionados derechos entre particulares, y no de la sociedad. La mediación debe estar perfectamente regulada para que pueda alcanzar los objetivos para los que fue concebida y se pueda proporcionar justicia de manera pronta y expedita.

Igualmente, la UNAM propone en su numeral 2 del apartado 5 del mencionado documento que es necesario generar los consensos políticos y sociales necesarios para dar un giro inmediato en las estrategias de seguridad, centrándolas en la prevención del delito, el abatimiento de la impunidad, la reducción del número de muertes y de lesionados, la preservación de la integridad de las personas y la defensa de sus derechos humanos.

Al respecto considero que existen varios puntos importantes. En primer lugar, se puede desprender que el punto medular de cualquier política de Estado en materia de seguridad pública, debe ser la prevención del delito. Si las políticas se centran únicamente en sistemas represivos y correctivos, estos únicamente demostrarán, como de hecho ha pasado, su ineficacia para frenar el incremento en los índices delictivos. La única forma sostenible para generar seguridad pública, es a través de programas y acciones concretas que eviten la generación de conductas que puedan ser constitutivas de delito.

En segundo lugar, el abatimiento a la impunidad es un tema por demás complejo. La impunidad nace de una colusión entre autoridades y sociedad. Una persona, como lo mencioné en publicaciones anteriores, puede salir librado impunemente con solamente pagar una “pena extrajudicial”.

Respecto a la reducción del número de muertes y de lesionados, es necesario generar una estrategia mucho más profunda en el ataque al narcotráfico. Esta estrategia debe incluir herramientas eficaces para evitar que los jóvenes se integren a las filas del crimen organizado. Una opción que consideró efectiva, sería atacar de manera frontal el aparato financiero de los cárteles. Aquí entra un punto de vital importancia. El ataque al lavado de dinero. El primer objetivo al emprender este ataque debe ser exactamente la disminución del poder económico de las bandas del crimen organizado. Si se logra este punto, el narcotráfico se vería imposibilitado a adquirir nuevos recursos materiales (armas, vehículos, equipos de telecomunicación, insumos para la fabricación de drogas, etc.) así como recursos humanos. Para esto, hay que ser extremadamente cuidadosos en la elaboración de un plan que no tenga laguna alguna, porque intentar congelar los recursos del crimen organizado sin tener un plan sólido, podría recrudecer la comisión de ciertos tipos de delitos para hacerse de los recursos financieros necesarios, como lo son el secuestro y la extorsión.

La preservación de la integridad de las personas y la defensa de sus derechos humanos juega, o debería jugar un papel importantísimo en la búsqueda por restablecer el orden social. Debemos de tener permanentemente en la cabeza que el gobierno se debe a su pueblo y por tal motivo está obligado a salvaguardarlo a toda costa. En cuanto al respeto y la defensa de los derechos humanos, éste debe ser el eje sobre el que gire cualquier acción tendiente a mejorar las condiciones de seguridad pública. Cualquier política que atente contra de los derechos humanos, únicamente generará tiranía, cuyos resultados son por todos conocidos. Al principio se podrá mantener una aparente calma, sin embargo, a la larga, se generarán actos de violencia mucho más severos.

¿Qué hacer entonces?

Se debe generar un plan para dotar a los jóvenes de las oportunidades necesarias para poder enfrentar, dentro de los márgenes de la legalidad, los retos que la vida misma representa. Para este plan es imprescindible la actuación conjunta, dentro del ámbito de sus respectivas competencias, del gobierno y la sociedad, específicamente, las familias.

¿Cuál es la competencia de las familias en este tema? La respuesta es muy simple y muy clara. La educación viene del hogar. Desgraciadamente, los hogares disfuncionales han intentado cambiar esta verdad y le han cedido completamente a las escuelas la responsabilidad de educar. No hay nada más falso que esto. La escuela es simplemente una institución donde se instruye a los alumnos en ciertas áreas especializadas del saber, pero en la cuestión educativa, hablando de los valores y los límites, la escuela no hace (o por lo menos así debiera ser) sino reforzar lo que se  gesta en el hogar. Gran parte del deterioro social se debe precisamente al hecho que se han delegado a las escuelas las responsabilidades que son única y exclusivamente competencia de los hogares. Es por este motivo que el primer punto inamovible del plan de prevención que se propone, debe ser precisamente concientizar a los padres de la importancia de brindar, dentro del seno de la familia, una educación integral, que comprenda la vinculación con los valores éticos y morales, que proporcione a los menores integridad, respeto por las normas, por las personas, una educación que se base en la libertad para que los menores puedan ser ellos mismos, pero con los límites necesarios para ir forjando su carácter. Es vital llevar eso a cabo. Si no existe esta base dentro de los hogares, cualquier programa o plan desarrollado por cualquier gobierno, emane del partido del que emane, será insuficiente.

