miércoles, 6 de enero de 2016

Salvando Vidas

El pasado 15 de diciembre entró en vigor el Nuevo Reglamento de Tránsito del Distrito Federal, mismo que fue promulgado y publicado en la Gaceta Oficial del Distrito Federal el 17 de agosto de 2015. Este Reglamento está creado bajo la política de Visión Cero, misma que tiene como objetivo reducir a cero las muertes y lesiones generadas por hechos de tránsito y que nació en 1997 en Estocolmo, Suecia. A raíz de la implementación de este programa, Suecia tiene una tasa de mortalidad por hechos de tránsito menor a 1 persona por cada 100,000 habitantes, lo que está muy por debajo de las 1,000 muertes anuales que en promedio hay en la Ciudad de México por hechos de tránsito, lo que significa la primera causa de muerte en la población de entre 5 y 29 años de edad.
Pero, ¿por qué el Reglamento de Tránsito está sostenido en la Visión Cero? La respuesta es simple: se realizaron cambios normativos tendientes a salvar vidas. Desgraciadamente, la sociedad no ha querido entender lo que esto significa y ha atacado este ordenamiento jurídico.
La nueva normativa establece una reducción de velocidades máximas para quedar en 40 km/h en vías secundarias, 50 km/h en vías primarias y 80 km/h en vías de acceso controlado. La reducción de las velocidades máximas no responde a un capricho de la autoridad, por el contrario, se redujeron tomando en cuenta estudios internacionales en la materia, por ejemplo, un estudio elaborado por la Fundación AAA para la Seguridad Vial, con sede en Washington, D.C., Estados Unidos, mismo que es consultable en la liga www.aaafoundation.org/sites/default/files/2011PedestrianRiskVsSpeed.pdf establece que el riesgo de muerte de un peatón alcanza 10% cuando se presenta un impacto a 35 km/h, aumentado a 25% cuando el impacto ocurre a 50 km/h, 75% cuando ocurre a 80 km/h y 90% cuando ocurre a 90 km/h. Otro dato que llamó profundamente mi atención fue el publicado por la Universidad de Adelaide en Australia (http://indaily.com.au/opinion/2015/03/04/speed-even-tiny-changes-save-lives/) en donde se establece que en zonas urbanas, si se sobrepasa un límite de velocidad de 60 km/h se duplica el riesgo de un hecho de tránsito grave por cada 5 km/h de aumento.
Otro tema de gran importancia es la prohibición de utilizar equipos celulares mientras se conduce un vehículo. Si bien es cierto que esta prohibición ya se encontraba establecida en el Reglamento anterior, en este nuevo se incrementaron las multas a que se hará acreedor quien incumpla con esta prohibición. En este caso el motivo también es bastante simple. El hecho que una persona vaya hablando por teléfono mientras conduce hace que deje de prestar la atención debida a lo que está sucediendo en la vía, lo que se ve agravado cuando, en lugar de ir hablando, van mandando mensajes de texto. Esto es en verdad imperdonable. Voy a poner un ejemplo: por cuestiones de trabajo el día de ayer tuve que ir al Centro Histórico. Al llegar a la esquina cruce con la luz en verde y el conductor de una camioneta iba manejando, mientras enviaba mensajes y, además, echaba novia. Casi me atropella al estar a punto de pasarse el alto. ¿Qué hubiera pasado si hubiera ido solo y su pareja no le hubiera avisado que estaba el alto y que había peatones cruzando? ¿Me habría atropellado? ¿Cuántas historias como está no ocurren a diario? En promedio hay tres muertes diarias asociadas con hechos de tránsito. Por esto se requiere generar sanciones más severas para los que incumplen con la normatividad.
Hace algunos días platicaba con un amigo respecto al Reglamento de Tránsito y él me comentaba que, desde su perspectiva, las multas eran excesivas y que la reducción de velocidades máximas no tenían razón de ser. Le expuse mi punto de vista. Le comenté cuántos muertos ocurren al año por hechos de tránsito, le comente que la velocidad hace que aumenten los riesgos a lo que él respondió que lo entendía pero tenía dos objeciones: 1) no hay peatones en Periférico y 2) aún así consideraba que las multas eran elevadas. Respecto a la falta de peatones en Periférico, efectivamente, no hay peatones cruzando dicha avenida de acceso controlado, pero debemos tener en cuenta que la reducción en límites de velocidad no solamente tienen como meta salvar vidas de peatones y ciclistas, sino también de los conductores de vehículos motorizados. Si uno viaja a más de 100 km/h en Periférico, y comete un error al volante o por cualquier motivo pierde el control de vehículo y choca, las posibilidades de que muera son altísimas. Historias que avalan esto, desgraciadamente, sobran.
