lunes, 31 de octubre de 2011

Amnistía

A raíz de la declaración de guerra realizada por el titular de Ejecutivo Federal en contra del crimen organizado, en general, y en particular de los cárteles del narcotráfico, nos hemos convertido en testigos de niveles de violencia incontenibles. Los homicidios y secuestros, entre otros tantos delitos, reportan un incremento en su incidencia, un incremento que parece no podrá frenarse, mucho menos revertirse.
La ferocidad con la que los grupos dedicados al narcotráfico se pelean el control de las plazas han generado la pérdida de miles de vida, muchas de ellas niños y personas inocentes, personas que no tenían absolutamente ningún nexo con el trasiego de drogas, y cuyo único crimen fue estar en el lugar y momento equivocado. Ahora bien, gran parte de las victimas que esta ola de violencia ha dejado a su paso son personas inmiscuidas en actividades ilícitas. Claro está, el hecho que los integrantes del crimen organizado sean victimados de esa manera no tiene justificación alguna, ya sea que mueran a manos de grupos rivales o abatidos por elementos de las fuerzas armadas.
Sobre este punto, cabe mencionar que no estoy de acuerdo con la manera en que muchas veces se han conducido las fuerzas armadas, acribillando a los capos sin mediar un juicio previo, haciendo uso de lo que el jurista alemán Gunther Jakobs denominó como el derecho penal del enemigo. Si bien es cierto que los narcotraficantes han generado un daño de proporciones titánicas, también lo es que son ciudadanos mexicanos, que tienen el derecho constitucional de ser sometidos a un juicio, sin embargo, estoy consciente que la prisión no es la solución para esta circunstancia. En una publicación posterior tocare el tema del Sistema Penitenciario.
La guerra contra el narcotráfico emprendida por el Presidente Felipe Calderón no se inició con una estrategia definida y clara que permitiera obtener la victoria en el mínimo tiempo posible, por el contrario, los cambios que se han venido generando sobre la marcha demuestran que se emprendió esta labor sin la preparación adecuada. El mismo Presidente Calderón, sin aceptarlo directamente, ha dejado ver que se lanzó sin tener la preparación y estrategia necesarias.
Esta falta de estrategia y de elementos que garanticen la victoria del Gobierno ha traído como consecuencia muchos resultados adversos que se agrupan en uno solo: la elevación dramática de los índices delictivos, por lo que, consecuentemente, la calidad de vida de los mexicanos se ha visto mermada considerablemente.
Según los gráficos presentados en la XXX Sesión Ordinaria del Consejo Nacional de Seguridad Pública celebrada el pasado 30 de Junio en el Campo Militar Marte obtenidas de la página de Internet del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, el promedio nacional del delito de homicidio es de 17.9, siendo que Chihuahua presenta un índice respecto a este delito de 111.7, Sinaloa 81.7, Nuevo León 76.3, mientras que el Distrito Federal se ubica en  21ª posición con 9.2 (la gráfica se puede encontrar en http://www.secretariadoejecutivo.gob.mx/es/SecretariadoEjecutivo/Delitos_del_Fuero_Comun_de_mayor_impacto__Graficos_presentados_en_la_XXX_Sesion_del_CNSP). Resulta evidente que tan altos índices para el delito de homicidio se deben a la lucha contra el narcotráfico, demostrándose esto en el hecho que los primeros lugares de incidencia (Chihuahua, Sinaloa y Nuevo León) son los más golpeados por los cárteles del narcotráfico.
Ante este panorama, no ha faltado quien asegure que la estrategia del Presidente Calderón no es la adecuada. Javier Sicilia se lo disparó en la cara durante los Diálogos por la Paz en el Castillo de Chapultepec. Quien esto escribe comparte la idea que la estrategia es por demás incompleta, sin embargo, gran parte de la población de México cree que esta lucha debe continuar. El motivo es simple, dar marcha atrás a estas alturas solamente implicaría una estrepitosa derrota.
Ante este panorama, llaman sobremanera mi atención las manifestaciones vertidas por el Presidente del Cambio. El Sr. Vicente Fox Quezada ha declarado, por lo menos en tres ocasiones, que lo que el Gobierno Federal debe hacer es sentarse a negociar con el narcotráfico, establecer reglas mínimas para evitar la violencia y, para concluir con los problemas, expedir una Ley de Amnistía tal como lo hizo, en su momento, Carlos Salinas de Gortari a favor del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional. A últimas fechas, el ex presidente Fox llegó al absurdo de, con el afán de defender su idea de otorgar amnistía, citar a Jesucristo diciendo que Él perdonó a los ladrones. ¡Vaya estupidez!
Si bien es cierto que el EZLN es un grupo guerrillero insurgente que tenía como objetivo la instauración del régimen socialista en nuestro país, también lo es que el número de muertes generados con motivo del levantamiento de este grupo guerrillero no se acerca en lo más mínimo al número de muertes que se han gestado con motivo de la violencia de los grupos del narcotráfico. Aunado a lo anterior, el EZLN tenía un propósito que ellos consideraban válido, creían, como muchos ciudadanos, que el sistema de gobierno en México no era el adecuado y buscaban un cambio estructural (no es justificable, pero al menos tenían un motivo legítimo), mientras que los grandes capos tienen como único fin enriquecerse a expensas de la salud de otros, traficando sustancias extremadamente dañinas para el organismo humano y que generan una adicción de la cual es sumamente difícil salir.
Utilizando el otro ejemplo al que hizo mención el guanajuatense Fox, aquellos ladrones a los que Jesucristo perdonó, tampoco eran responsables de tanto derramamiento de sangre. Aunado a esto, el perdón que, en dado caso Cristo les otorgó, fue un perdón más allá de lo terrenal, un perdón que se refería a la vida eterna. Los ladrones, como se recuerda, perecieron también crucificados, es decir, la condena decretada por el Estado en su contra fue puntualmente ejecutada. Lo que pasó después de esa muerte y si ellos recibieron o no la vida eterna es un asunto que nada tiene que ver con la obligación de un país de imponer sus leyes y buscar mantener el bien común con un estricto apego a derecho. Es decir, señor ex presidente Fox, lo que usted dijo no es más que una aberración.
A raíz de la primera declaración del primer Presidente emanado del PAN, el periodista Carlos Loret de Mola realizó una entrevista al Presidente Felipe Calderón. En dicha conversación, de la cual da cuenta Ciro Gómez Leyva en su columna “La Historia en Breve” del 30 del pasado agosto, bajo el título “Fox, lo que dices es una estupidez” (http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9017554), el Presidente de la República, con toda contundencia, manifestó “No sé cuáles sean las ideas y los fundamentos de eso. Creo que para amnistía y tregua con los criminales ya tuvimos demasiados años y ahorita estamos pagando las consecuencias de haberlos dejado crecer por todo el país.” No puedo sino decir que estoy totalmente de acuerdo con esa afirmación.
Si tomamos como cierto el resultado de la investigación de Anabel Hernández, plasmado en su libro “Los Señores del Narco”, el narcotráfico es un problema añejísimo dentro de la historia de nuestro país, sin embargo, durante varias administraciones presidenciales, este ilícito fue, de hecho, controlado por los Presidentes. Ellos les decían a los grupos de traficantes donde operar y muchas otras cosas más, además de que se les obligaba a pagar una especie de impuesto (no digo que esto haya estado bien, pero por lo menos el Gobierno controlaba el problema). Este esquema se presentó hasta el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado quien, de manera poco inteligente y sin pensar las consecuencias que sus decisiones podrían llegar a tener, cedió el control total a los grupos del narcotráfico. Fue ahí cuando se empezaron a ver las violentas ejecuciones, al grado que, pocos años después de esta entrega, el gobierno era un cliente más del narcotráfico, quien imponía sus reglas y sus condiciones. Fue en este pasaje de nuestra historia donde México se comenzó a teñir de rojo. La muerte del Cardenal Juan José Posadas Ocampo es un claro ejemplo de esto. Si Monseñor estaba coludido o no con el narcotráfico es un tema que genera mucho debate, pero aun la versión oficial achaca esta muerte a un enfrentamiento entre dos grupos armados que se disputaban el control de la plaza. Si la administración de Miguel de la Madrid inició en 1982 y el Presidente Calderón declaró la guerra contra el narco en 2006, estamos hablando que durante 24 años la delincuencia organizada tuvo amnistía. Claro, el resultado lo pagamos los ciudadanos.
Otro comentario realizado por el Presidente Calderón durante la entrevista con Loret de Mola fue: “Imagínate que en este momento a los criminales que lanzaron la gasolina, de la manera más cobarde y ruin, les demos amnistía y los dejemos libres, ¿pues qué es eso?” Meditemos un poco en lo que sentirían las familias de todas las víctimas que han fenecido por conflictos relacionados con el crimen organizado si se expidiera una Ley de Amnistía que dejara en la impunidad total a estas personas, ¿qué sentiríamos nosotros? No vayamos más allá, si se decreta una Ley de Amnistía, nosotros, los que no hemos sufrido directamente pérdidas a manos de la guerra contra el narco, que vemos como el país se mancha de rojo por estas personas, seguramente nos sentiríamos defraudados, molestos, ¿cuánto peor no se sentirán los que sí han perdido seres amados?
Ciro Gómez Leyva termina su columna haciendo mención de lo que redactó Joaquín Villalobos, asesor de la PGR: “El narcotráfico es una amenaza estratégica. No se puede decir que algunos posibles acuerdos que existieron en el pasado entre mandos policiacos y delincuentes sean equivalentes a una negociación del Estado con los narcotraficantes de hoy. Además, resulta imposible que la autoridad de cualquier país realice acuerdos con delincuentes que rigen su comportamiento por los principios de violencia, crimen y muerte. La idea de negociar es una fantasía.”
Existen muchísimos motivos por los que no se debe negociar con el narcotráfico y mucho menos concederles amnistía. Cualquier persona que tuviera un grado mínimo de raciocinio lo podría ver. Estamos hablando aquí de Instituciones Democráticas del país, de la vida cotidiana de los ciudadanos, de sangre inocente. Todo esto ha sido dañado por la crueldad y violencia con la que se comportan los grupos dedicados al trasiego de drogas, ¿y todavía alguien se atreve a sugerir amnistía? Lo peor es que lo sugirió alguien que, en teoría, debería conocer a fondo el problema, alguien a quien, durante su administración, se le escapó Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera de un Penal de Máxima Seguridad, alguien que, durante 6 años controló, o por lo menos en teoría, el destino de nuestro país. Lo dice un ex Presidente. Viniendo de él, estas manifestaciones adquieren un matiz muy peculiar, viniendo de él, es un verdadero insulto a la ciudadanía. Las razones que encuentro para decir no a la amnistía son las siguientes, aunque Fox no las quiera ver:
Otorgar amnistía iría en contra de uno de los principios de la democracia: Nada ni nadie por encima de la Constitución. El otorgar impunidad a grupos de narcotraficantes que se han dedicado a atacar, una y otra vez, a las instituciones democráticas de nuestro país, instituciones que encuentran su base en nuestra Carta Magna, implicaría que éstos son más importantes que nuestra Ley Fundamental.
Otorgar amnistía implicaría que el Estado fue derrotado: Después de iniciar una guerra de tal magnitud en contra de un problema de seguridad nacional que requería atención urgente por las autoridades competentes, el único resultado debe ser terminar con el motivo de la lucha. Negociar para que termine sin una victoria total, implicaría una derrota de magnitudes titánicas.
Otorgar amnistía implicaría darle más poder a los narcotraficantes, implicaría entregarles el poder absoluto, estar por encima del gobierno, otorgarles el consentimiento para que actúen a sus anchas, sin que absolutamente nadie pueda reclamarles nada.
Otorgarles esta impunidad implicaría que la sangre que se ha derramado, sangre de personas inocentes, sangre de elementos de las fuerzas del orden, haya sido derramada en vano. El  mejor tributo que se les podría otorgar a las víctimas sería una total victoria.
Por lo expuesto yo también opino que, tal como Gómez Leyva tituló su columna, Fox, lo que dices es una estupidez.