Sobre este mismo tenor, la sociedad debe abrir los ojos y aceptar que los niveles de violencia que hoy día se presentan en los videojuegos y programas televisivos “para niños” no tienen control. Vemos que hoy día los programas de televisión y los juegos de video han hecho un tributo al derramamiento de sangre y a la cultura del homicidio y la violencia. Es evidente que esto repercute de manera negativa en el desarrollo humano de los niños y jóvenes. Se ha hecho común, incluso, al parecer, normal, resolver cualquier tipo de conflicto a través de la agresión, eso es lo que a nuestros niños y jóvenes ha generado el que hayamos otorgado a la televisión la facultad y potestad de educar. La violencia generada por este tipo circunstancias tiene solución, simplemente es necesario que retomemos la responsabilidad de nuestros actos.

Respecto a la competencia del gobierno y lo que éste debe tener en mente para la creación de este plan es precisamente generar las oportunidades para los jóvenes. Se sugieren cuatro rubros mínimos que el Estado deberá garantizar: oportunidad a la educación, a la recreación, a la salud y al mercado laboral.

Respecto a la educación, ésta debe ser tomada en consideración para la generación de políticas de prevención del delito, así como prevención de las adicciones, por la importancia que repercute en la vida de los alumnos. Generar programas que eviten o reduzcan, en la medida de lo posible, la deserción escolar generará un cambio significativo en la calidad de vida de los estudiantes y, por consiguiente, en la sociedad. Es por este motivo que el Estado debe garantizar el cumplimiento a la obligación que le fue impuesta en el artículo 3 de nuestra Ley Fundamental de otorgar, gratuitamente y con altos índices de calidad, educación tendiente a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano, fomentando en él el amor a la Patria y lo conciencia de la solidaridad, así como luchar contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios. Sobre este tema, sugiero, dado el altísimo grado de deserción en el nivel de educación preparatoria, reformar el citado artículo 3 constitucional para otorgar a la educación media superior el carácter de obligatoria.

Por lo que hace a las actividades deportivas, culturales y recreativas, es necesario generar un ambiente propicio para el desarrollo de las mismas. El conjunto de educación y actividades deportivas es un binomio que no debería desperdiciarse. El deporte evita el ocio, genera actividad física, evita la incursión en conductas delictivas, el consumo de drogas, alcohol y otras sustancias dañinas. Igualmente, las actividades culturales permiten un acercamiento al arte en cualquier de sus manifestaciones, evita que, en tiempos libres, la mente divague. Recordemos que una mente desocupada es un excelente lugar para la gestación de cualquier tipo de vicio. En lugar de permitir esto, debemos de generar en nuestros jóvenes el hábito de la lectura, el acercamiento al teatro, a la pintura, la poesía. Cualquier actividad cultural mantiene una mente sana, es por este motivo que, consciente de la importancia que la cultura tiene en la prevención del delito, hace algunas semanas el Dr. Miguel Ángel Mancera Espinosa, Procurador General de Justicia del Distrito Federal, suscribió un convenio de colaboración con Gerardo Quiroz, Director General del Teatro Polyforum Siqueiros a efecto de crear una red de prevención del delito. De manera similar, las actividades recreativas son necesarias para un sano desarrollo. No todo en la vida es aprender, ejercitarte, estudiar. También es necesario distraernos de nuestras actividades, tener tiempo para divertirnos, para salir de la rutina. Es por este motivo que es de vital importancia generar actividades recreativas que se puedan llevar a cabo en ambientes seguros, alejados de las drogas. Es innegable que una persona completa en todos los sentidos, que tenga oportunidades sostenibles para estudiar, hacer deporte, recrearse, cultivarse, será mucho menos propensa a cometer delitos.

Otro factor fundamental que debe cuidarse es la generación de oportunidades para ingresar a los sistemas de salud. En este punto en específico es de reconocerse el esfuerzo que ha realizado el Gobierno Federal a través del Seguro Popular. Evidentemente, todavía hay mucho por hacer pero este es un excelente comienzo. Hay muchos motivos por los cuales el acceso a la salud es primordial: uno de ellos es que, cuando alguien tiene un pariente enfermo es necesario sufragar grandes cantidades de dinero para poder cubrir las necesidades de atención médica y la adquisición de medicamentos. En caso de que dicha persona no cuente con los recursos necesarios para este fin, saldrá a conseguirlos de cualquier manera, llegando incluso a delinquir para obtener la suma necesaria. Otro elemento que hace del acceso a la salud un tema prioritario es que a través de adecuados planes de prevención, se podrá impedir que los jóvenes caigan en las redes de la drogadicción. Debemos recordar que el adicto es un enfermo, no un delincuente. El tema de las adicciones es un problema de salud pública, no de seguridad nacional. Sin embargo, estoy consciente que aun cuando el adicto no es un delincuente, su adicción si genera, de manera indirecta, la comisión de delitos, como lo es el narcotráfico, es por este motivo que las autoridades deben generar planes para reducir la demanda de drogas y no buscar el control de la oferta. Una reducción en la demanda, generará, lógicamente, un decremento en la oferta.

