De acuerdo al capítulo primero y hasta el versículo 3 del capítulo 2 del Génesis, Dios creó el mundo y todo lo que en él hay en 7 días, creando tanto a los animales como al hombre durante el sexto día. Respecto la creación del hombre, la Biblia nos dice:
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y da semilla; os serán para comer. Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así” (Génesis 1:27-30)
Por mucho tiempo, el hombre ha discutido acerca de cuál de las dos teorías de la creación del mundo es la verdadera, pero por más que se siga discutiendo, ninguno pone en duda que Dios dio la orden que el hombre señoreara sobre la tierra.
Este espacio no está pensado para discutir teorías teológicas o científicas, no buscar cuál es la correcta y cual no lo es, sin embargo, por el tema que planteó en la presente publicación, es necesario tomar estas palabras: “señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”.
Por muchos años, el hombre ha señoreado sobre los animales, sin embargo, ese derecho se ha ejercido de manera indiscriminada, excesivo. El hombre se ha creído con la autoridad total sobre los animales, al grado de cometer vejaciones en su contra. Se ha invadido el hábitat, se han asesinado animales sin tener motivo para hacerlo, pero eso sí, en cuanto un animal se siente agredido y se defiende de la única manera que conoce, entonces si, los animales están locos, son violentos, atacan sin razón. La mayoría de los ataques de animales de los cuales tengo conocimiento, vienen provocados por el propio hombre.
Creo que todos conocemos de sobra el resultado que nuestras acciones han tenido en el mundo. Hemos devastado los hábitats naturales de los animales, hemos contaminado los mares y los ríos, hemos dañado nuestra capa de ozono, provocamos el calentamiento global, en pocas palabras, estamos terminando con nuestro mundo, el único planeta del sistema solar sobre el cual podemos vivir. Lo peor del caso es que, aún cuando sabemos que lo que hacemos afecta a nuestro mundo más allá de toda reparación, lo seguimos haciendo. En este artículo me dedicaré a tocar el tema de la crueldad animal únicamente.
Muchos podrán preguntar ¿por qué, si este ha sido un blog en el que toco temas relativos a la seguridad pública, ahora voy a hablar de la crueldad contra los animales? La respuesta es muy simple, porque ellos también tienen el derecho a tener una vida digna, a una vida en donde no sean maltratados. Ellos también tienen el derecho de desarrollarse en un ambiente adecuado y seguro para ellos.
Una primera muestra de maltrato animal que quiero poner a su consideración es la pelea, en específico, de perros. Esta actividad es ilegal en gran parte del mundo, incluyendo México, sin embargo, las autoridades han tenido poco éxito en detener estas exhibiciones. La pelea entre animales no es algo nuevo. Desde épocas antiguas podemos encontrar vestigios de esta malsana forma de entretenimiento, así, el pueblo romano se veía complacido cuando los animales peleaban entre ellos en el Coliseo. Obviamente, la diversión era mayor cuando, además de dos o más animales batiéndose a muerte, se le agregaba otro ingrediente: un gladiador.
Gracias, en gran parte, a esta “tradición” añeja, las luchas de animales se vieron como algo normal durante mucho tiempo. Fue hasta hace relativamente poco tiempo cuando, sociedades protectoras de animales se empezaron a preocupar por este flagelo, logrando su prohibición. Sin embargo, sus esfuerzos no han sido suficientes. Las penas por violar la prohibición no tiene la suficiente fuerza. En México, únicamente se hacen acreedores, tal como ya lo mencioné en la publicación “Los animales también tienen derechos”, a una sanción administrativa.
La historia de las peleas de perros es, como puede esperarse, sangrienta. En un principio, los canes se utilizaban para luchar contra toros. Para lograr esto, se le arrojaba al toro agua hirviendo en las orejas para volverlo más violento, soltándolo junto con los perros. El objetivo era ver cuánto tiempo podían los perros permaneces colgados de alguna parte del toro. Después de la muerte del toro, el perro soltaba a su presa. La apuesta aquí consistía en cuántas extremidades debían ser amputadas al perro.
Posteriormente, se cambiaron a los toros por osos. Claro está, el oso no peleaba en igualdad de circunstancias: se le cortaban las garras y los colmillos, a parte que el perro se encontraba protegido por una especie de armadura.
Con el pasar de los años, el uso de perros en peleas fue evolucionando, si así se le puede llamar, al grado de generar todo un “deporte” de lucha entre canes. Esta barbarie tiene ciertas reglas, se le ha hecho parecer al box que se practica entre humanos. Los perros, quienes tienen que ser de pesos semejantes, se colocan en un cuadrilátero junto con sus dueños, managers en este caso, y posteriormente son soltados para atacar al contrincante. El ser humano no puede intervenir en la lucha. El resultado, claro está, es sangriento. En diversas ocasiones los perros quedan tirados, heridos, con mucho dolor y, en el peor de los casos (o tal vez en el mejor, dadas las heridas que se les infligen y el destino que tienen), la muerte.
