A raíz de la declaración de guerra realizada por el titular de Ejecutivo Federal en contra del crimen organizado, en general, y en particular de los cárteles del narcotráfico, nos hemos convertido en testigos de niveles de violencia incontenibles. Los homicidios y secuestros, entre otros tantos delitos, reportan un incremento en su incidencia, un incremento que parece no podrá frenarse, mucho menos revertirse.
La ferocidad con la que los grupos dedicados al narcotráfico se pelean el control de las plazas han generado la pérdida de miles de vida, muchas de ellas niños y personas inocentes, personas que no tenían absolutamente ningún nexo con el trasiego de drogas, y cuyo único crimen fue estar en el lugar y momento equivocado. Ahora bien, gran parte de las victimas que esta ola de violencia ha dejado a su paso son personas inmiscuidas en actividades ilícitas. Claro está, el hecho que los integrantes del crimen organizado sean victimados de esa manera no tiene justificación alguna, ya sea que mueran a manos de grupos rivales o abatidos por elementos de las fuerzas armadas.
Sobre este punto, cabe mencionar que no estoy de acuerdo con la manera en que muchas veces se han conducido las fuerzas armadas, acribillando a los capos sin mediar un juicio previo, haciendo uso de lo que el jurista alemán Gunther Jakobs denominó como el derecho penal del enemigo. Si bien es cierto que los narcotraficantes han generado un daño de proporciones titánicas, también lo es que son ciudadanos mexicanos, que tienen el derecho constitucional de ser sometidos a un juicio, sin embargo, estoy consciente que la prisión no es la solución para esta circunstancia. En una publicación posterior tocare el tema del Sistema Penitenciario.
La guerra contra el narcotráfico emprendida por el Presidente Felipe Calderón no se inició con una estrategia definida y clara que permitiera obtener la victoria en el mínimo tiempo posible, por el contrario, los cambios que se han venido generando sobre la marcha demuestran que se emprendió esta labor sin la preparación adecuada. El mismo Presidente Calderón, sin aceptarlo directamente, ha dejado ver que se lanzó sin tener la preparación y estrategia necesarias.
Esta falta de estrategia y de elementos que garanticen la victoria del Gobierno ha traído como consecuencia muchos resultados adversos que se agrupan en uno solo: la elevación dramática de los índices delictivos, por lo que, consecuentemente, la calidad de vida de los mexicanos se ha visto mermada considerablemente.
Según los gráficos presentados en la XXX Sesión Ordinaria del Consejo Nacional de Seguridad Pública celebrada el pasado 30 de Junio en el Campo Militar Marte obtenidas de la página de Internet del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, el promedio nacional del delito de homicidio es de 17.9, siendo que Chihuahua presenta un índice respecto a este delito de 111.7, Sinaloa 81.7, Nuevo León 76.3, mientras que el Distrito Federal se ubica en 21ª posición con 9.2 (la gráfica se puede encontrar en http://www.secretariadoejecutivo.gob.mx/es/SecretariadoEjecutivo/Delitos_del_Fuero_Comun_de_mayor_impacto__Graficos_presentados_en_la_XXX_Sesion_del_CNSP). Resulta evidente que tan altos índices para el delito de homicidio se deben a la lucha contra el narcotráfico, demostrándose esto en el hecho que los primeros lugares de incidencia (Chihuahua, Sinaloa y Nuevo León) son los más golpeados por los cárteles del narcotráfico.
Ante este panorama, no ha faltado quien asegure que la estrategia del Presidente Calderón no es la adecuada. Javier Sicilia se lo disparó en la cara durante los Diálogos por la Paz en el Castillo de Chapultepec. Quien esto escribe comparte la idea que la estrategia es por demás incompleta, sin embargo, gran parte de la población de México cree que esta lucha debe continuar. El motivo es simple, dar marcha atrás a estas alturas solamente implicaría una estrepitosa derrota.