Respecto a este punto en específico, me uno a la propuesta realizada por un muy querido profesor, el Dr. Mario Rodríguez López, quien establece la necesidad de crear un Instituto Federal contra las Adicciones que se convierta en garante del  Control Estatal del Consumo de Drogas y Estupefacientes, que comprende las fases de censo de adictos, registro e identificación, control del consumo, programas de deshabituación y seguimiento. A través de este programa, el gobierno deberá acopiar las drogas y estupefacientes necesarios para lograr una deshabituación paulatina de los adictos. Esto de ninguna manera quiere decir que las drogas deban legalizarse, sino por el contrario, debe regularse su uso por instituciones de salud pública con el único fin de controlar el consumo para lograr la deshabituación que repercuta en una disminución de la demanda.

Por supuesto, otro factor determinante en la generación de un plan de prevención del delito es el acceso a oportunidades laborales. Al igual que el tema de la educación, ofrecer a los jóvenes oportunidades de tener un empleo digno y bien remunerado ayudará sustancialmente en la tarea de prevenir el delito. No obstante, el ofrecimiento de oportunidades no debe reducirse únicamente a los jóvenes. Las personas adultas también tienen este derecho. La remuneración adecuada y suficiente para cubrir las necesidades más básicas que tiene el ser humano generará un ambiente en el que no sea necesario desplegar conductas ilícitas para cubrir las mismas. Es necesario que la población en edad productiva se involucre en actividades laborales en las que puedan ser recompensados con una paga digna y suficiente para mantenerse a sí mismos y a sus familias. Además de esto, impulsar las actividades laborales, generará que la producción nacional crezca, generando un incremento en las finanzas públicas que, necesariamente deberán repercutir en la creación de nuevos programas que tengan como objetivo principal el mejoramiento de la calidad de vida de los mexicanos.

Como se puede observar a lo largo de este documento, aún hay muchas cosas por hacer, el trabajo que se cierne frente a nosotros es arduo, pero estoy cierto que de luchar por alcanzar estos objetivos, el futuro que tendremos como mexicanos será infinitamente mejor. Por esto hago el llamado a ensuciarnos, a meternos en el lodo, para trabajar desde la trinchera y generar las condiciones para que los resultados anhelados puedan llegar al fin.

Y ya que en estas líneas he tocado la importancia de la familia, aprovecho para felicitar por ser hoy su cumpleaños, a una gran mujer y mejor madre, a mi esposa Tania, quien ha sido un apoyo imprescindible para quien estas líneas escribe en la consecución de sus sueños. Porque como diría el Maestro Mario Benedetti: “Si te quiero es porque sos mi amor, mi cómplice y todo, y en la calle codo a codo somos mucho más que dos”. A ti Flaquita, todo mi amor.

Benjamín Muñiz Alvarez Del Castillo
Twitter: @Benjamin_Muniz

lunes, 5 de septiembre de 2011

La revolución de los espejos

Es por todos sabido que la calidad de un producto depende de la calidad de cada uno de los elementos que lo integran. De esta manera, un producto creado con elementos de alta calidad, será un excelente producto, por el contrario, uno creado con elementos de calidad inferior, será un producto deficiente. Ahora bien, veamos a nuestra sociedad como un producto cuyos componentes más elementales son las personas, los ciudadanos. El nivel de calidad de nuestra sociedad depende de la calidad humana de nosotros en lo individual. Es muy difícil aceptar que lo que vivimos como sociedad es reflejo de lo que somos como personas.

En alguna ocasión uno de mis profesores universitarios, el Mtro. Esteban Ruíz Ponce Madrid, en la cátedra de Teoría de la Constitución, nos dijo que si él estuviera a cargo de organizar una revolución, lejos de repartir armas, repartiría espejos. De esta manera, cada uno de nosotros veríamos nuestro reflejo, nuestra manera de actuar, de reaccionar. Ha pasado ya algún tiempo desde que escuché dicho comentario y no pudo sino estar de acuerdo. Antes que nada, debemos analizarnos a nosotros mismos para, posteriormente, poder tomar las decisiones adecuadas.

