martes, 19 de diciembre de 2017

La incongruencia de las alianzas



Se ha iniciado ya el proceso electoral ordinario 2017-2018 por medio del cual se elegirá al nuevo Presidente de la República. De igual manera, se renovará la totalidad del Congreso de la Unión, las diputaciones al primer Congreso de la Ciudad de México, sus alcaldías, la Jefatura de Gobierno y varias gubernaturas y congresos locales. Evidentemente, el número de cargos a ser electos, así como la magnitud de los mismos conllevan a percatarnos que 2018 será un año muy complejo.

Dentro de esta complejidad, los partidos políticos han buscado generar estrategias que les permitan conseguir el mayor número de votos posibles y recurrieron a la forma más conocida y, al parecer, favorita: concretar alianzas electorales. De entrada podría no ser malo pero, en el fondo, ¿verdaderamente funcionarán? No hablemos ya de la capacidad de ganar la elección, sino de la manera en que se llevaría el gobierno si la alianza triunfa.

Como ha acontecido desde hace ya bastante tiempo, el PRI concretó su alianza con el Partido Verde. Aceptémoslo, el Verde es ya un satélite del tricolor. No hay nada nuevo que hablar ahí, sin embargo, la manera en que concretó la alianza con el tercer partido si levanta muchas suspicacias: Nueva Alianza, el partido fundado por la lideresa sindical, Elva Esther Gordillo, aceptó aliarse con el Revolucionario Institucional justamente el día en que la Maestro Gordillo abandonó el reclusorio para cumplir su pena bajo el esquema de prisión domiciliaria, y por más que puedan levantarse voces para argumentar que su estado de salud lo ameritaba, ustedes disculparán, en política no hay coincidencias ni sorpresas, solo hay sorprendidos.

No es poco común que la izquierda salga unida a las elecciones, de hecho, es lo más normal. Recordemos, por ejemplo, en 2012, todas las izquierdas salieron unidas, lo que bastó para que Miguel Ángel Mancera ganara la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal con una votación mayor al 60% de los sufragios emitidos. En 2015, sin embargo, las cosas cambiaron un poco. Con la aparición de MORENA, muchos militantes y simpatizantes del PRD decidieron optar por el partido que dice ser la esperanza de México. Las izquierdas, en esa elección, salieron divididos, lo que generó que, en el Distrito Federal cuando menos, se repartieran el pastel: 5 delegaciones para uno, 4 para el otro y, además, esa división causó que el PRI ganara La Magdalena Contreras. En 2018, nuevamente, el partido del sol azteca y el formado por el mesiánico tabasqueño irán separados, pero no solos: ambos consiguieron concretar alianzas que, desde mi muy particular punto de vista, son verdaderamente incongruentes.

El PRD, que se ha caracterizado por ser un partido liberal, el partido que apoya la legalización de la marihuana, la interrupción legal del embarazo y los matrimonios entre homosexuales, entre otras, concretó su alianza con Movimiento Ciudadano, que en teoría comparten un poco la ideología y con, nada más ni nada menos que el PAN, partido conservador que se fundamenta en el respeto de la vida humana y su defensa desde la concepción. El partido que se ha opuesto tajantemente al aborto y a la legalización de las drogas. Para los que nos gusta el futbol, es como si Chivas y América se aliaran para jugar un partido. Es mezclar agua con aceite.

Por su parte, MORENA afianzó su alianza con el resucitado Partido del Trabajo. Recordemos que este instituto político había perdido el registro, sin embargo, por azares de nuestra democracia, reingresó a la arena política. Tampoco se extraña esa alianza, se veía venir, sin embargo, el tercer partido es el que salta a la vista por la incongruencia: Encuentro Social, partido primordialmente religioso que se alió con el partido fundado por un, según él, recalcitrante juarista. Se juntaron Dios y el Diablo.

Según Alejandra Barrales, la unión entre PAN, PRD y Movimiento Ciudadano no es una alianza electoral, sino un frente encaminado a generar mejores condiciones para la ciudadanía. Es un objetivo loable, sin lugar a dudas, sin embargo, siendo honestos, no encuentro como se pueden congeniar el agua y el aceite para gobernar en conjunto. ¿Qué va a pasar cuando el PRD quiera presentar una iniciativa a nivel federal para legalizar la marihuana o el aborto? ¿El PAN se quedaría sentado y la aprobaría? De hacerlo se estarían violentando los estatutos y principios de doctrina del blanquiazul. El PRD es liberal, el PAN es conservador. El PRD busca ganar gente a través de la entrega de programas sociales, el PAN busca fortalecer el mercado.

La alianza de MORENA con el PES me resulta todavía más incomprensible. AMLO ha manifestado que, desde su punto de vista, ser juarista y religioso, guadalupano para ser más preciso, no es contradictorio. Por primera vez creo que estoy de acuerdo con él, hasta cierto punto. Cada quien tiene el derecho de profesar la religión, culto o rito que mejor le parezca sin que eso determine su preferencia política, siempre y cuando se mantengan separadas las ideologías políticas y religiosas. AMLO cayó en la incongruencia, en este aspecto en específico, en el momento que pidió colaboración a los ministros de culto para que hicieran un llamado a sus feligreses para que éstos no vendan su voto. Ahí si ya hay incongruencia simplemente por el hecho de integrar a las iglesias a la vida política del país, situación contra la que luchó Juárez, no solo luchó por la separación Iglesia-Estado, fue su principal estandarte. Por si eso no bastara, concreta una alianza con un partido político religioso. No voy a juzgar si los religiosos tienen o no que formar parte de la política mexicana, ya he hablado de eso, lo que llama profundamente mi atención es la incongruencia que genera esta alianza. Un juarista aliándose con religiosos para contender en las elecciones. Juárez se ha de estar revolcando, una vez más, en su tumba. Aunque sea incongruente, tampoco me extraña. Quienes me conocen saben que no comparto las ideas políticas de AMLO, saben que es todo lo contrario, pero en esta incongruencia tan evidente, la gente que sigue al tabasqueño por su postura “juarista” no se ha detenido a preguntarse cómo es posible. Con esto reitero lo que siempre he pensado: MORENA más que parecer un partido político, parece una secta que adora y obedece a su máximo líder AMLO sin cuestionar absolutamente nada. Como diría mi buen amigo Fernando Dworak, si MORENA no hubiera obtenido su registro como partido político nacional, bien hubiera podido dirigirse a la Secretaría de Gobernación a solicitar su registro como Asociación Religiosa.

Esta elección presidencial es una carrera de tres, evidentemente el ganador emanará de una de las alianzas referidas en estas líneas, sin embargo, la pregunta permanece, ante tales diferencias de principios entre los partidos integrantes, ¿cómo funcionarán los gobiernos de coalición? Anaya, en su palomazo con el precandidato al Senado por el Estado de México, Juan Zepeda, manifestó que para echar un palomazo y para sacar un mal gobierno, son una misma banda. Recordemos que muchas bandas legendarias han tenido fracturas y disoluciones épicas. Solo el tiempo me dirá si tengo o no razón.

Twitter: @Benjamin_Muniz

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