Este fin de semana terminé de
leer el libro "El País de Uno", escrito por la politóloga Denise Dresser. Confieso que encontré grandes ideas en sus páginas,
sin embargo, a reserva de realizar un análisis y opinión general del libro, considero pertinente tocar
hoy un tema específico de dicho libro, el contenido en el último capítulo titulado "Lo que podemos hacer".
En dicho capítulo la autora nos dice que el papel que debemos
cumplí
los mexicanos es, en primer término, despojarnos de aquel patriotismo falso que nos lleva a
conformarnos con el estado que actualmente guardan las cosas, que impide que se
realice un análisis profundo y que se haga una crítica sería y objetiva para lograr los tan necesarios
cambios.
En este punto en específico
me he percatado que los mexicanos somos muy radicales al momento de defender lo
que creemos lo que nos lleva, en algunos casos, a caer en un fanatismo cegador
que nos impide ver lo que se está haciendo
mal para poder emprender las medidas correctivas necesarias. Esto sucede tanto
con cuestiones de orden nacional como personal. Lo vemos desde los que fanáticamente defienden acciones gubernamentales como aquellos que
defienden, con el mismo fanatismo, una postura religiosa o, en algunos casos la
afiliación que pueda tener a tal o cual partido político. El cerrar los ojos a lo que se está haciendo mal conlleva una grave
consecuencia: los errores se institucionalizan y el crecimiento y la mejoría en el actuar se imposibilita. Tomemos mi caso como ejemplo: a los 18
años me afilié al Partido Acción Nacional por considerar que era el mejor
partido político de México, con el mejor proyecto de gobierno. Hoy, varios años después, sigo sosteniendo esto, sigo creyendo en mi
Partido, sin embargo no cierto mis ojos a las cosas que puedan estarse haciendo
mal, prefiero tenerlos abiertos, conocer los errores para poder corregirlos e
impulsar una mejoría en el Partido. Debemos de tener siempre en me
te que cualquier actividad u organización en la que el ser humano se encuentra presente es perfectible.
Busquemos esas mejorías.
Nos dice Denise Dresser que el patriotismo que este país requiere, y estoy completamente de acuerdo con ella, es el que alza
la voz, el que se percata de las fallas y exige que se resuelvan, el que exige
el cumplimiento de las promesas de campaña, el que exige que se cumplan las leyes en todos los órdenes, el que, desgraciadamente, México carece.
Uno de los principales problemas que enfrentamos los mexicanos, desde
mi perspectiva, es precisamente el que permanentemente damos por hecho las
cosas. No exigimos nada y cuando lo hacemos, no sabemos cómo hacerlo bien. Si hay algo con lo que estamos en desacuerdo
preferimos quedarnos callados porque damos por hecho que nada a puede hacer. Si
hay algo con lo que estamos de acuerdo pero sabemos que pudo ser mejor, no
hacemos nada porque damos por hecho que pudo ser peor. El dar por hecho, el
conformismo genera una muerte lenta con una agonía larga y dolorosa.
El domingo 19 de enero de este año hice un compromiso con una persona de suma importancia en mi vida.
Un compromiso cuyo cumplimiento sería,
además de todo, por demás placentero. Incluía una buena comida con una buena margarita. Di
por hecho las cosas. Di por hecho que ese compromiso se vería cumplido en el corto plazo. Pero la vida enseña a no dar por hecho nada: 3 días después esa persona fue internada en el hospital para
que, hace dos semanas exactamente, el 27 de enero, cerrara los ojos a este
mundo. ¿Qué hubiera
pasado si no hubiera dado por hecho las cosas? ¿Cómo hubiera sido aquel domingo si, en lugar de
acordar ir a comer en días posteriores, hubiera buscado alternativas y
soluciones para hacerlo ese día? La respuesta real la desconozco, solo puedo
hacer conjeturas, pero conociendo a mi Abuelita, hubiera sido un gran domingo
con una excelente compañía compartiendo un pescado y una margarita de
tamarindo, la favorita de mi Abuelita. Desgraciadamente esa comida jamás será
cumplida.
¿Qué
pasaría
si nosotros, como mexicanos, viviéramos
con el convencimiento que no tenemos la vida comprada? ¿Habría una diferencia real? Todos sabemos que la vida
es efímera, que nadie puede garantizar terminar el día, sobre todo en el mundo tan violento en el que vivimos, sin embargo,
pocos lo entendemos en toda su magnitud. Vuelvo a lo mismo, damos por hecho. Si
comprendiéramos que nuestras acciones pueden cambiar la
realidad de las cosas, ¿dejaríamos
que el tiempo transcurriera marcado por nuestra inactividad? Si comprendiéramos que en verdad podemos generar cambio, ¿la pasividad sería nuestra característica?
