El día de ayer se llevó a cabo una de las actividades que conforman el proceso electoral para renovar la Presidencia de la República: el debate entre los candidatos. Este evento, en algunos medios, había despertado demasiado interés, demasiadas expectativas. En otros, simple y sencillamente resultó ser un programa más que no merecía la pena ser visto. En lo personal, considero que es un evento importante que merece la pena ser visto y analizado, por su trascendencia, por lo que, atendiendo a tal convicción, su servidor decidió seguir la cobertura a través de Milenio Televisión, empresa que, en mi opinión, tiene grandes analistas como el caso de, entre otros, Carlos Puig.
Después de ver el mencionado debate y la posterior mesa de análisis conformada por Rosario Robles, Ciro Gómez Leyva, Carlos Marín, Carlos Puig, Álvaro Cueva, Epigmenio Ibarra y Juan Ignacio Zavala, llego a las siguientes observaciones:
En primer lugar, tengo que reconocer que Gabriel Quadri resultó una sopresa muy agradable. Su manera de argumentar, su manera de llevar el debate, su interés en presentar sus propuestas hicieron de él el único candidato que no se vio involucrado en las descalificaciones. Podremos estar o no de acuerdo con sus propuestas, podemos decir que cometió algunos errores en su manera de hablar, podemos decir que no tiene posibilidad de ganar la elección, sin embargo, la meta del abanderado de Nueva Alianza no es llegar a la Presidencia tanto como lograr el porcentaje necesario para conservar el registro del Partido que tuvo a bien postularlo. Esta condición de no ser una verdadera competencia para llegar a Los Pinos, generó que los otros tres candidatos pudieran contender entre sí, dejando el paso libre a Quadri para exponer sus ideas. No tenía que preocuparse de golpear a nadie ni ser golpeado por nadie.
Como segundo punto, me queda claro que un debate es un lugar para confrontar ideas y propuestas. Se debe debatir respecto de los proyectos, no atacar a las personas. Sin embargo, considero que, dada la gran cantidad de cobertura que ha recibido EPN por parte de diversos medios de comunicación, es necesario apuntar de manera enfática las cuestiones en las que no cumplió como gobernador del Estado de México. Si esto se toma como un ataque en contra del candidato, no estoy de acuerdo, a final de cuentas, es necesario confrontar la propuesta con los hechos.
Sobre este punto en específico resulta necesario hacer hincapié en algunos puntos para poder llegar a la verdad histórica de los hechos. Efectivamente, como puede resultar lógico en un sistema democrático como el nuestro, el candidato puntero en las encuestas fue víctima de los ataques de los otros dos candidatos (reitero, la participación de Quadri tiene otro objetivo el cual, en mi humilde opinión, ha sido ya cumplido). Existen datos que demuestran falta de compromiso de EPN, existen cifras que demuestran el aumento de los índices delictivos, existen pruebas de diversas fallas del hoy candidato a la Presidencia durante su gestión como Gobernador. Esto es innegable, como también lo es que AMLO faltó a su palabra, o que JVM tuvo errores. La clase política, como cualquier ser humano, hace y deja de hacer cosas, actúa con dolo en algunas ocasiones, otras tantas sin la intención de generar daños, pero lo cierto es que no hay gobernante perfecto. No digo que no haya sido necesario, hasta cierto punto, el ataque del que fue objeto el candidato tricolor, sin embargo, fue incompleto. Tanto JVM como AMLO, al atacar a EPN debieron haber dicho el por qué ellos son diferentes, debieron demostrar por qué a la ciudadanía debería votar por ellos. Ninguno de los dos lo hizo. Gran error.
Debo decir también que esta vez estoy un poco en desacuerdo con Carlos Puig. Al iniciar el programa especial del post debate, Ciro Gómez Leyva cuestionó a Puig sobre quien había ganado el debate, a lo que éste contestó que podía decir quien no lo había perdido: EPN. Estoy de acuerdo que el desempeño de Peña Nieto fue mejor de lo que se esperaba, que demostró cierta capacidad de responder a los ataques de sus contrincantes, incluso se atrevió a atacar a ambos en algunas ocasiones, sin embargo, tomando en consideración le infraestructura del Partido que lo postuló, la inyección de recursos de la que ha sido objeto su campaña política, la exposición en medios de comunicación, si considero que el hecho de no haberse alzado como triunfador del debate es un fracaso, una derrota. Peña Nieto si perdió el debate y apuntare algunos motivos por los cuales lo apunto:
Como primer punto, el candidato príista se dedicó a quejarse de no contar con el tiempo suficiente. Debemos recordar que las intervenciones tenían duración de 1.5 o 2 minutos, de los cuáles EPN predía, fácilmente .5 minutos, quejándose de su falta de tiempo, sin percatarse que él mismo se estaba quitando varios preciados segundos. Ahora bien, si su intención es presentar sus propuestas abiertamente, darlas a conocer, lo justo sería que los demás interesados en ocupar el mismo cargo de elección popular estuvieran en posibilidad de debatir las propuestas. Entonces, ¿por qué negarse a debatir en un formato más abierto, como lo propone Carmen Aristegui? ¿Por qué evitar un encuentro sin tantas reglas rígidas en las que se pueda hablar y debatir de manera más abierta y con mayor tiempo? ¿No resulta contradictorio?