Ante este panorama, llaman sobremanera mi atención las manifestaciones vertidas por el Presidente del Cambio. El Sr. Vicente Fox Quezada ha declarado, por lo menos en tres ocasiones, que lo que el Gobierno Federal debe hacer es sentarse a negociar con el narcotráfico, establecer reglas mínimas para evitar la violencia y, para concluir con los problemas, expedir una Ley de Amnistía tal como lo hizo, en su momento, Carlos Salinas de Gortari a favor del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional. A últimas fechas, el ex presidente Fox llegó al absurdo de, con el afán de defender su idea de otorgar amnistía, citar a Jesucristo diciendo que Él perdonó a los ladrones. ¡Vaya estupidez!
Si bien es cierto que el EZLN es un grupo guerrillero insurgente que tenía como objetivo la instauración del régimen socialista en nuestro país, también lo es que el número de muertes generados con motivo del levantamiento de este grupo guerrillero no se acerca en lo más mínimo al número de muertes que se han gestado con motivo de la violencia de los grupos del narcotráfico. Aunado a lo anterior, el EZLN tenía un propósito que ellos consideraban válido, creían, como muchos ciudadanos, que el sistema de gobierno en México no era el adecuado y buscaban un cambio estructural (no es justificable, pero al menos tenían un motivo legítimo), mientras que los grandes capos tienen como único fin enriquecerse a expensas de la salud de otros, traficando sustancias extremadamente dañinas para el organismo humano y que generan una adicción de la cual es sumamente difícil salir.
Utilizando el otro ejemplo al que hizo mención el guanajuatense Fox, aquellos ladrones a los que Jesucristo perdonó, tampoco eran responsables de tanto derramamiento de sangre. Aunado a esto, el perdón que, en dado caso Cristo les otorgó, fue un perdón más allá de lo terrenal, un perdón que se refería a la vida eterna. Los ladrones, como se recuerda, perecieron también crucificados, es decir, la condena decretada por el Estado en su contra fue puntualmente ejecutada. Lo que pasó después de esa muerte y si ellos recibieron o no la vida eterna es un asunto que nada tiene que ver con la obligación de un país de imponer sus leyes y buscar mantener el bien común con un estricto apego a derecho. Es decir, señor ex presidente Fox, lo que usted dijo no es más que una aberración.
A raíz de la primera declaración del primer Presidente emanado del PAN, el periodista Carlos Loret de Mola realizó una entrevista al Presidente Felipe Calderón. En dicha conversación, de la cual da cuenta Ciro Gómez Leyva en su columna “La Historia en Breve” del 30 del pasado agosto, bajo el título “Fox, lo que dices es una estupidez” (http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9017554), el Presidente de la República, con toda contundencia, manifestó “No sé cuáles sean las ideas y los fundamentos de eso. Creo que para amnistía y tregua con los criminales ya tuvimos demasiados años y ahorita estamos pagando las consecuencias de haberlos dejado crecer por todo el país.” No puedo sino decir que estoy totalmente de acuerdo con esa afirmación.
Si tomamos como cierto el resultado de la investigación de Anabel Hernández, plasmado en su libro “Los Señores del Narco”, el narcotráfico es un problema añejísimo dentro de la historia de nuestro país, sin embargo, durante varias administraciones presidenciales, este ilícito fue, de hecho, controlado por los Presidentes. Ellos les decían a los grupos de traficantes donde operar y muchas otras cosas más, además de que se les obligaba a pagar una especie de impuesto (no digo que esto haya estado bien, pero por lo menos el Gobierno controlaba el problema). Este esquema se presentó hasta el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado quien, de manera poco inteligente y sin pensar las consecuencias que sus decisiones podrían llegar a tener, cedió el control total a los grupos del narcotráfico. Fue ahí cuando se empezaron a ver las violentas ejecuciones, al grado que, pocos años después de esta entrega, el gobierno era un cliente más del narcotráfico, quien imponía sus reglas y sus condiciones. Fue en este pasaje de nuestra historia donde México se comenzó a teñir de rojo. La muerte del Cardenal Juan José Posadas Ocampo es un claro ejemplo de esto. Si Monseñor estaba coludido o no con el narcotráfico es un tema que genera mucho debate, pero aun la versión oficial achaca esta muerte a un enfrentamiento entre dos grupos armados que se disputaban el control de la plaza. Si la administración de Miguel de la Madrid inició en 1982 y el Presidente Calderón declaró la guerra contra el narco en 2006, estamos hablando que durante 24 años la delincuencia organizada tuvo amnistía. Claro, el resultado lo pagamos los ciudadanos.