Respecto al monto de las multas, seamos un poco fríos: $1,200.00 pesos aproximadamente por conducir y usar un celular al mismo tiempo puede parecer mucho dinero, pero, ¿qué pasa si mientras se viola este precepto, el conductor atropella a un peatón y éste muere o queda incapacitado de por vida? ¿Qué pasaría con la familia de la víctima? O supongamos que no atropella a nadie pero por ir distraído choca y muere o queda incapacitado, ¿habría diferencia? Una vida humana vale muchísimo más que $1,200.00, vale tanto que no hay dinero que alcance para comprarla.
A parte, seamos francos, es la decisión de la propia ciudadanía si incurrimos o no en falta y, consecuentemente, si somos sujetos de una infracción o no. El Reglamento no establece que se multará al que respire. No piden imposibles. Las multas se pueden prevenir con un poco de voluntad de los conductores. Si el límite de velocidad en Periférico es de 80 km/h, de nosotros depende si lo respetamos o no. Si no lo respetamos y por ello nos infraccionan, entonces debemos ser responsables y aceptar las consecuencias de nuestros actos. Es tan simple como eso.
Otro tema que ha estado muy presente en la ciudadanía es la creencia que el Nuevo Reglamento generará más corrupción ya que, al ser mayores las multas, la mordida que el oficial de tránsito solicitaría sería mayor. Es más, en el espacio matutino de una estación de radio, al informar el engomado vehicular que no circula cada día, terminaban su anuncio con una frase tajante: “evita mordidas”. En verdad me da una lástima la poca altura de miras que tenemos y la capacidad de evadir nuestras responsabilidades y echarle la culpa a los demás. Con toda franqueza lo digo, como lo he hecho siempre: para que la corrupción exista se necesitan dos partes. Si un policía pide una mordida, del ciudadano depende si la da o no. Si un ciudadano ofrece una mordida para salir bien librado, dependerá del policía si la toma o no. No hay mas.
Quiero dejar muy claro mi punto de vista: contrario a lo que muchas personas, incluso legisladores, piensan, yo opino que el Nuevo Reglamento de Tránsito del Distrito Federal no tiene fines recaudatorios. Su objetivo es completamente diferente, es salvar vidas, es generar un marco normativo que permita reducir hechos de tránsito. Si pudiéramos analizar el costo real que tiene cada hecho de tránsito, los recursos que se gastan en la atención médica y/o los procedimientos jurídico administrativos respectivos, si viéramos cuanto dejan de generar y percibir las víctimas, los gastos que tiene que realizar la familia, nos daríamos que en verdad se pierden grandes fortunas, lo que pasa a segundo término si consideramos que también se pierden vidas humanas, que son invaluables. Por eso me cuesta tanto trabajo creer que existan hasta implementos pensados para evadir multas por exceso de velocidad. En verdad, como mexicanos debemos tener en mente que burlar una norma no nos hace mejores personas, por el contrario, nos deja en un estado de vulnerabilidad muy importante.
¿Qué las multas son altas? Si, lo son, pero recordemos que uno de los principales pilares de cualquier pena es precisamente ser ejemplar e inhibitoria, es decir, a través de las penas se busca que un ciudadano no quiera infringir un cuerpo normativo. Sobre este tema recomiendo la lectura de la obra “De los Delitos y las Penas” de Cesare Beccaria. Entendamos cuál es el verdadero espíritu de este Reglamento que tan criticado ha sido: es salvar vidas y eso solo se va a lograr si aceptamos que lo que sucede en las calles es una responsabilidad compartida entre el Gobierno y la ciudadanía. Mientras no aceptemos esta realidad, podremos tener el mejor programa del mundo, la mejor política pública, pero nunca podremos ver resultados reales.

Benjamín Muñiz Álvarez Del Castillo

Twitter: @Benjamin_Muniz

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