El hecho de aceptar que la sociedad es un claro reflejo de lo que nosotros somos como individuos, nos abre un espacio inmejorable para reflexionar. ¿Qué es lo que la sociedad está reflejando de nosotros?

Me queda claro que en lo personal tenemos muchos defectos, a final de cuentas, somos seres humanos, imperfectos, sin embargo, hay algunos más graves que requieren nuestra inmediata atención. Ejemplos de ciertas conductas lesivas, no solo para nosotros sino también para la sociedad, las encontramos en todo momento, hacia donde volteemos la mirada, seguramente veremos más de una de estas conductas.

Estamos acostumbrados, por ejemplo, a hacer las cosas a nuestra manera, en nuestro tiempo, de conformidad con nuestros criterios y lo que nosotros consideramos importante o necesario. Actuamos, en muchas ocasiones, sin importar las consecuencias de nuestros actos o si éstas van a dañarnos o a lesionar a las personas cercanas a nosotros. Olvidamos que, tal como dice un proverbio chino, “El aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un tsunami del otro lado del mundo”. Para nosotros el hecho que nuestro derecho termine donde empieza el de otro, no es más que letra muerta.

Desgraciadamente estamos acostumbrados a vivir llenos de vicios en lugar de virtudes. Utilizamos la traición e la hipocresía como moneda de cambio. Somos expertos en lograr ganar la confianza de las personas para, en cualquier descuido o cuando mejor nos convenga, clavar la estocada por la espalda. Ganamos la confianza de las personas que nos rodean y, a cambio, los traicionamos. Es muy triste ver como hay personas que aprovechan que otros les abren las puertas de sus vidas y solamente utilizan esta circunstancia para aprovecharse, para obtener ciertas ventajas y después traicionar y lastimar. Para muchos, la vida humana es únicamente un instrumento para alcanzar objetivos. Lo peor, ven a las personas como algo sin valor, algo que puede ser desechado una vez que cumplió con su cometido.

Otro aspecto que vemos con demasiada frecuencia es nuestra incapacidad de aceptar los triunfos de otros. Si nosotros no triunfamos, ¿por qué otros si? Si nosotros ya triunfamos, ¿por qué aceptar competencia? Es decir, cuando vemos que alguien comienza a ascender, lo jalamos para abajo para impedirlo o, en caso de que nosotros ya estemos arriba, lo empujamos para que caiga. ¿Es posible prosperar así? Obviamente no. En lugar de apoyar a alguien en su crecimiento, de impulsarlo para que siga subiendo, somos lastres que los mantienen estancados, los aprisionamos en la mediocridad. Volviendo al proverbio chino, si uno de nosotros prospera, los demás nos veremos beneficiados.

Estas conductas se presentan también, de manera muy seguida, en grupos de trabajo. Son pocos los que se pueden denominar en verdad equipos. Vemos que, con frecuencia, estos grupos no son más que un conjunto de personas vinculadas entre sí únicamente por las funciones que son desempeñadas, pero que no comparten el sentido de ética, de trabajo en equipo. Lo importante para cada uno de ellos es quedar bien en lo individual. No existe un equipo. Muchos excelentes proyectos han fracasado por esto.

Pero hay algo todavía peor, cuando en las familias, el núcleo mismo de nuestra sociedad, se presenta esta circunstancia. ¿Cuántos matrimonios no han terminado en divorcio por esto? Los padres se olvidan que son un equipo en una de las tareas más complejas y más importantes de la vida: la formación de seres humanos. En lugar de buscar crear ambientes propicios para el sano desarrollo de los hijos, comienzan a competir entre ellos, buscan eclipsarse, dejan de lado el equipo para volverse adversarios. Al final del día, terminan destruyendo lo poco o mucho que habían logrado construir. Pero estas cuestiones inherentes al ámbito familiar, ¿qué tiene que ver con la prevención del delito? Por más que no lo parezca, tiene mucho que ver. Es claro que las conductas descritas generan conflictos en los hijos. ¿Cuántos jóvenes que viven situaciones de esta índole, al ver desquebrajado su guarida, buscan refugio en diversas actividades dañinas: sexo irresponsable, alcoholismo, drogadicción, entre tantas otras? Es claro que estas actividades generan delitos como pueden ser la trata de personas, el narcotráfico, entre tantos otros. Esta ruptura del tejido social y la incapacidad (incluso, falta de interés) para su reconstrucción, repercute en un incremento en los índices delictivos.