Orto punto que llama mi atención es aquel momento cuando EPN increpa a AMLO para que le explique como el candidato amoroso puede hablar de corrupción cuando personas de su equipo se vieron involucradas en actos corruptos. La respuesta de AMLO dejó un poco de lado la República Amorosa y reculó diciendo que Gustavo Ponce, quien fuera su Secretario de Finanzas, se encontraba condenado a 8 años de prisión, mientras que René Bejarano también había estado preso, mientras que Peña Nieto, siendo Secretario de Administración de Arturo Montiel, acusado de cohecho, es actualmente candidato, después de haber exonerado, al inicio de su administración como Gobernador, a su exjefe. ¿Qué pudo responder Peña Nieto? Nada. Punto en su contra.
Por su parte, en el momento en que invitó a Josefina Vázquez Mota a ir juntos a verificar el cumplimiento de todos los compromisos adquiridos durante campaña, Vázquez Mota respondió que precisamente lo que no quiere para México es una persona a la que se le tenga que revisar la tarea. En cuanto intentó replicar el comentario de Vázquez Mota, Peña Nieto manifestó que no le estaba pidiendo que evaluara su administración, que eso ya lo había hecho el electorado mexiquense al otorgarle a su partido más del 60% de los sufragios para renovar el Ejecutivo Local. Este argumento podrá parecer cierto, pero ¿lo es en verdad? Recordemos que únicamente el 43% de los electores salió a sufragar en los mencionados comicios, lo que quiere decir que, realmente, no fue el 65% de la población la que aprobó la administración de Peña Nieto, el número verdadero fue, aproximadamente 30%, es decir mucho menor de lo que presumió Peña Nieto.
Otro punto que llamó profundamente mi atención durante el desarrollo del debate del día de ayer fue que, una vez más, nos encontramos ante una serie de intervenciones sin propuestas claras. Aunado a esto, las pocas propuestas reales que se escucharon no vinieron acompañadas de la manera en como éstas se van a cumplir. Es decir, por ejemplo, se escuchó la propuesta de aumentar las plazas para estudiantes en la UNAM. Es una propuesta importante, muy noble y de vital importancia, sin embargo, el aumento propuesto necesariamente implica la necesidad de aumentar el presupuesto asignado a nuestra Máxima Casa de Estudios. Honestamente creo que muchos mexicanos apoyamos esa propuesta, sin embargo, el punto medular es ¿cómo pretende la candidata blanquiazul llevar a buen puerto esa propuesta? ¿De dónde se obtendrán los recursos extras requeridos por la UNAM? Es decir, para poder conocer verdaderamente el papel que puede jugar un candidato en caso de ganar la elección respectiva, no basta con analizar sus propuestas electorales, es imprescindible estudiar la manera como éstas pueden ser cubiertas. Es tan importante la propuesta como establecer la manera de alcanzarla.
Debo decir también que, por más que en la mesa del post debate se criticó arduamente a Josefina Vázquez Mota y a Andrés Manuel López Obrador por mencionar el caso Paulette y a Antonio López de Santa Ana, respectivamente, no comparto la postura de los panelistas. En cuanto al caso Paulette, considero que hizo bien la candidata de Acción Nacional de tocar el tema. Recordemos que dicho caso generó un estado de animadversión en la ciudadanía por la manera tan sucia y oscura en que se llevaron a cabo las investigaciones, al grado que el mismo continúa siendo un misterio para los mexicanos. Si Enrique Peña Nieto tocó el tema de seguridad, era necesario evidenciar de qué manera procuró justicia su gobierno. Por su parte, el símil con Antonio López de Santa Ana esgrimido por López Obrador puede ser un tanto exagerado, sin embargo, como mucha gente parece creerlo, el arribo de Peña Nieto a la Presidencia sería abrirle las puertas de Los Pinos nuevamente al PRI y, en especial, al grupo más retrógrada y tiránico de dicho Patido.
El formato del evento, por otra parte, dejo mucho que desear. Entiendo que es necesario contar con reglas claras para la participación de cada candidato. Es evidente que el respeto que cada uno de ellos otorgue al tiempo que se le ha asignado, es de vital importancia, sin embargo, existen diversos medios para hacer que los expositores no excedan en límite establecido. Considero que, cerrar el audio y cambiar de cámara para dejar al participante fuera de foco, es una verdadera falta de respeto tanto para el ponente como para la ciudadanía. Estoy de acuerdo en lo que dijo ayer mismo Ciro Gómez Leyva, no debemos olvidar que las cuatro personas a las cuales en algún momento sacaron del aire por haberse terminado su tiempo, se encuentran contendiendo por la Máxima Magistratura del País y que, al final del proceso electoral, uno de ellos será el o la Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. Se debe tratar con muchísimo más respeto tanto al a ciudadanía como a los candidatos. Se deben buscar mecanismos para evitar el exceso en el tiempo, pero no se puede llegar al exceso que se vio el día de ayer en el debate.