Por si esto fuera poco, las personas irracionales que se dedican a esta tortura, parten de la base que, al ser un deporte, sus gladiadores tienen que entrenar, pero entrenar con perros ya “profesionales” puede generar que el gladiador en potencia se lesione permanentemente, cortando prematuramente su carrera, por lo que, en diversas ocasiones, los managers roban mascotas que utilizan para medir el instinto de sus canes de pelea. Claro está, las mascotas robadas terminan siendo destrozadas por los perros peleadores.
Otra cosa que demuestra la crueldad en esta actividad y el nulo interés que los dueños tienen por sus perros, una vez que los mismos ya no son útiles para la lucha, terminan siendo abandonados, estrangulados, tiroteados o electrocutados. Esto solo refleja que el único interés que tienen estas personas desalmadas es el dinero que las luchas les lleguen a generar. Ven a los perros como medios para conseguir dinero, no como lo que son, seres vivos que sienten, que sufren.
Existe otro factor que debe llevar a las autoridades a generar leyes más severas contra las peleas de perros. Se ha descubierto que está cultura de lucha está directamente relacionada con otro tipo de actividades delictivas, como lo son la extorsión, el tráfico de drogas y el juego. El homicidio puede también estar presente en esta subcultura.
De lo que se ha expuesto, se puede observar que es de vital importancia contar con una legislación completa que evite, de manera efectiva, la continuidad de estas actividades inhumanas, que solo generan dolor y sufrimiento a animales que no tienen la culpa de haber llegado a manos de personas que no tienen la menor idea de lo que es la lealtad que un perro puede demostrar. En verdad, lo digo como alguien a quien le encantan los perros, ¿por qué no ponemos a esos infrahumanos a pelear de esa manera entre ellos y una vez que no nos sirvan, los abandonamos a su surte? En verdad, los animales, al igual que los hombres, tienen derechos que deben ser salvaguardados.
Otro punto al que debe de brindarse mayor atención es a los animales domésticos, sea cual sea su especie. Vemos, tristemente, como en muchos casos padres de familia compran a sus hijos mascotas, como si fueran juguetes. Evidentemente, un animal, por más dócil que sea, jamás va a ser un juguete. Es un ser vivo que tiene necesidades, que requiere comer, requiere salir a pasear, requiere aseo y requiere, sobre todo, tiempo de calidad. Cuando los padres se percatan ya en la realidad de esto, y ven que los hijos no cuidan a sus mascotas, comienzan los problemas. En algunos casos, les resulta fácil que el perro (normalmente sucede con ellos) “escape”, es decir, abren la puerta de la casa para permitir que el animal salga y se pierda en la inmensidad de la ciudad. En otros casos, los humanos, haciendo uso de ese derecho divino de señorear sobre los animales, simplemente decidimos que tienen la capacidad de vivir solos, alejados de la que el animal consideró como su familia. Lo transportan a un lugar alejado y, sin el menor remordimiento, deciden abandonarlo a su suerte. En otros casos, simplemente lo abandonan en la azotea, sin comida, sin agua, sin un techo que los proteja de las inclemencias del clima. Es un abandono a final de cuentas, el animal está a su suerte, completamente solo aun cuando sigue compartiendo un inmueble con sus amos, quienes, en teoría, tendrían que velar por él.
Ahora, ¿qué decir de la matanza de animales en estado salvaje? Vemos como en muchos lugares del mundo, el hábitat de los animales silvestres ha sido invadido poco a poco por el ser humano, obligando a los animales a protegerse en zonas cada vez más pequeñas. Claro está, llega un momento en que tienen que obtener comida e ingresan a las comunidades humanas. Vemos como, por ejemplo, en la India, se ha vuelto cada vez más común que los tigres ingresen a las aldeas humanas, atacando a cuanto ser humano se le ponga enfrente, matando a muchos. Claro, después los científicos analizan el caso y se preguntan por qué los animales silvestres se están saliendo de sus hábitats para atacar a seres humanos indefensos. Mi pregunta más bien sería, ¿por qué el ser humano se empeña en invadir el hábitat animal? ¿En verdad el ser humano es el indefenso? ¿No es al contrario? ¿No es el animal quien, al sentirse acorralado, de manera instintiva lucha por su supervivencia? Considero que la respuesta es obvia, pero es más fácil seguir culpando a los animales de la destrucción que el hombre ha generado.