Como individuos tenemos demasiados puntos negativos. Algunos de ellos requieren acciones urgentes para erradicarlos: la hipocresía, la traición, la doble moral. ¿Dónde quedó el altísimo valor ético de nuestras culturas prehispánicas, especialmente de la azteca? ¿No quedan entre nosotros personas íntegras, de una sola pieza? ¿La única manera para conseguir el éxito, ya sea profesional o personal, es a través de la traición? ¿Vale más para nosotros unas cuantas monedas de oro que nuestros principios fundamentales? Si algo tengo claro es que la sociedad está tan mal porque hemos dejado de observar los principios que nos fueron inculcados. Hoy día vale más una persona sin escrúpulos, que sea capaz de hacer cualquier cosa por conseguir un objetivo, que una persona con moral, con valores, ¿y nos sorprendemos por qué el mundo está caminando hacia su destrucción? Lo que está sucediendo no es sino una consecuencia de nuestros actos.

Considero que es evidente que el tipo de conductas como las ya descritas, entre tantísimas otras, generan un ambiente de violencia por medio del cual se crea un clima propicio para la delincuencia. No existe un sentimiento de equipo, somos simplemente un grupo de personas que tienen en común ciertos rasgos, pero no una identidad. Es por esto que no nos tocamos el corazón para dañar al prójimo.

Si buscamos el bien común, si logramos que nuestro país se convierta en un mejor México, es evidente que tendremos mayores oportunidades, mejores empleos, mejor calidad de vida. A mí me pesa ver como muchos políticos sacrifican lo que México necesita, sacrifican la búsqueda del bien común para buscar únicamente satisfacciones personales o partidistas. Ellos no se dan cuenta que si el país está bien, si la prioridad número uno de la clase política fuera anteponer las necesidades nacionales, en consecuencia, sus intereses personales se verían satisfechos. Un mejor país propicia a mejores condiciones de vida, por eso debemos buscar el bien común. Jacinto Benavente tocaba este tema de manera terminante al decir: “El único egoísmo aceptable es el procurar que todos estén bien para estar uno mejor”.

Es por este motivo que yo me uno al llamado del Mtro. Ruiz Ponce. Es el momento de generar una revolución. No una revolución armada, no una revolución encaminada a destituir a cierto régimen político. Requerimos una revolución pacífica que tenga como objetivo primero el derrocarnos a nosotros mismos, vencer nuestros vicios, nuestras fallas. Una vez logrado esto, consecuentemente, podremos buscar un país mejor. Yo me uno a los organizadores de esta revolución y por tal motivo, a través de este escrito, te entrego un espejo, para que te analices, para que veas que puedes mejorar en ti. Esta publicación es un llamado a nuestra conciencia. Debemos utilizar estos espejos como armas, no para utilizarlos en contra de otros, sino para utilizarlos contra lo que está mal dentro de nosotros mismos. Tenemos que generar en nuestro interior cambios de raíz. Hace algunos días, un estudio realizado por el Instituto Tecnológico Autónomo de México demostró que cuestiones tan sencillas como saludar a los vecinos o recoger nuestra basura en lugar de tirarla en la calle, pueden ser excelentes herramientas en contra del delito. Esto nos generaría un sentido de pertenencia y nadie en su sano juicio quiere dañar el círculo donde pertenece. El camino no es fácil, nunca lo será. Estamos obligados a luchar contra nuestro enemigo más poderoso: nosotros mismos, pero tengamos que por más que podamos tener contratiempos, siempre tendremos la oportunidad de salir avante. Si en nuestra lucha contra estas conductas caemos 1,000 veces, tendremos la fuerza para levantarnos 1,001. Con pequeñas conductas podremos mejorar de manera sostenible nuestro ambiente. Tengamos en cuenta que los grandes cambios comienzan por pequeñas acciones. Si todos ponemos nuestro grano de arena, podremos solucionar los problemas de raíz y hacer de nuestro país un México mejor.

No sigamos perdiendo el tiempo en culpar a otros de lo que sucede, aceptemos que nuestros actos repercuten directamente en nuestro entorno. Tomemos conciencia de nuestra responsabilidad en la situación actual que vive nuestro país y actuemos. Hagamos algo que de manera eficiente suponga un cambio positivo en nuestro entorno. Recordemos lo que dijo Víctor Hugo: “Tan corta como es la vida, aún la acortamos más por el insensato desperdicio del tiempo”. Ya basta de desperdiciar el tiempo, ha llegado la hora de actuar para hacer un México al nivel de su capacidad, para hacer de nuestro país una potencia mundial.


Benjamín Muñiz Alvarez Del Castillo
Twitter: @Benjamin_Muniz