Jeffrey Dahmer,
Theodore Bundy, Edmund Kemper, Albert De Salvo. Estas personas tienen algo en
común además de ser algunos de los homicidas seriales más prolíficos de la
historia: los 4 iniciaron sus carreras delictivas cometiendo actos de crueldad
animal.
De acuerdo con
las cifras oficiales, 6% de la población mundial se encuentra concentrada en
Norteamérica, sin embargo, el 75% de los homicidas seriales radican en Estados
Unidos. Es una cifra bastante alarmante, incluso, es gracias a Ted Bundy a
quien se le debe el término homicida serial.
Aunado a lo
anterior, estudios recientes han demostrado la existencia de 3 factores comunes
en la mayoría de los homicidios seriales: la piromanía, la incontinencia,
especialmente nocturna, y la crueldad animal. Estos factores son conocidos como
la Tríada Fatídica o Tríada Homicida. Algunos homicidas seriales presentan
algún factor de la Tríada, algunos presentan los tres, sin embargo, el más
común es la crueldad animal, factor que ha sido encontrado en 98% de los
homicidas seriales.
Me podrían
preguntar ¿y eso a nosotros en que nos afecta si en México no tenemos el
problema de homicidas seriales? La respuesta es muy simple. Es muy cierto que
en México no tenemos un grave problema de homicidas seriales, de hecho se cree
que en nuestro territorio solo han existido aproximadamente 7, entre los que
destacan Gregorio Cárdenas Hernández, Juana Barraza Samperio e Higinio Sobera
de la Flor, sin embargo, en nuestro país tenemos otros problemas de la misma
índole: homicidas, violadores, sicarios. Al igual que en los homicidas
seriales, se ha demostrado que el 98% de los delincuentes condenados por la
comisión de delitos violentos, han cometido actos de crueldad contra los
animales.
¿Cuál es la
importancia de tener en mente estos datos? La respuesta es muy sencilla y para
ella me permito citar al Dr. Luis Rodríguez Manzanera, quien nos dice que en
muchas ocasiones los incipientes delincuentes utilizan la crueldad en contra de
los animales como sustitutivo del objeto real de su agresión (RODRÍGUEZ
MANZANERA, Luis, “Criminalidad de
Menores. Cuarta Edición”, Editorial Porrúa, México, 2004, p. 112). Esto resulta
preocupante porque llegará un momento en que dicho sustitutivo no será
suficiente para satisfacer los impulsos del agresor por lo que buscará escalar
en su nivel agresivo para saciar sus impulsos. Cuando esto sucede, generalmente
las víctimas comienzan a ser víctimas humanas, dando nacimiento así a la
delincuencia propiamente dicha.
Como ya lo he
dicho, el factor de la Tríada Fatídica que con mayor frecuencia se presenta es
precisamente la crueldad animal, constituyendo ésta el foco rojo más importante
en la temprana detección de posibles futuros delincuentes, sin embargo, los
legisladores no han querido atender este problema en específico.
Desgraciadamente la visión de muchas personas que integran nuestros órganos de
gobierno es demasiado corta, creen que la lucha en contra de la crueldad animal
se da únicamente por cuestiones sentimentales, porque queremos a los perros o a
los gatos pero sin que esto tenga una consecuencia social seria. Desgraciadamente
no hay nada más alejado de la realidad que esto.
Debemos tener en
cuenta otro factor importante: la denominada pirámide del crimen. ¿Qué es la
pirámide del crimen? Simple. Es un factor que demuestra como los delitos más
graves iniciaron con delitos de menor gravedad, muchas veces incluso inician
con faltas administrativas y no delitos propiamente dichos. Es importante no
perder de vista esta realidad. Como ya dije antes, la crueldad animal tiene una
mayor presencia en jóvenes debido al hecho que encuentran en los animales sustitutivos
del objeto real de su agresión, sin embargo, contrario a lo que muchas personas
pueden creer, la crueldad animal no comienza con perros o gatos, sino que
muchas veces empiezan con animales más pequeños, como pueden ser los insectos. Una
vez que los insectos dejan de ser suficientes para desfogar su agresividad,
migran a especias de mayor tamaño, principalmente perros y/o gatos. Es en este
momento cuando este factor se convierte en un foco rojo visible.
Siguiendo la pirámide
del crimen, cuando el maltrato hacia los animales no satisface a los agresores,
éstos escalan agrediendo a seres humanos que consideren indefensos o
inferiores. En esta etapa se pueden observar maltrato hacia niños, compañeros,
gente con alguna discapacidad. Ante este hecho me pregunto, ¿podríamos
considerar el bullying como un foco rojo de una posible carrera criminal en
ciernes? La respuesta se las dejo a ustedes.