Otro factor que ha sido determinante en el mundo es la caza furtiva de animales. Ejemplos sobran, pero ¿qué tal si tocamos el punto del tigre de Sumatra? Ésta es una subespecie de tigre que se encuentra únicamente en la isla Indonesia de Sumatra. A pesar de que hace algunos años existían miles de ejemplares, hoy día el conteo más optimista considera que existen únicamente 500 ejemplares, aunque se cree que la cifra real no excede de 250. Dentro de Sumatra, los tigres viven en bosques de las llanuras y tierras bajas, así como en las montañas. De igual manera, muchos viven en áreas no protegidas que son rápidamente destruidas por el veloz avance de la agricultura. Aunado a este hecho, que genera que los insumos necesarios para su existencia no se encuentren garantizados, el tigre de Sumatra tiene que luchar contra otro problema, los furtivos y traficantes de pieles que matan muchos tigres por año (a estas alturas de peligro de extinción, matar un solo de estos ejemplares es demasiado).
Otro animal que ha sufrido demasiado por la codicia del hombre es el elefante, quien es victimado constantemente únicamente con la intención de extraer el marfil de sus colmillos. El elefante es también hoy día un animal en riesgo.
Para demostrar como los “indefensos” seres humanos estamos terminando de manera arbitraria con los animales, tomemos el ejemplo de Japón, donde son capaces de matar un tiburón blanco, el rey de los mares, con el simple propósito de cocinar la extremadamente cara (y, según dicen, insípida) sopa de aleta de tiburón. Como cada tiburón solo tiene una aleta dorsal, se utiliza un tiburón por plato, por lo que si se requiere cocinar 100 platos de este “manjar”, se tendrá que pescar, y mutilar a 100 tiburones. Por si esto fuera poco, los pescadores japoneses no tienen siquiera el corazón para evitar el sufrimiento de estos animales, no, únicamente los saca, les cortan la aleta dorsal y los avientan al mar, donde mueren desangrados, con el consecuente dolor de sentir como la sal marina penetra sus heridas.
De igual manera se ha venido realizando con los gorilas, quienes son masacrados sin ton ni son. Últimamente les ha dado a los furtivos por atacarlos para cortarles las manos, dejándolos tirados, aún con vida. Su futuro después de esto es tormentoso, si no mueren desangrados, sobrevivirán para morir de inanición cuando, por no tener manos, no sean capaces de adquirir alimento.
La crueldad animal debe terminar. El señorío que Dios otorgó al hombre sobre los animales no fue de manera alguna para jugar a ser dioses, para decidir cuándo viven y cuándo mueren, para masacrarlos. No tenemos el derecho de hacerlo. Afortunadamente, a lo largo de la historia han existido personas que han dedicado sus fuerzas e incluso, han dado su vida para proteger a los animales. Recordemos el caso de la naturalista estadounidense Dian Fossey quien dedicó su vida a defender a los gorilas. Ella pagó con su vida el amor que sentía por estos animales. Prefirió sacrificarse, pero salvó la vida de muchos gorilas. A ella se le deben muchos estudios serios de estos animales.
Además de Dian Fossey, existen muchas personas con un genuino interés de salvar a los animales de la violencia y crueldad. En Estados Unidos existe una sociedad llamada Humane Society quien recibe denuncias de animales en riesgo, animales abandonados, animales que son víctimas de violencia. Afortunadamente la legislación estadounidense apoya las labores realizadas por esta asociación quien, en casos graves, puede acudir ante los jueces para que se ordene a los dueños a entregar al animal.
En México existen también asociaciones con este fin. Gente por la Protección de los Animales (GEPDA) es una de ellas. Su labor es ardua. En muchas ocasiones los voluntarios exponen su integridad física por defender a los animales. GEPDA necesita el apoyo de todos nosotros, necesita insumos, necesita un refugio, necesita personas que estén dispuestos a adoptar mascotas, pero sobre todo, necesita una legislación que le de mayor fuerza a los derechos de los animales y les permita a este tipo de asociaciones convertirse en garante de estos derechos.
Por último, otro factor que es importante, no compremos mascotas. Los animales que compramos provienen de criaderos en los que, muchas veces, tienen a los animales en condiciones por demás precarias. Hembras que son preñadas, dan a luz e inmediatamente se ven preñadas otra vez, lo cual, evidentemente, genera daños irreparables en la vida de dicho animal. Si queremos una mascota, adoptemos. Detengamos la barbarie a la que son sometidas las criaturas que se encuentran literalmente presas dentro de los criaderos.
El esfuerzo de las sociedades protectoras de animales es de aplaudirse, sin embargo, no conseguirán nada si no cuentan con el apoyo de la sociedad, hagamos algo, apoyémoslas, unámonos a su causa. Detengamos el sufrimiento animal.
Benjamín Muñiz Alvarez Del Castillo
Twitter: @Benjamin_Muniz
No hay comentarios:
Publicar un comentario