Benjamín Muñiz Alvarez Del Castillo
Twitter: @Benjamin_Muniz

lunes, 24 de octubre de 2011

La sangre derramada no es noticia

Todos los días somos testigos de hechos de violencia que, al parecer, antes no ocurrían. Cada mañana uno puede observar en cualquier puesto de periódicos las fotografías de personas que fueron asesinadas, torturadas, mutiladas. Sin embargo, el hecho que día a día aparezcan estas imágenes, ¿en verdad están informando? Según la Real Academia Española, informar quiere decir enterar, dar noticia de algo; dar forma sustancial a algo. El hecho que aparezca una fotografía de alguien decapitado, ¿le está dando una forma sustancial a algo? En verdad no.
Para que un medio de comunicación cumpla con su deber de informar a la ciudadanía acerca de los acontecimientos diarios, la noticia debería estar acompañada del trasfondo. Últimamente, a raíz de las matanzas que se han presentado en el marco de la guerra contra el narcotráfico, los medios se han encargado de comunicar muertes, pero no informan el contexto. El caso de los decapitados que aparecieron hace algunas semanas a escasos metros de la Secretaría de la Defensa Nacional fueron tomados como ejecuciones del narcotráfico. No niego que estas muertes se encuentren relacionadas a temas de tráfico de drogas, sin embargo, ¿sabemos algo de las personas muertas? No, únicamente sabemos, o suponemos, que fueron personas relacionadas con el narcotráfico.
Contrario a su deber de informar, en muchas ocasiones los medios de comunicación se han convertido en verdaderos emisarios del crimen. La publicación de sangrientas fotografías no hace más que generar una especie de culto a la violencia, propagarla, ensuciar los ojos de nuestros niños. Debemos recordar que estos medios de comunicación, en específico algunos periódicos, exhiben dichas fotografías en primera plana, a gran tamaño y a todo color. Quien transita frente a un puesto de periódicos, sin lugar a dudas verá el derramamiento de sangre. Esto debe cambiar, no podemos permitir que nuestros niños vean este tipo de imágenes. Si los medios de comunicación insisten en que es imperiosamente necesario transmitir dichas imágenes, lo cual no considero que sea así, deberían, en dado caso, hacerlo en páginas centrales o en sus portales de Internet, protegiendo esta información a través de la creación de nombre de usuario y contraseña. De esta manera, las personas que deseen ver este tipo de imágenes lo podrán hacer, cuidando además que los menores no las vean.
Considero oportuno mencionar que la obligación de informar que tienen los medios, no se ve, como ya lo he comentado, cubierta con la divulgación de este tipo de imágenes. En palabras de Juan Villoro, la obligación de informar va mucho más allá. Se debe contar la historia de cómo fueron los sucesos, quienes son las víctimas, qué hacían, si tenían familia, en fin, hacer de nuestro conocimiento todo el entorno que rodeó al homicidio para que nosotros, la ciudadanía, tengamos elementos de juicio, para que podamos generar nuestra propia opinión, para poder analizar a la luz de los datos duros el suceso. No se pretende justificar pero, en diversas ocasiones, las personas delinquen por cubrir alguna necesidad que el Estado no ha podido sufragar. Como lo mencioné en la publicación pasada, en palabras del Lic. Harold Sibaja, si un expandillero no tiene oportunidades, no consigue trabajo, va a hacer lo que sabe hacer: matar si es que su hijo tiene hambre. Lo mismo sucede con muchas personas que jamás se han visto envueltas en la vida pandilleril pero que no ven satisfechas sus necesidades, que salen a las calles en busca de trabajo y no lo encuentran, que regresan a sus hogares y ven a una familia a la que deben alimentar. Quienes somos padres haríamos lo que fuera necesario por nuestros hijos. En muchas ocasiones los delincuentes pueden llegar a pensar que si para poder poner el pan en el plato de mis hijos y de mi esposa es necesario salir y matar por él, robar por él, lo hacen. Claro, hay delincuentes verdaderamente psicópatas que no tienen esta intención detrás de sus actos delictivos, que lo hacen simplemente por el placer de hacerlo. Con la manera como los medios han reportado las muertes, ¿podemos distinguir el motivo detrás del delincuente? No, simplemente sabemos que un narcotraficante, un sicario, un narcomenudista o una persona que presuntamente se encontraba ligada al trasiego de drogas fue abatida.
No es muy diferente en el caso de las fuerzas del orden que también han caído. Sabemos que, en muchas ocasiones, murió en cumplimiento de su deber de proteger la seguridad, pero ¿sabemos por qué se volvió policía o militar? ¿Sabemos si tenía una familia? ¿Sabemos que va a pasar con sus hijos, en caso de tenerlos, ahora que su padre no está? ¿Sabemos si se encontraba coludido con la delincuencia organizada? ¿Sabemos si murió exactamente por no estarlo? No, no lo sabemos, nuestra información es limitada.
Tal vez no todos son padres o esposos, pero si todos somos hijos. Para que la información sea certera, requerimos conocer el ambiente en que se gestó la persona sobre la cual se está dando la noticia. Considero que conocer qué llevo a estas personas a delinquir, cuáles son sus circunstancias particulares, en qué ambiente se desenvolvieron, nos ayudará a generar programas de prevención eficientes. Si el Estado logra cubrir las necesidades insatisfechas, si llega a generar las oportunidades necesarias, si otorga la alimentación requerida, entonces, seguramente, los índices de delincuencia se verían disminuidos de manera drástica.
Otro factor que llama enormemente mi atención en cuanto a la cobertura que realizan los medios es el hecho que se ve un reportaje mucho más amplio sobre los hechos violentos y sangrientos que sobre los que no los son. Claro, vende más una portada que diga que aparecieron cierto número de personas “ejecutadas” a decir que se abrió un hospital que atenderá a personas sin recursos.
Otro factor que es de tomar en cuenta es la adopción de los medios respecto al lenguaje utilizado por las bandas de la delincuencia, el llamado narcolenguaje. Estoy totalmente en contra de esto. Tal como lo manifesté en la publicación titulada “Ya basta” del 22 de agosto del presente año (http://prevencionencolores.blogspot.com/2011/08/ya-basta.html) seguir utilizando ese lenguaje solamente hace más evidente el nivel de poder que tienen las bandas del crimen organizado sobre nosotros. No existen los levantones, jurídicamente se conocen como privación ilegal de la libertad, no hay ejecuciones, la ejecución se da una vez que se ha concluido un juicio y existe una sentencia, las sentencias son las que se ejecutan, no las personas, lo que sucede hoy día se llama, jurídicamente, homicidio.
A través de este tipo de conductas, los medios han incumplido su labor de informar y se han vuelto emisarios del poder del narcotráfico. Se ha hecho un monumento a la violencia y a la delincuencia y se ha caído en un círculo vicioso que es necesario y urgente romper.
Por supuesto, no se puede negar la importancia que los medios de comunicación han tenido a lo largo de la historia, específicamente, a lo largo de la guerra contra el narcotráfico. Los medios pueden ser utilizados, como de hecho a sucedido en diversas ocasiones, como vías para la creación de conciencia social. Se puede utilizar para comunicar ideas, estrategias, planes para salir de esta vorágine de violencia que vivimos. Los medios de comunicación deben ser nuestros mejores aliados en la lucha contra la criminalidad, no solo contra la delincuencia organizada, sino contra toda muestra de ilícitos.
Harold Sibaja, al presentar su “Proyecto 10” en el Foro Internacional Pensar el Futuro: La Prevención que México necesita, habló de manera amplía de la importancia que tienen los medios de comunicación en la reducción de los índices de delincuencia. Él mismo comentó que de no haber sido por el apoyo de las televisoras, su proyecto no hubiera tenido el éxito deseado y muchos expandilleros hubieran vuelto a delinquir. Sus palabras están llenas de verdad. La televisión, el Internet, la radio, los periódicos, deben convertirse en emisarios de los planes de prevención, de los planes de acción. Se debe centrar la comunicación en este tipo de noticias, no solamente en la violencia, en la sangre. Se debe cerrar el binomio. Claro, es indispensable que los medios reporten las muertes, pero también lo es que reporten los avances, los planes. No solo se debe comunicar lo malo, también se debe comunicar lo bueno.
Quiero terminar esta publicación con unas palabras que me marcaron profundamente. Durante su participación en el Foro Internacional ya mencionado, Juan Villoro, periodista de ojo crítico y lápiz inquisidor, lanzó esta tajante frase que espero haga recapacitar al lector como lo hizo conmigo:
“La sangre derramada no es noticia, la noticia es la vida que se pierde con esa sangre.”
Benjamín Muñiz Alvarez Del Castillo
Twitter: @Benjamin_Muniz