¿Qué podemos
hacer entonces ante este panorama? Creo honestamente que la respuesta es
sencilla, solamente que los encargados de generar políticas públicas no se han
visto interesados en entrarle al tema por considerarlo un tema menor.
Si verdaderamente
existieran políticas públicas que previnieran el maltrato animal y sancionaran
los casos que lleguen a existir, se podrían generar planes de tratamiento
terapéutico, ya sea psicológico, psiquiátrico o, incluso, ocupacional, según se
requiera, que permita al agresor canalizar de manera sana y útil su
agresividad.
Supongamos que se
establezca a nivel nacional el maltrato en contra de los animales como un
delito punible. No creo honestamente que la solución sería recluir a los
agresores en centros penitenciarios, al contrario, creo que sería
contraproducente por las cuestiones que he comentado en diversas publicaciones
anteriores, sin embargo, si considero que debería establecerse una sanción
pecuniaria fuerte, trabajo en favor de la comunidad y, sobre todo terapias para
garantizar que el delincuente supere y canalice de mejor manera su agresión y
no escale al grado de agredir y maltratar también a seres humanos. Como se
puede ver, el tema de protección animal es también, y de manera primordial, un
tema de seguridad pública.
Otro punto muy
importante, y creo que voy a generar mucha polémica en este tema, es el impulso
que el gobierno le da a la tortura animal. Antes de entrar de lleno a este tema
quiero aclarar que hay conductas y actividades al no ser contenidas son
indirectamente premiadas.
Los domingos, en
el inmueble ubicado en la colonia Noche Buena, desfilan estoicamente aquellos
hombres ataviados con sus trajes de luces (nótese el sarcasmo). ¿El motivo?
Derramar, de manera artera y alevosa, la sangre de seres inocentes e
indefensos, cuyo único delito es precisamente, ser toros.
Pero, ¿cuál es el
problema? Solo se derrama sangre, un tejido fluido que circula por los
capilares, venas y arterias de todos los vertebrados e invertebrados, y que
tiene un color rojo característico debido a la presencia del pigmento
hemogobínico contenido en los eritrocitos. Sin embargo, la sangre es mucho más
que lo manifestado en su definición científica. La sangre es el tesoro de todos
los seres vivos, es por donde corre nuestra propia vida. Entonces, ¿por qué
derramar la sangre sin motivo?
A finales del
siglo XVIII se instauró en España las corridas de toros tal como las conocemos.
Como todos sabemos, estas corridas terminan, después de tres tercios, con la
muerte del toro, salvo casos excepcionales en que, ya sea el juez de plaza o el
torero, conceden el indulto al animal, claro, después de haberlo sometido a una
tortura inimaginable.
Para tener una
idea de la crueldad de la llamada Fiesta Brava, recordemos un poco quienes
participan en ella y cuáles son sus funciones:
ü
Torero: Es la figura central
de la lidia. Se le conoce como torero (a pie) o rejoneador (a caballo). Es el
encargado de realizar la faena y dar muerte el toro.
ü
Picador: Es la persona que,
montada a caballo, utiliza una vara larga con una punta metálica, llamada puya,
para castigar al toro y producir desgarramiento de los tejidos ubicados en la
cruz del toro, para evitar que el animal envista levantando la cabeza.
ü
Banderilleros: Actúan en el
segundo tercio de la corrida y se encargan de colocar el par de banderillas
sobre el lomo del toro.
ü
Mozo de espadas: Colabora
directamente con el torero y es el encargado de ayudar al cambio de muletas,
capotes y espadas.
Como ya lo
mencioné, la corrida de toros consta de tres partes, siendo éstas las
siguientes:
ü
Tercio de varas: Durante el tercio
de varas el matador torea con el capote y el toro recibe una serie de puyazos
en el morrillo (zona abultada entre la nuca y el lomo del toro) por parte del
picador. El objetivo de estos puyazos es medir la bravura del toro y su
disposición a la embestida, además de dosificar la fuerza del toro para
facilitar la posterior labor del matador.
ü
Tercio de banderillas:
Durante este tercio los banderilleros clavan sobre el lomo del toro unos
adornos llamados comúnmente banderillas o rehiletes (instrumentos consistentes
en una vara de madera adornado con flecos de papel de colores con un arpón en
la punta). La función de dichos instrumentos es avivar al animal tras el tercio
de varas, por el movimiento de las mismas. De ahí el término, menos conocido,
de avivadores. Claro, el motivo real, es seguir mermando la fuerza física del
toro. No me imagino a mí poder embestir con un arpón dentro de mi cuerpo, que
con cada movimiento que realizó me va desgarrando por dentro. Es una barbarie.