Otro comentario realizado por el Presidente Calderón durante la entrevista con Loret de Mola fue: “Imagínate que en este momento a los criminales que lanzaron la gasolina, de la manera más cobarde y ruin, les demos amnistía y los dejemos libres, ¿pues qué es eso?” Meditemos un poco en lo que sentirían las familias de todas las víctimas que han fenecido por conflictos relacionados con el crimen organizado si se expidiera una Ley de Amnistía que dejara en la impunidad total a estas personas, ¿qué sentiríamos nosotros? No vayamos más allá, si se decreta una Ley de Amnistía, nosotros, los que no hemos sufrido directamente pérdidas a manos de la guerra contra el narco, que vemos como el país se mancha de rojo por estas personas, seguramente nos sentiríamos defraudados, molestos, ¿cuánto peor no se sentirán los que sí han perdido seres amados?
Ciro Gómez Leyva termina su columna haciendo mención de lo que redactó Joaquín Villalobos, asesor de la PGR: “El narcotráfico es una amenaza estratégica. No se puede decir que algunos posibles acuerdos que existieron en el pasado entre mandos policiacos y delincuentes sean equivalentes a una negociación del Estado con los narcotraficantes de hoy. Además, resulta imposible que la autoridad de cualquier país realice acuerdos con delincuentes que rigen su comportamiento por los principios de violencia, crimen y muerte. La idea de negociar es una fantasía.”
Existen muchísimos motivos por los que no se debe negociar con el narcotráfico y mucho menos concederles amnistía. Cualquier persona que tuviera un grado mínimo de raciocinio lo podría ver. Estamos hablando aquí de Instituciones Democráticas del país, de la vida cotidiana de los ciudadanos, de sangre inocente. Todo esto ha sido dañado por la crueldad y violencia con la que se comportan los grupos dedicados al trasiego de drogas, ¿y todavía alguien se atreve a sugerir amnistía? Lo peor es que lo sugirió alguien que, en teoría, debería conocer a fondo el problema, alguien a quien, durante su administración, se le escapó Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera de un Penal de Máxima Seguridad, alguien que, durante 6 años controló, o por lo menos en teoría, el destino de nuestro país. Lo dice un ex Presidente. Viniendo de él, estas manifestaciones adquieren un matiz muy peculiar, viniendo de él, es un verdadero insulto a la ciudadanía. Las razones que encuentro para decir no a la amnistía son las siguientes, aunque Fox no las quiera ver:
Otorgar amnistía iría en contra de uno de los principios de la democracia: Nada ni nadie por encima de la Constitución. El otorgar impunidad a grupos de narcotraficantes que se han dedicado a atacar, una y otra vez, a las instituciones democráticas de nuestro país, instituciones que encuentran su base en nuestra Carta Magna, implicaría que éstos son más importantes que nuestra Ley Fundamental.
Otorgar amnistía implicaría que el Estado fue derrotado: Después de iniciar una guerra de tal magnitud en contra de un problema de seguridad nacional que requería atención urgente por las autoridades competentes, el único resultado debe ser terminar con el motivo de la lucha. Negociar para que termine sin una victoria total, implicaría una derrota de magnitudes titánicas.
Otorgar amnistía implicaría darle más poder a los narcotraficantes, implicaría entregarles el poder absoluto, estar por encima del gobierno, otorgarles el consentimiento para que actúen a sus anchas, sin que absolutamente nadie pueda reclamarles nada.
Otorgarles esta impunidad implicaría que la sangre que se ha derramado, sangre de personas inocentes, sangre de elementos de las fuerzas del orden, haya sido derramada en vano. El mejor tributo que se les podría otorgar a las víctimas sería una total victoria.
Por lo expuesto yo también opino que, tal como Gómez Leyva tituló su columna, Fox, lo que dices es una estupidez.
Benjamín Muñiz Alvarez Del Castillo
Twitter: @Benjamin_Muniz