lunes, 17 de octubre de 2011

Las bandas y la delincuencia

Actualmente vivimos, por desgracia, en un mundo lleno de violencia y de delincuencia. Sería totalmente injusto y falso acotar estas circunstancias únicamente a nuestro País, ya que la violencia es un flagelo que no distingue sexo, edad, condición social, nacionalidad, preferencias sexuales, grado académico, es decir, la violencia es un problema global.
No obstante esta realidad, existen determinados factores que parecen tener el poder de agravar o reducir los índices de violencia. Uno de estos factores lo forman los grupos sociales. Un grupo social, en que conjugan personas con intereses similares, maneras de pensar parecidas, puede ser un factor criminógeno importante o, por el contrario, ser un factor para frenar la escalada en los índices de violencia.
Es evidente que no todos los grupos son criminales y estigmatizarlos de esta manera sería en verdad una mentira. Hay grupos, incluso formados por jóvenes, que tienen objetivos y fines completamente lícitos. Ejercen su libertad de reunión y asociación, consagrada en nuestra Carta Magna, dentro de todos los límites legales existentes.
Podemos mencionar, por ejemplo, a aquellos jóvenes que se reúnen con el único propósito de buscar salvar animales, grupos de los cuales muchos se han convertido en sociedades civiles dedicadas de lleno a esta noble tarea. También existen jóvenes que se unen con la finalidad de estudiar, o de discutir los acontecimientos nacionales, o para realizar actividades altruistas, entre otros muchos fines.
Sin embargo, la realidad demuestra que existen muchos grupos, verdaderas bandas, que dedican su tiempo a cometer actos ilegales que van desde una simple infracción hasta el más grave de los delitos. A estas bandas hay que ponerles especial atención ya que, una vez que realicen su primera infracción, seguramente realizarán otra y otra, escalando el nivel cada vez más (recordemos lo que se conoce como la Pirámide del Crimen).
Desgraciadamente, se le da mucho más difusión en los medios de comunicación a las bandas que se dedican a realizar actividades delictivas que a los grupos de personas honestas que actúan en el marco de la ley. Claro, es más impactante y jala más gente reportar que una pandilla en cualquier región del país asesinó a una persona a decir que una sociedad protectora de animales logró dar en adopción a un perrito que se encontraba en calidad de calle. En una publicación posterior tocaré el papel que juegan los medios de comunicación en la cultura actual de violencia.
Para efectos de esta publicación, me concentraré únicamente en las pandillas juveniles, en virtud de ser las que mayor capacidad de convocatoria tienen.
Los motivos por los cuales los jóvenes se integran a este tipo de grupos sociales son variados. Debemos tener siempre en mente que éste es un problema complejo que no podrá ser solucionado a través de la adopción de una medida en específico, si no que se requieren múltiples factores que, conjuntados, permitan la prevención de la incursión de la juventud a las pandillas callejeras existentes e, incluso, prevenir la creación de nuevas pandillas.
En su libro “Hoy te toca la muerte: El imperio de los Maras visto desde dentro”, publicado por Editorial Planeta, Marco Lara Klahr realiza un análisis detallado de lo que es la vida dentro de las pandillas juveniles, así como los motivos que llevaron a los jóvenes a integrarse a las mismas. Es muy triste ver la realidad, observar que, de haber existido mayor acercamiento familiar y políticas más congruentes, estos grupos se hubieran visto reducidos a su más mínima expresión.
En este punto en particular llama mucho mi atención como, en gran parte, fueron las políticas de mano dura adoptada por los gobiernos estadounidenses los que provocaron la explosión de esta forma de expresión social. Las deportaciones masivas de centroamericanos que tenían ciertas características que, según las fuerzas del orden estadounidenses, eran típicas de pandilleros, únicamente provocaron que, un fenómeno que se gestó en Estados Unidos (aunque ellos se nieguen a aceptarlo) se expandiera a través de las fronteras, generando problemas mucho más difíciles de controlar.
Retomaré un poco de la historia de la creación de dos pandillas rivales que han sido tristemente célebres en las últimas épocas: la Mara Salvatrucha y la Barrio 18. Por supuesto el antecedente histórico lo tocaré de manera por demás somera, pero si el lector tiene interés en conocer más acerca de estos grupos, recomiendo ampliamente la lectura del libro mencionado líneas arriba.
La creación de las pandillas Mara Salvatrucha y Barrio 18 se genera en las comunidades centroamericanas, sobre todo salvadoreñas, que radicaban en Los Ángeles, California. Ante la explosión de estas bandas, conocidas por su violencia, las autoridades de Estados Unidos crearon una serie de leyes de mano dura que generaron deportaciones masivas a los países de origen de los arrestados. Una vez que arribaron a sus respectivas patrias, los deportados se encontraron con un panorama demasiado complicado. En primer lugar, regresaron a una patria que ya no los acogía como nacionales. Ante esto, los deportados se sentían que, como diría Facundo Cabral, no eran de aquí ni eran de allá. Aunado a esto, arribaron a países que no les ofrecían oportunidad alguna de integrarse al mercado laboral. Evidentemente, por más que estas personas buscaran el autoempleo, en países con una economía con bajo poder adquisitivo, el dinero que lograban juntar no les alcanzaba para subsistir. Ante este panorama, decidían tomar el único camino que conocían: la delincuencia. Por supuesto, ante la desigualdad existente en estos países subdesarrollados, los pandilleros llegados de Estados Unidos encontraron un terreno fértil para sembrar su semilla. El resultado es evidente. Las pandillas proliferaron, sobre todo en El Salvador.
Además del tráfico de estupefacientes, el robo, la comercialización de productos robados, existía (y aún existe) otro factor que encendía focos rojos en las autoridades cuando se hablaba de las pandillas callejeras: su violencia. La rivalidad existente entre estas dos pandillas no conocía límites. Bastaba con que en miembro de una de estas pandillas viera a un miembro de la pandilla contraria para que se desatara una sangrienta escena donde alguno de ellos, o ambos, terminaran muertos. A tal grado se presentaban estos enfrentamientos que existen diversas escenas en la historia de estas pandillas que terminaron en masacres dentro de cárceles y centros de reclusión.