ü
Tercio de muerte: Como su
propio nombre lo dice, es el tercio donde tiene lugar el enfrentamiento (si se
le puede llamar así) entre el torero y el toro. El matador realiza la faena y
la suerte de muleta, y posteriormente le da muerte con el estoque.
Una vez que el
matador ha demostrado su “maestría” con el toro, quien para este punto está
prácticamente muerto, se prepara para terminar el trabajo, para matarlo, siendo
este el momento culminante de la lidia. El matador se asegura de que la
posición del toro sea la ideal para la estocada, se acerca a él, se estira por
encima de los cuernos y le clava el estoque entre los omóplatos. La estocada
perfecta perfora la aorta, sin embargo, muchas veces los toros mueren ahogados
en virtud de que los pulmones se llenan de sangre.
Como se puede
observar, la llamada fiesta brava es un monumento a la cobardía y a la
crueldad. Los toreros jamás realizan la lidia en igualdad de circunstancias. El
toro siempre se encuentra mermado para cuando el torero, haciendo uso de su
galantería y valentía, se enfrenta a la muerte ante una bestia de 6 toneladas.
Nada más falso que esto. Si el torero se enfrentara a la muerte como tanto
dicen, si el torero tuviera que lidiar con una bestia de 6 toneladas, si el
torero fuera tan valiente, lo haría con el toro en óptimas condiciones, pero
no, no existe el valor para hacerlo.
La fiesta brava
solamente tiene como objetivo derramar la sangre de un animal (6 de hecho,
incluso 8 en las corridas mixtas de toreros y rejoneadores) para entretener a
la ciudadanía. Muy similar a lo que sucedía en los tiempos del Imperio Romano
cuando los gladiadores eran lanzados a la arena para luchar contra leones.
El artículo 10 de
la Declaración Universal de los Derechos de los Animales establece que ningún
animal debe ser explotado para esparcimiento del hombre y que cualquier
exhibición de animales y los espectáculos que se sirven de animales, son
incompatibles con la dignidad humana.
El hombre jamás
duda que es, por mandato divino, señor de los animales y ha hecho uso excesivo
de esa atribución. Si el lector cree en la teoría creacionista, estará de
acuerdo conmigo que si Dios ordeno al hombre que señoreara sobre los animales
era únicamente con la finalidad de cuidarlos y velar por ellos.
Desgraciadamente no lo hacemos y no solamente no lo hacemos, sino que hacemos
todo lo contrario. Tenemos cada domingo un espectáculo que se aprovecha de la
tortura animal, que únicamente genera heridas a un toro inocente par
posteriormente matarlo. El caso del indulto no es mucho mejor, porque para
cuando llega el momento de concederlo, el animal ya ha sido clavado y
banderillado. Sus heridas son profundas y, en caso de sobrevivir, su existencia
se verá sumamente mermada. Eso es no tener corazón.
No entiendo, en
verdad no entiendo porque el ser humano tiene que sentirse superior a los
animales a través del maltrato, del derramamiento de sangre, de la impiedad. En
verdad me pregunto ¿qué pasaría si los animales fueran los que tuvieran el
control, cómo nos tratarían? Pienso yo que, en la medida en que nosotros
tratemos a los animales como nos gustaría que ellos, en caso de que así fuera,
nos trataran a nosotros, la violencia en contra de los animales se vería
sumamente mermada.
En verdad
requerimos dejar a un lado los intereses pecuniarios y comenzar a luchar por
los derechos de los animales quienes son seres vivos, que también sienten, que
también piensan, que también tienen derecho a vivir.
Creo conveniente transcribir
el inciso b) del artículo 14 de la Declaración Universal de los Derechos de los
Animales, con la esperanza que su lectura nos haga reaccionar:
“Artículo 14
a)…
b) Los derechos del animal deben ser
defendidos por la ley, como lo son los derechos del hombre.”
No podemos
esperar que las autoridades hagan algo en contra de la crueldad animal si se
han encargado de proteger un evento dedicado exclusivamente a este flagelo,
generando en la sociedad la idea que la crueldad en contra de los animales es
algo habitual. Es necesario que abramos los ojos, que reaccionemos y que
entendamos que los animales, como cualquier ser vivo, sienten. Cuando
entendamos eso deberíamos tener el valor civil y moral de actuar en
consecuencia.
Benjamín Muñiz Alvarez Del Castillo
Twitter: @Benjamin_Muniz
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