Vivimos en una sociedad que se queja mucho y actúa poco. La Reforma Hacendaria aprobada por el Congreso de la Unión generó
mucha molestia en los mexicanos. Los impuestos
que fueron aprobados redundan en un daño al patrimonio de miles de mexicanos. El reclamo fue generalizado,
pero no ha trascendido. El Partido Acción Nacional lanzó
una campaña para apoyar a los ciudadanos inconformes en la presentación de demandas de amparo. Los términos corren. Al final veremos cuántos de los muchos que se han quejado se acercan a promover su amparo.
Damos por hecho que las cosas no pueden cambiar.
¿Qué
podemos hacer para que las cosas en verdad
cambien? Definitivamente no hay una respuesta sencilla, pero creo que lo
primordial es dejar atrás ese conformismo, ese dar por hecho las cosas.
Dice el dicho: "todo tiene solución, menos la muerte". Entonces si todo tiene solución, ¿por qué damos por hecho que las cosas no pueden cambiar?
¿Qué
pasaría
si todos los ciudadanos que estamos inconformes con los nuevos impuestos
promoviéramos nuestras demandas de amparo a todo lo
largo y ancho del territorio nacional? ¿Qué
sería
de nuestro México sí nosotros, la sociedad civil verdaderamente presionáramos a las autoridades para que actúen a nuestro favor? El silencio y la pasividad de nosotros los
ciudadanos, entre otras muchas cosas, han impedido que este maravilloso país avance. Hasta qué
no nos convirtamos en una sociedad que impulse y
empujé
los cambios necesarios, podremos sentarnos a
esperar que éstos lleguen, sólo debemos recordar que el necio es aquel que hace lo mismo una y otra
vez con la esperanza de ovejero un resultado diferente.
Los retos que tenemos por delante se antojan de proporciones titánicas. Por lo mismo, las actividades que nosotros, ciudadanos
realmente patrióticos debemos emprender son épicas. ¿Estamos dispuestos a hacerlo?
Desde siempre me ha gustado la historia de nuestro país. Específicamente me declaro un amante del periodo
revolucionario, de la verdadera historia del periodo revolucionario, aquel
periodo que comenzó
con el anhelo del Apóstol de la Democracia de querer darles a los mexicanos lo que durante
el régimen de Don Porfirio no habían tenido, la facultad de elegir a su gobierno. El resultado todos lo
conocemos, Don Porfirio renunció a
la Presidencia y partió
a Francia. En su lugar, de acuerdo a los
ordenamientos legales vigentes en esa época, ocupó
la Primera Magistratura Francisco León de la Barra hasta que, mediante elecciones libres fue electo como
Presidente Don Francisco I. Madero. El triunfo duró poco. Los intereses mezquinos, nuevamente se hicieron presentes en el
desarrollo de los acontecimientos nacionales. Madero traicionado y asesinado.
Huerta, el traidor, declarado Presidente. De ahí hasta varios años después la sangre empañó
las sucesiones presidenciales. El más fuerte quitaba al débil.
Las consecuencias las seguimos pagando. Lo peor del caso es que no aprendimos.
Hoy día seguimos permitiendo que los intereses
particulares tengan mayor importancia que los intereses nacionales. Hasta que
no digamos "basta" México
seguirá
estancado en este torbellino que tan lesivo ha
resultado a los mexicanos. La inactividad ciudadana ha sido cómplice silencioso que ha impedido el desarrollo de México en todo el esplendor que merecemos.
Sin caer en pesimismo, veo con dolor como mi México está
atorado en el subdesarrollo, en la violencia sin
fin que ha generado miles de muertos y un estado rebasado por los grupos
criminales. La promesa de EPN de reducir a corto plazo la violencia de manera
sensible no se ha visto materializada, por el contrario, ésta se ha exacerbado de manera evidente. Ante esto me pregunto, ¿este es el país que le quiero dejar a mi hijo? La respuesta es
obvia: no. Entonces, ¿qué estoy
haciendo para cambiar la realidad de mi país? Esa es precisamente la pregunta que todos los mexicanos debemos
hacernos.
México es grande, muy grande. Hagamos valer esa
grandeza, luchemos por mejorar, luchemos por crecer, por hacer de este México un país mejor. Para esto quiero concluir con lo
plasmado por Denise Dresser en las últimas
palabras del epílogo del libro referido: "No creo que
seamos mejores que nadie. No acepto que nos consideremos inferiores a ninguno.
Somos de aquí. Venturosamente somos de México”.
Benjamín Muñiz Álvarez Del Castillo
Twitter: @Benjamin_Muniz
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