La violencia se manifestaba también de otra forma: en el rito de iniciación. Para que una persona pudiera “saltar el barrio” debía aguantar, primero, una golpiza propinada por los demás miembros de la mara para, una vez curado de este evento, asesinara a sangre fría a un miembro de la pandilla contraria. De no cumplir este rito de iniciación, el postulante no se vería “suscrito” a su pandilla.
A pesar de estos hechos atroces, los pandilleros tenían un código de “ética” estricto. Las órdenes del “Big Palabra” líder de cada una de las clícas se acataban sin mediar objeción alguna. Los Big Palabra fácilmente podían esbozar la frase de José Alfredo Jiménez “mi palabra es la ley”. En caso de que alguien osará contradecir o desobedecer al líder, o bien, cometiera algún acto prohibido por la clica, se le decretaba “luz verde”, es decir, se giraba la orden de matar al culpable, mediante, en algunas ocasiones, un “juicio” extremadamente sumario en el cual, lejos de otorgarle al inculpado la oportunidad de defensa, se le comunicaba únicamente que tenía luz verde sobre su cabeza.
Del extracto de historia narrado (reiteró, la historia completa es muy complicada y abordarla en esta publicación sería imposible), podemos observar algunos puntos que debemos tener en cuenta antes para prevenir que estos grupos se engrosen.
En primer lugar, debemos tener en cuenta que las pandillas tienen tan alto poder de reclutamiento porque otorgan a los jóvenes algo que no tienen dentro de su propio ambiente: sentido de pertenencia. El sentido de pertenencia nos mueve a actuar de muchas maneras. Todos queremos sentir que pertenecemos a un lugar, que somos importantes para alguien y, por consiguiente, respetados. En los jóvenes, esto se agrava en virtud de encontrarse en la etapa de la vida en que se termina de forjar su carácter. Muchas personas, sobre todo aquellas con baja autoestima o que sienten que no son apreciadas, harán lo que sea necesario para obtener ese cariño que, de otra manera, le ha sido negado. Las pandillas entienden esto muy bien. Les otorgan a los jóvenes un sentido de pertenencia, entienden lo que sufren porque ellos mismos lo han sufrido previamente. ¿Qué importa si para sentirme respetado tengo que matar? Lo importante, para ellos, es ganar el respeto ajeno, sin importar los medios empleados para hacerlo.
El panorama que se abre ante esta realidad es muy complejo. Se requiere, en primer lugar, de la participación activa de las familias. Debemos tener en cuenta que, tal como manifiesta el Dr. Luis Rodríguez Manzanera, sin una cooperación de la familia y de la sociedad en general, son inútiles todas las medidas que se puedan tomar. Desgraciadamente, derivado del entorno socioeconómico de muchas de las familias de las que provienen los jóvenes pandilleros, esto resulta virtualmente imposible, por lo que el Estado debería garantizar las oportunidades necesarias para obtener un crecimiento moral sustentable en las familias, de no ser así, seguiremos dentro de un círculo vicioso que cada día será más complicado romper. Para lograr este fin, retomo nuevamente las palabras del Dr. Rodríguez Manzanera quien manifiesta que “En cuestión familiar e infantil no es verdad que deba atenderse primeramente las necesidades materiales y después las morales. Debe haber una atención conjunta, simultánea”. Ante esto, tanto sociedad como gobierno, tenemos una tarea de dimensiones titánicas por delante, pero es necesario hacer frente a ella para lograr una mejora en las condiciones de vida de nuestros connacionales.
Además de generar las oportunidades necesarias para el desarrollo de las familias de los jóvenes pandilleros, debemos desarrollar las oportunidades necesarias para los pandilleros. Sobre este tema, considero muy acertado el plan de acción llevado a cabo en Guatemala, El Salvador y Honduras por Harold Sibaja, quien durante el Foro Internacional “Pensar el futuro: la prevención que México necesita” presentó un Reality Show llamado “Proyecto 10”, justificándolo de la siguiente manera:
Muchos expandilleros no tienen oportunidades laborales. Existen quienes han abandonado las clicas, las pandillas y buscan comenzar nuevamente sus vidas, sin embargo, el estigma existente en cuanto a los tatuajes es evidente. Cuando se les realiza examen médico para ingresar a un trabajo y los examinadores se encuentran un tatuaje, en automático les cierran la oportunidad de conseguir el empleo. Por tal motivo, se creó el mencionado reality show en el que se tomaron a 10 expandilleros quienes fueron convertidos en microempresarios en 14 días, programa donde se involucró al sector privado para fungir como mentores de los pandilleros readaptados. Durante el Foro mencionado, el Lic. Sibaja lanzó una frase lapidaria:
“Hay jóvenes que sí han estado involucrado en pandillas, que posiblemente entraron a los 10 o 12 años y no hay que justificar de ninguna forma los crímenes que han cometido, pero sí hay que estar preparados para una segunda oportunidad, si así fuera el caso. Un joven de estos que no tiene una segunda oportunidad, va a volver a hacer lo mismo que sabe hacer: robar y asesinar si su hijo tiene hambre.”
Es importante recalcar que la solución no está simplemente en el gobierno o en la policía, está en todos, Debemos unirnos como sociedad para prevenir la violencia y de esta manera prevenir el acceso de jóvenes a las pandillas. Debemos brindar oportunidades a las personas. Recordemos que jóvenes con desempleo, con tiempo ocioso, sin oportunidades es la fórmula perfecta para la violencia juvenil. En cuanto a la necesidad de identidad y pertenencia, así como la baja autoestima y la ausencia de plantes de vida de los jóvenes, es trascendental solucionar estos aspectos. Según palabras del Lic. Sibaja:
“Es un tema clave, porque muchos de estos muchachos están creciendo como un velero en el mar, que los mueve el viento donde sea, no tienen una meta, no saben dónde van, no tienen una identidad, no tienen una oportunidad de agruparse en un grupo que les muestra cariño, que les muestre respeto. Si, la pandilla sí se los ofrece”.
Es necesario que rompamos paradigmas, que brindemos a estos jóvenes las oportunidades que les fueron negadas y que los orillaron a delinquir. Obsequiémosles un nuevo comienzo, una nueva vida. Rompamos el círculo vicioso que produce únicamente delincuencia. Luchemos por dar a cada persona la esperanza de tener un mejor futuro.
Por último, cabe hacer una mención especial con motivo del fallecimiento de un de los grandes del periodismo en nuestro país. Miguel Ángel Granados Chapa, siempre polémico, siempre crítico, con quien se podía o no estar de acuerdo, falleció el día de ayer a los 70 años. Descance en paz.