Respecto al revuelo que causó la vestimenta de la edecán, Julia Orayen, considero que, tal como sucedió con la negativa de Salinas Pliego de transmitir el debate, se le está haciendo mucha más publicidad de la que el caso en verdad amerita. Más grave aún son los comentarios que sobre la llamada ganadora del debate se han hecho en los medios de comunicación, comentarios en algunas ocasiones despectivos. Sobre este tema, el vestuario no era acorde con un evento de tal trascendencia y solemnidad. Es algo que el IFE deberá cuidar en futuros debates. Hacer un comentario más allá sería darle al hecho un lugar que no le corresponde. Lo importante fue el debate, no la vestimenta de la edecán.
El punto que más me preocupa es percatarme que, al final del día, la política se ha distanciado de la ciudadanía de una manera impresionante. Cada candidato estaba metido en su rol, cada uno con las propuestas que creen que la ciudadanía requiere, pero viven alejados de la realidad del pueblo al que pretenden gobernar. No conocen sus necesidades, no conocen sus inquietudes, sus proyectos, sus metas. Gobernar un país a ciegas es completamente imposible, pero intentar gobernarlo a partir de ilusiones creadas de tal manera que sostengan las pretensiones de poder o, peor aún, hacer como si no existieran o como que ellos obtendrán el poder para ser los amos y señores de los mexicanos es una aberración. La ciudadanía merece respeto por parte de sus gobernantes. No se debe olvidar que el gobierno se debe al pueblo y no viceversa. En caso de duda, nada más volteemos a ver tantos anales en la historia en la que el pueblo ha derrocado gobiernos.
Como lo manifesté líneas arriba, considero que el candidato derrotado en el ejercicio del día de ayer es el abanderado de la colación PRI-PVEM. Considero que se evidenciaron muchas fallas de su gestión como gobernador del Estado de México. El repunte en los índices criminales, sobre todo secuestro y feminicidio, la ubicación de la entidad en los indicadores de corrupción, la caída de la calidad educativa. Creo que todas estas son pruebas fehacientes que el candidato príista no generó los resultados necesarios para premiarlo ahora con la Presidencia de la República. Desgraciadamente aquí cabe a la perfección la cita que realiza Carlos Puig en el último párrafo de su columna del día de hoy del capítulo V de “La Civilización del Espectáculo” escrito por Mario Vargas Llosa (el link de la columna es http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9146747):
“En la civilización del espectáculo, por desgracia, la influencia que ejerce la cultura sobre la política, en vez de exigirle mantener ciertos estándares de excelencia e integridad, contribuye a deteriorarla moral y cívicamente, estimulando lo que pueda haber en ella de peor ejemplo, la mera mojiganga. Ya hemos visto cómo al compás de la cultura imperante, la política ha ido reemplazando cada vez más las ideas y los ideales, el debate intelectual y los programas, por la mera publicidad y las apariencias. Consecuentemente, la popularidad y el éxito se conquistan no tanto por la inteligencia y la probidad como por la demagogia y el talento histriónico. Así, se da la curiosa paradoja de que, en tanto que en las sociedades autoritarias es la política la que corrompe y degrada a la cultura, en las democracias modernas es la cultura —o eso que usurpa su nombre— la que corrompe y degrada a la política y a los políticos”.
Por último, el motivo por el cual, en lo personal, decidí seguir la transmisión por Milenio fue por la calidad de sus analistas, incluso por el apasionamiento (muchas veces ira) de Carlos Marín, sin embargo, existieron tres personajes que, a mi parecer, sobraron, dos de ellos por su notoria falta de objetividad y otro por total desconocimiento del tema que se analizaba. Me refiero al caso de Epigmenio Ibarra, productor de telenovelas y ferviente seguidor de AMLO, quien ve perjudicada su objetividad exactamente por esa defensa de su candidato, al de Rosario Robles, predecesora de AMLO en la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal, quien debido a los videoescándalos tuvo que renunciar al PRD, en medio de un panorama por demás complicado y que implicó una fractura entre ella y AMLO, además que hizo evidente su animadversión contra su otrora compañero de Partido, y por último, Álvaro Cueva, crítico televisivo, quien únicamente se concretó a despotricar contra el formato, contra temas de forma, superficiales, y que carece del conocimiento y la experiencia para analizar a fondo la manera de desarrollarse de un debate de esta magnitud. En este punto creo que si falló Milenio: pudiendo haber utilizado a otras personas como analistas en la mesa, decidieron mal. Fácilmente pudieron cambiado a los tres por Jairo Calixto y Juan Gabriel Valencia, por ejemplo. Esperemos que para los debates subsecuentes elijan de mejor manera a sus analistas.
Benjamín Muñiz Álvarez Del Castillo
Twitter: @Benjamin_Muniz
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