Benjamín Muñiz Alvarez Del Castillo
Twitter: @Benjamin_Muniz

domingo, 9 de octubre de 2011

El protagonismo de la destucción

Existen diversas teorías acerca de la creación del mundo. Las dos que más fuerza tienen son las relativas a la Creación por Dios en 7 días y aquella que asevera que el mundo fue creado por una explosión cósmica conocida como el “Big Bang”. Para efectos de la presente publicación, tomaré la teoría creacionista que se establece en la Biblia.

De acuerdo al capítulo primero y hasta el versículo 3 del capítulo 2 del Génesis, Dios creó el mundo y todo lo que en él hay en 7 días, creando tanto a los animales como al hombre durante el sexto día. Respecto la creación del hombre, la Biblia nos dice:

Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y da semilla; os serán para comer. Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así” (Génesis 1:27-30)

Por mucho tiempo, el hombre ha discutido acerca de cuál de las dos teorías de la creación del mundo es la verdadera, pero por más que se siga discutiendo, ninguno pone en duda que Dios dio la orden que el hombre señoreara sobre la tierra.

Este espacio no está pensado para discutir teorías teológicas o científicas, no buscar cuál es la correcta y cual no lo es, sin embargo, por el tema que planteó en la presente publicación, es necesario tomar estas palabras: “señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”.

Por muchos años, el hombre ha señoreado sobre los animales, sin embargo, ese derecho se ha ejercido de manera indiscriminada, excesivo. El hombre se ha creído con la autoridad total sobre los animales, al grado de cometer vejaciones en su contra. Se ha invadido el hábitat, se han asesinado animales sin tener motivo para hacerlo, pero eso sí, en cuanto un animal se siente agredido y se defiende de la única manera que conoce, entonces si, los animales están locos, son violentos, atacan sin razón. La mayoría de los ataques de animales de los cuales tengo conocimiento, vienen provocados por el propio hombre.

Creo que todos conocemos de sobra el resultado que nuestras acciones han tenido en el mundo. Hemos devastado los hábitats naturales de los animales, hemos contaminado los mares y los ríos, hemos dañado nuestra capa de ozono, provocamos el calentamiento global, en pocas palabras, estamos terminando con nuestro mundo, el único planeta del sistema solar sobre el cual podemos vivir. Lo peor del caso es que, aún cuando sabemos que lo que hacemos afecta a nuestro mundo más allá de toda reparación, lo seguimos haciendo. En este artículo me dedicaré a tocar el tema de la crueldad animal únicamente.

Muchos podrán preguntar ¿por qué, si este ha sido un blog en el que toco temas relativos a la seguridad pública, ahora voy a hablar de la crueldad contra los animales? La respuesta es muy simple, porque ellos también tienen el derecho a tener una vida digna, a una vida en donde no sean maltratados. Ellos también tienen el derecho de desarrollarse en un ambiente adecuado y seguro para ellos.

Una primera muestra de maltrato animal que quiero poner a su consideración es la pelea, en específico, de perros. Esta actividad es ilegal en gran parte del mundo, incluyendo México, sin embargo, las autoridades han tenido poco éxito en detener estas exhibiciones. La pelea entre animales no es algo nuevo. Desde épocas antiguas podemos encontrar vestigios de esta malsana forma de entretenimiento, así, el pueblo romano se veía complacido cuando los animales peleaban entre ellos en el Coliseo. Obviamente, la diversión era mayor cuando, además de dos o más animales batiéndose a muerte, se le agregaba otro ingrediente: un gladiador.

Gracias, en gran parte, a esta “tradición” añeja, las luchas de animales se vieron como algo normal durante mucho tiempo. Fue hasta hace relativamente poco tiempo cuando, sociedades protectoras de animales se empezaron a preocupar por este flagelo, logrando su prohibición. Sin embargo, sus esfuerzos no han sido suficientes. Las penas por violar la prohibición no tiene la suficiente fuerza. En México, únicamente se hacen acreedores, tal como ya lo mencioné en la publicación “Los animales también tienen derechos”, a una sanción administrativa.

La historia de las peleas de perros es, como puede esperarse, sangrienta. En un principio, los canes se utilizaban para luchar contra toros. Para lograr esto, se le arrojaba al toro agua hirviendo en las orejas para volverlo más violento, soltándolo junto con los perros. El objetivo era ver cuánto tiempo podían los perros permaneces colgados de alguna parte del toro. Después de la muerte del toro, el perro soltaba a su presa. La apuesta aquí consistía en cuántas extremidades debían ser amputadas al perro.

Posteriormente, se cambiaron a los toros por osos. Claro está, el oso no peleaba en igualdad de circunstancias: se le cortaban las garras y los colmillos, a parte que el perro se encontraba protegido por una especie de armadura.

Con el pasar de los años, el uso de perros en peleas fue evolucionando, si así se le puede llamar, al grado de generar todo un “deporte” de lucha entre canes. Esta barbarie tiene ciertas reglas, se le ha hecho parecer al box que se practica entre humanos. Los perros, quienes tienen que ser de pesos semejantes, se colocan en un cuadrilátero junto con sus dueños, managers en este caso, y posteriormente son soltados para atacar al contrincante. El ser humano no puede intervenir en la lucha. El resultado, claro está, es sangriento. En diversas ocasiones los perros quedan tirados, heridos, con mucho dolor y, en el peor de los casos (o tal vez en el mejor, dadas las heridas que se les infligen y el destino que tienen), la muerte.

Por si esto fuera poco, las personas irracionales que se dedican a esta tortura, parten de la base que, al ser un deporte, sus gladiadores tienen que entrenar, pero entrenar con perros ya “profesionales” puede generar que el gladiador en potencia se lesione permanentemente, cortando prematuramente su carrera, por lo que, en diversas ocasiones, los managers roban mascotas que utilizan para medir el instinto de sus canes de pelea. Claro está, las mascotas robadas terminan siendo destrozadas por los perros peleadores.

Otra cosa que demuestra la crueldad en esta actividad y el nulo interés que los dueños tienen por sus perros, una vez que los mismos ya no son útiles para la lucha, terminan siendo abandonados, estrangulados, tiroteados o electrocutados. Esto solo refleja que el único interés que tienen estas personas desalmadas es el dinero que las luchas les lleguen a generar. Ven  a los perros como medios para conseguir dinero, no como lo que son, seres vivos que sienten, que sufren.

Existe otro factor que debe llevar a las autoridades a generar leyes más severas contra las peleas de perros. Se ha descubierto que está cultura de lucha está directamente relacionada con otro tipo de actividades delictivas, como lo son la extorsión, el tráfico de drogas y el juego. El homicidio puede también estar presente en esta subcultura.

De lo que se ha expuesto, se puede observar que es de vital importancia contar con una legislación completa que evite, de manera efectiva, la continuidad de estas actividades inhumanas, que solo generan dolor y sufrimiento a animales que no tienen la culpa de haber llegado a manos de personas que no tienen la menor idea de lo que es la lealtad que un perro puede demostrar. En verdad, lo digo como alguien a quien le encantan los perros, ¿por qué no ponemos a esos infrahumanos a pelear de esa manera entre ellos y una vez que no nos sirvan, los abandonamos a su surte? En verdad, los animales, al igual que los hombres, tienen derechos que deben ser salvaguardados.

Otro punto al que debe de brindarse mayor atención es a los animales domésticos, sea cual sea su especie. Vemos, tristemente, como en muchos casos padres de familia compran a sus hijos mascotas, como si fueran juguetes. Evidentemente, un animal, por más dócil que sea, jamás va a ser un juguete. Es un ser vivo que tiene necesidades, que requiere comer, requiere salir a pasear, requiere aseo y requiere, sobre todo, tiempo de calidad. Cuando los padres se percatan ya en la realidad de esto, y ven que los hijos no cuidan a sus mascotas, comienzan los problemas. En algunos casos, les resulta fácil que el perro (normalmente sucede con ellos) “escape”, es decir, abren la puerta de la casa para permitir que el animal salga y se pierda en la inmensidad de la ciudad. En otros casos, los humanos, haciendo uso de ese derecho divino de señorear sobre los animales, simplemente decidimos que tienen la capacidad de vivir solos, alejados de la que el animal consideró como su familia. Lo transportan a un lugar alejado y, sin el menor remordimiento, deciden abandonarlo a su suerte. En otros casos, simplemente lo abandonan en la azotea, sin comida, sin agua, sin un techo que los proteja de las inclemencias del clima. Es un abandono a final de cuentas, el animal está a su suerte, completamente solo aun cuando sigue compartiendo un inmueble con sus amos, quienes, en teoría, tendrían que velar por él.

Ahora, ¿qué decir de la matanza de animales en estado salvaje? Vemos como en muchos lugares del mundo, el hábitat de los animales silvestres ha sido invadido poco a poco por el ser humano, obligando a los animales a protegerse en zonas cada vez más pequeñas. Claro está, llega un momento en que tienen que obtener comida e ingresan a las comunidades humanas. Vemos como, por ejemplo, en la India, se ha vuelto cada vez más común que los tigres ingresen a las aldeas humanas, atacando a cuanto ser humano se le ponga enfrente, matando a muchos. Claro, después los científicos analizan el caso y se preguntan por qué los animales silvestres se están saliendo de sus hábitats para atacar a seres humanos indefensos. Mi pregunta más bien sería, ¿por qué el ser humano se empeña en invadir el hábitat animal? ¿En verdad el ser humano es el indefenso? ¿No es al contrario? ¿No es el animal quien, al sentirse acorralado, de manera instintiva lucha por su supervivencia? Considero que la respuesta es obvia, pero es más fácil seguir culpando a los animales de la destrucción que el hombre ha generado.

Otro factor que ha sido determinante en el mundo es la caza furtiva de animales. Ejemplos sobran, pero ¿qué tal si tocamos el punto del tigre de Sumatra? Ésta es una subespecie de tigre que se encuentra únicamente en la isla Indonesia de Sumatra. A pesar de que hace algunos años existían miles de ejemplares, hoy día el conteo más optimista considera que existen únicamente 500 ejemplares, aunque se cree que la cifra real no excede de 250. Dentro de Sumatra, los tigres viven en bosques de las llanuras y tierras bajas, así como en las montañas. De igual manera, muchos viven en áreas no protegidas que son rápidamente destruidas por el veloz avance de la agricultura. Aunado a este hecho, que genera que los insumos necesarios para su existencia no se encuentren garantizados, el tigre de Sumatra tiene que luchar contra otro problema, los furtivos y traficantes de pieles que matan muchos tigres por año (a estas alturas de peligro de extinción, matar un solo de estos ejemplares es demasiado).

Otro animal que ha sufrido demasiado por la codicia del hombre es el elefante, quien es victimado constantemente únicamente con la intención de extraer el marfil de sus colmillos. El elefante es también hoy día un animal en riesgo.

Para demostrar como los “indefensos” seres humanos estamos terminando de manera arbitraria con los animales, tomemos el ejemplo de Japón, donde son capaces de matar un tiburón blanco, el rey de los mares, con el simple propósito de cocinar la extremadamente cara (y, según dicen, insípida) sopa de aleta de tiburón. Como cada tiburón solo tiene una aleta dorsal, se utiliza un tiburón por plato, por lo que si se requiere cocinar 100 platos de este “manjar”, se tendrá que pescar, y mutilar a 100 tiburones. Por si esto fuera poco, los pescadores japoneses no tienen siquiera el corazón para evitar el sufrimiento de estos animales, no, únicamente los saca, les cortan la aleta dorsal y los avientan al mar, donde mueren desangrados, con el consecuente dolor de sentir como la sal marina penetra sus heridas.

De igual manera se ha venido realizando con los gorilas, quienes son masacrados sin ton ni son. Últimamente les ha dado a los furtivos por atacarlos para cortarles las manos, dejándolos tirados, aún con vida. Su futuro después de esto es tormentoso, si no mueren desangrados, sobrevivirán para morir de inanición cuando, por no tener manos, no sean capaces de adquirir alimento.

La crueldad animal debe terminar. El señorío que Dios otorgó al hombre sobre los animales no fue de manera alguna para jugar a ser dioses, para decidir cuándo viven y cuándo mueren, para masacrarlos. No tenemos el derecho de hacerlo. Afortunadamente, a lo largo de la historia han existido personas que han dedicado sus fuerzas e incluso, han dado su vida para proteger a los animales. Recordemos el caso de la naturalista estadounidense Dian Fossey quien dedicó su vida a defender a los gorilas. Ella pagó con su vida el amor que sentía por estos animales. Prefirió sacrificarse, pero salvó la vida de muchos gorilas. A ella se le deben muchos estudios serios de estos animales.

Además de Dian Fossey, existen muchas personas con un genuino interés de salvar a los animales de la violencia y crueldad. En Estados Unidos existe una sociedad llamada Humane Society quien recibe denuncias de animales en riesgo, animales abandonados, animales que son víctimas de violencia. Afortunadamente la legislación estadounidense apoya las labores realizadas por esta asociación quien, en casos graves, puede acudir ante los jueces para que se ordene a los dueños a entregar al animal.

En México existen también asociaciones con este fin. Gente por la Protección de los Animales (GEPDA) es una de ellas. Su labor es ardua. En muchas ocasiones los voluntarios exponen su integridad física por defender a los animales. GEPDA necesita el apoyo de todos nosotros, necesita insumos, necesita un refugio, necesita personas que estén dispuestos a adoptar mascotas, pero sobre todo, necesita una legislación que le de mayor fuerza a los derechos de los animales y les permita a este tipo de asociaciones convertirse en garante de estos derechos.

Por último, otro factor que es importante, no compremos mascotas. Los animales que compramos provienen de criaderos en los que, muchas veces, tienen a los animales en condiciones por demás precarias. Hembras que son preñadas, dan a luz e inmediatamente se ven preñadas otra vez, lo cual, evidentemente, genera daños irreparables en la vida de dicho animal. Si queremos una mascota, adoptemos. Detengamos la barbarie a la que son sometidas las criaturas que se encuentran literalmente presas dentro de los criaderos.

El esfuerzo de las sociedades protectoras de animales es de aplaudirse, sin embargo, no conseguirán nada si no cuentan con el apoyo de la sociedad, hagamos algo, apoyémoslas, unámonos a su causa. Detengamos el sufrimiento animal.

Benjamín Muñiz Alvarez Del Castillo
Twitter: @Benjamin_Muniz

lunes, 3 de octubre de 2011

La inequidad en la legislación pro equidad

Durante el desarrollo de nuestra historia nacional hemos visto una ambivalencia muy marcada del papel que juega la mujer. Incluso, en su libro “Criminalidad de Menores”, el Dr. Luis Rodríguez Manzanera dedica todo un apartado a analizar esta fluctuación y las implicaciones que tiene sobre la criminalidad en nuestro país.
Un tema particular que llama mucho mi atención del análisis que realiza el Dr. Rodríguez Manzanera, es precisamente que, dentro de la sociedad mexicana, la mujer, tradicionalmente, se encuentra dividida en dos grandes rubros: la madre, que es considerada prácticamente una semidiosa y las demás, despectivamente conocidas como las viejas. La esposa tiene un tratamiento sui generis, porque no alcanza, según lo que manifiesta Rodríguez Manzanera, la posición que tiene la madre, pero si llega a estar en un escalón más elevado que la generalidad de las mujeres.
Otro tema que llama mucho mi atención es el mencionado autor es que el mexicano, durante el cortejo, puede ser la persona más caballerosa, incluso defender a una mujer con su propia vida pero una vez que termina esta etapa y comienza la vida real y cotidiana, las cosas cambian por completo e inician los problemas de machismo, de violencia física, emocional, financiera, llegando, en algunos casos, a convertir a las esposas en verdaderas rehenes de un secuestro.
Sobre este punto, es evidente que el Estado tiene  la obligación de salvaguardar los derechos de las mujeres, generar las oportunidades para que éstas se desarrollen en un ambiente libre de violencia y que puedan maximizar su potencial, sin embargo, al generar el marco jurídico tendiente a este fin, los legisladores deben ser extremadamente cuidadosos. Desgraciadamente no lo han sido.
Es por todos sabido que cuando se ha descuidado tanto un tema por tanto tiempo, y se empieza a tratar y a generar una cultura de protección, es común caer en excesos, es por tal motivo, que se tienen que abordar los temas de manera cuidadosa.
Podemos ejemplificar este fenómeno con una situación que se vive actualmente en la República de Sudáfrica. Quien conoce la historia sabe que durante mucho tiempo este país fue colonia inglesa que alcanzó su independencia parcial el 31 de mayo de 1910 y declarándose como República de Sudáfrica hasta el 31 de mayo de 1961, obteniendo de esta manera, su total independencia de la Corona Británica. No obstante estos hechos, los cuales sin duda generan un precedente importante para lo que hoy es la República de Sudáfrica, éste también es un país en el que existen grandes desigualdades ya que, aun a pesar de contar con grandes capitales y fortunas que se encuentran dentro de los principales centros de negocios de todo el continente africano, aproximadamente una cuarta parte de su población se encuentra desempleada y vive con menos de 1.25 dólares al día.
En 1948, estando aun bajo el yugo inglés, llega al poder el Partido Nacional, instaurando un sistema segregacionista y racista, el cual dio inicio al apartheid (que en Afrikaans, uno de los 11 idiomas oficiales de la República, significa “separación”). Con el apartheid, se creó un vasto sistema jurídico y social que separaba a las razas blanca y negra, con una marcada ventaja para los blancos a quienes se les otorgaba privilegios impresionantes. El régimen jurídico dentro de esta época se caracterizaba por lo siguiente:
Ø  El derecho al voto estaba reservado únicamente a los blancos.
Ø  El libre tránsito al país, igualmente estaba reservado a los blancos.
Ø  Estaba legalmente permitido que un blanco ganara más que un negro por el mismo trabajo.
Ø  Los negros debían vivir en zonas alejadas de los blancos, las cuales, por supuesto, se convirtieron en cinturones de miseria.
Ø  Los negros debían estudiar en escuelas separadas de los blancos, en las cuales recibían educación limitada y de ínfima calidad.
Después de que se declara la República de Sudáfrica el 31 de mayo de 1961, paulatinamente se van derogando las disposiciones del apartheid, concediendo el derecho de voto a los negros por medio de un refréndum en 1993. Al año siguiente se realizan las primeras elecciones democráticas en la historia del hoy gigante Africano, en las que resulta electo uno de los luchadores más feroces en contra del apartheid, considerado por muchos uno de los máximos representantes del humanismo a nivel mundial, Nelson Mandela.
Después la exposición de este panorama, es clarísimo que la raza negra requería que se le brindara protección legal, sin embargo, las legislaciones que han sido generadas para incorporar a los negros a los mercados laborales, buscando la equidad, han tenido un efecto contrario. Hoy día, la legislación laboral creada por el Congreso Nacional Africano, partido que desde 1994 ha estado en el poder, prohíbe a los blancos ocupar numerosos puestos de trabajo que se encuentran ahora reservados para los negros. Este factor, más el alarmante nivel de delincuencia existente (50,000 homicidios por año, lo que proporcionalmente equivale a o veces más que el índice en Estados Unidos) ha generado que miles de blancos abandonen el país, mientras que los que siguen ahí son los que ahora ocupan los cinturones de miseria. Al respecto, remito al lector a un reportaje que, sobre el tema y en el marco de la Copa Mundial de Futbol de 2010 celebrada en dicha República, realizó Carolina Rocha Menocal.
Lo mismo acontece hoy día en los Estados Unidos después del marcado racismo que concluyó, en gran parte gracias al trabajo de Martin Luther King, Jr. Nos encontramos que ahora el racismo, en muchas partes, se ha generado en contra de los blancos.
Estos son claros ejemplos de cómo, en aras de otorgar los derechos que le fueron negados por un lapso de tiempo prolongado, se otorga a cierta parte de la población un poder mayor, creando ahora una discriminación en contra del que antes discriminaba.
Desgraciadamente en nuestro país hemos llegado ya a esto. Afortunadamente no hemos alcanzado el grado de inequidad descritos líneas arriba, pero es de vital importancia tomar las medidas conducentes para impedir que esto suceda.
Como ejemplo de lo anterior podemos ver que, en pasadas fechas la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó la reforma al Código Penal por medio de la cual se tipifica el delito de feminicidio. Previo a la publicación de esta reforma en la Gaceta Oficial del Distrito Federal, el pasado 26 de julio, el Título Primero del Libro Segundo del Código Penal regulaba todo lo relativo a los delitos contra la vida y la integridad corporal, contando para ello con 5 capítulos. Por la importancia y por la relación con este tema, tocaré lo respectivo a los capítulos I y III. El capítulo I regula el homicidio mientras que el capítulo III habla respecto a las reglas comunes para los delitos de homicidio y lesiones, siendo importante para este punto el artículo 138 que establece las calificativas del homicidio, específicamente el establecido en la fracción II que habla de la traición. Para mayor claridad me permito transcribir la parte conducente de dicho artículo:
“Artículo 138.- El homicidio y las lesiones son calificadas cuando se comentan con: ventaja, traición, alevosía, retribución, por el medio empleado, saña, en estado de alteración voluntaria y odio.
II. Existe traición: Cuando el agente realiza el hecho quebrantando la confianza o seguridad que expresamente le había prometido al ofendido, o las mismas que en forma tácita debía éste esperar de aquél por las relaciones de confianza real y actual que existen entre ambos;
…”
Actualmente, y a raíz de la reforma publicada, se adicionó al Código Penal el artículo 148 Bis que a la letra dice:
Artículo 148 Bis.- Comete el delito de feminicidio quien, por razones de género, prive de la vida a  una mujer.
Existen razones de género cuando se presente cualquiera de los siguientes supuestos:
   I.            La víctima presente signos de violencia sexual de cualquier tipo;
 II.            A la víctima se le hayan infligido lesiones infamantes, degradantes o mutilaciones, previas o posteriores a la privación de la vida;
III.            Existan datos que establezcan que se han cometido amenazas, acoso, violencia o lesiones del sujeto activo en contra de la víctima;
IV.            El cuerpo de la víctima sea expuesto, depositado, arrojado en un lugar público; o
 V.            La víctima haya sido incomunicada, cualquier que sea el tiempo previo a su fallecimiento.
A quien cometa feminicidio se le impondrán de veinte a cincuenta años de prisión.
Si entre el activo y la víctima existió una relación sentimental, afectiva o de confianza; de parentesco, laboral, docente o cualquiera que implique subordinación o superioridad, y se acredita cualquiera de los supuestos establecidos en las fracciones anteriores, se impondrán de treinta a sesenta años de prisión.”
Llaman profundamente mi atención diversas circunstancias respecto a la manera en cómo se tipificó el delito de feminicidio. En primer lugar, si se habla de un homicidio en contra de una mujer, el mismo debería de haber sido regulado dentro del capítulo respectivo al homicidio, no como un tipo penal independiente.
Otra cuestión que llama profundamente mi atención es que, a pesar de las muertes violentas que han sufrido las mujeres en los últimos tiempos, la legislación publicada demuestra una evidente inequidad. Quiero hacer hincapié en el hecho que no estoy a favor que los homicidios en contra de las mujeres queden impunes, por el contrario, pugno por que sean resarcidos, sin embargo, no considero que la manera en que el gobierno está haciendo las cosas sea la correcta. Puntualizo:
Uno de los elementos fundamentales de la teoría de la ley es que ésta debe ser general, es decir, que se enuncie de manera tal que todo aquel que incurra en lo que se establece sea sancionado conforme a la misma señale, sin importar si quien desplegó la conducta es hombre o mujer. Como se desprende del artículo 148 Bis transcrito líneas arriba, la tipificación del feminicidio viola este principio fundamental.
Hay algo de mayor gravedad que la violación ya descrita, el estado de indefensión en que se puede dejar a los hombres. Hace varios años, dentro de las cuestiones inherentes a la violencia intrafamiliar, la víctimas eran prácticamente al 100% mujeres, si no es que eran el 100%. Con el transcurso de los años, con la llamada liberación femenina, el permitirle a la mujer ingresar a esferas que antes tenía prohibidas se le empieza a dar igualdad con respecto al hombre, pero esta igualdad también se gestó en la parte negativa. Los índices de alcoholismo en la mujer se han elevado al grado de estar ya a la par con el índice masculino. Lo mismo ocurrió en cuanto a la violencia familiar: si bien es cierto que en la cifra oficial, la mujer sigue siendo la víctima prácticamente total de esta violencia, también lo es que en la llamada cifra negra, las cosas cambian radicalmente. Estudios recientes han demostrado que hoy día también las mujeres son generadoras de violencia, la diferencia es que el hombre, por el machismo existente, no comparece a denunciar, porque hacerlo implicaría, además de sentir que su virilidad es nula, burlas de los funcionarios que reciban la denuncia.
Si comparamos la punibilidad para el feminicidio con la punibilidad que para el homicidio calificado establece el artículo 128 del Código Penal para el Distrito Federal, nos encontraremos en que es exactamente la misma, sin embargo se trata de dos delitos diferentes. Reitero, no estoy de acuerdo que se tipifique el delito de matar a una mujer por el hecho de ser mujer, por la violación que genera a los principios fundamentales de la ley. Contrario a esto, considero que se puede defender los derechos de las mujeres de manera igualmente eficiente si se genera una legislación que, de manera general, atienda este flagelo, tomando en consideración lo siguiente:
Ø  La punibilidad de 20 a 50 años es correcta, debido a que se entiende que el hombre es más fuerte (en cuanto a fuerza física) que la mujer, por lo que cualquier hombre que asesine a una mujer, lo estará haciendo a través de la ventaja, la cual es tipificada como una calificativa del homicidio.
Ø  Adicionar un artículo en el apartado relativo a las calificativas en las que se establezca, de manera general que, si entre el activo y la víctima, sea mujer u hombre, existió una relación sentimental, de pareja permanente, de matrimonio, concubinato, ascendencia o descendencia lateral consanguínea, sin limitación de grado, la pena será de 30 a 60 años de prisión. De esta manera, cuando se despliegue esta conducta en contra de una mujer, podrá ser castigada de conformidad con lo que la sociedad demanda, pero también se podrá castigar en caso de que la víctima sea un hombre.
 ¿Por qué considero que es inequitativa la reforma en comento? Es muy simple, y por ello analizaré lo que el legislador consideró como razones de género:
Ø  La víctima presente signos de violencia sexual de cualquier tipo. Debemos recordar que muchos cadáveres masculinos que han sido encontrados presentan signos de violencia sexual.
Ø  A la víctima se le hayan infligido lesiones infamantes, degradantes o mutilaciones, previas o posteriores a la privación de la vida. Existen, como de hecho vemos cotidianamente, cadáveres masculinos que presentas signos de tortura, como lo acontecido en Boca del Río, Veracruz.
Ø  Existan datos que establezcan que se han cometido amenazas, acoso, violencia o lesiones del sujeto activo en contra de la víctima. De igual manera, existen numerosos casos en que los hombres, previo a ser victimados, sufren este tipo de conductas, por lo que ya no se podría considerar como razón de género.
Ø  El cuerpo de la víctima sea expuesto, depositado o arrojado en lugar público. Recordemos el caso del hombre victimado hace algunas semanas, cuyo cuerpo, decapitado, fue encontrado en vía pública frente a las instalaciones de Televisa Santa Fe.
Ø  La víctima haya sido incomunicada, cualquiera que sea el tiempo previo a su fallecimiento. Es evidente que muchos hombres que aparecen posteriormente muertos se encontraron comunicados previo a su muerte.
Como se puede observar, lo que el legislador estableció como razones de género, no siempre lo son, en virtud de que muchos hombres que han sido víctimas del homicidio también presentan estas huellas.
Otro punto en que podemos ver la inequidad es en la separación en transporte público entre mujeres y hombres. Estoy totalmente de acuerdo que estos medios de transporte son un semillero bastante ávido para cosechar delitos como el abuso sexual, peros considero que si se quiere evitar este tipo de conductas, la separación entre hombres y mujeres no elimina el problema de raíz. Sería mejor aplicar las sanciones establecidas de manera efectiva, contando para ello con cámaras de videovigilancia dentro de los vagones, interconectadas en tiempo real a las autoridades correspondientes.  Continuar con el status quo de las cosas, me hace recordar aquellas épocas cuando, en el sistema de transporte público de Estados Unidos, éste se encontraba dividido en 2: una sección exclusivamente para blancos y otra para afroamericanos. No lleguemos a eso.
El punto medular de esta publicación es que no se puede, o mejor dicho, no se debe impedir la comisión de delitos a través de la legalización de conductas eminentemente antijurídicas como es la discriminación, que es lo que, desgraciadamente, estamos pasando en nuestro país. Estamos a tiempo de corregir estas conductas antes de llegar al extremo en que se encuentra, hoy por hoy, la República de Sudáfrica.
Uno de mis grandes proyectos, de mis grandes sueños, es ver como nuestro País se convierte en punta de lanza en la defensa de los derechos humanos en general. Condeno los ataques cometidos en contra de mujeres, considero que los hombres que los llevan a cabo no merecen ser llamados hombres, sin embargo, estoy consciente que también la equidad debe prevalecer. No se debe juzgar una conducta por si somos hombres o mujeres, sino por el hecho de ser seres humanos. Para que sean juzgadas por el simple hecho de vulnerar la vida humana, de marcarla o de arrebatarla sin derecho.
Quiero terminar estas líneas con un fragmento de uno de los discursos más famosos de Martin Luther King:
“Tengo un sueño, que un día mis 4 pequeños hijos puedan vivir en un país donde no sean juzgados por el color de su piel, sino por el contenido de su alma.”

Benjamín Muñiz Alvarez Del Castillo
Twitter: @Benjamin_Muniz