miércoles, 10 de octubre de 2018

Comunicación y poder


Mucho se ha hablado y escrito acerca de Hitler. Sin duda es uno de los personajes más estudiados de la historia. Muchos podrán condenarlo, algunos lo apoyarán argumentando que no todo fue malo, pero lo que es innegable es que, por mal encaminado que pudiera estar, el señor era un genio que supo aprovechar las oportunidades que se le presentaron en la Alemania después de la Gran Guerra.

Después de la conclusión de la Primera Guerra Mundial, Alemania se vio enfrentando sanciones muy severas por parte de la comunidad internacional, sanciones que afectaron profundamente su economía. Fue en este entorno en que Hitler se alzó en el poder pero sabía que, para cambiar las circunstancias, tenía que contar con el respaldo popular pero ¿cómo lograrlo? Buscó la unidad teutona apelando a su nacionalismo, para lo cual precisó utilizar todos los medios a su alcance, especialmente la comunicación.

A Hitler le importaba qué se decía y cómo se decía, así que en 1933 encomendó la titularidad del Ministerio para la Ilustración Pública y Propaganda a un experto en la oratoria: Joseph Goebbels. La misión de Goebbels era clara: controlar lo que se podía decir, qué debía vetarse y cómo se dirían las cosas, es decir, mantener un férreo control de la comunicación para generar en los alemanes ese fervor patriótico, por no decir patriotero, convenciéndolos que las sanciones que les fueron impuestos a través del Tratado de Versalles eran excesivas, llevándolos a la ruina. Levantarse en armas no era, entonces, un acto de guerra, sino de reivindicación. El resultado estuvo a punto de modificar drásticamente la geopolítica mundial.

Allá en el lejano 1748 en su tratado “El Espíritu de las Leyes” el filósofo y jurista francés Charles Louis de Secondat, señor de la Brède y Barón de Montesquieu estableció la política de los pesos y contrapesos generando la división del poder público en ejecutivo, legislativo y judicial. A mediados del siglo XIX el escritor y filósofo escocés Thomas Carlyle popularizó el término “Cuarto Poder”, término que le atribuyó al político anglo-irlandés Edmund Burke, quien pronunció ese término en el debate de apertura de la Cámara de los Comunes del Reino Unido en 1787 pero ¿qué es el Cuarto Poder? La respuesta es sencilla. Se designa Cuarto Poder a la prensa por la importante influencia que tienen los medios de comunicación en la opinión pública. Incluso hay quienes consideran que la prensa no refleja la opinión pública, sino que la crea. Quien controla el Cuarto Poder normalmente controlo los otros tres y, por ende, buscan controlar todo. Hitler y Goebbels sabían eso y lo utilizaron a su favor.

El 22 de agosto de 2018, argumentando medidas de austeridad, el Presidente Electo de los Estados Unidos Mexicanos anunció que centralizará la comunicación social de todo el gobierno federal en la Presidencia de la República, señalando que las oficinas de prensa de las dependencias federales se reducirán al mínimo o desaparecerán. Además anunció la designación de Jesús Ramírez Cuevas, a quien conoció gracias a Carlos Monsiváis, como su Coordinador de Comunicación Social. Ante este panorama se nos presenta una interrogante: ¿apelar a la austeridad demuestra el verdadero motivo de esta medida o realmente se trata de un intento por controlar la información?

A lo largo de su vida pública AMLO ha demostrado ser intolerante ante las opiniones que le son adversas, intentando vetar a quien las emite. Un ejemplo claro de ello se presentó durante su gestión como Jefe de Gobierno del Distrito Federal donde buscó excluir del espectro informativo al periodista Pedro Ferriz de Con.

En una entrada de fecha 24 de mayo de 2018 en este mismo espacio (visible en http://pormejoresmexicanos.blogspot.com/2018/05/por-que-no-votare-por-andres-manuel.html) enlisté los motivos por los que tomé la decisión de no votar por Andrés Manuel siendo uno de ellos, precisamente, su totalitarismo. Nada bueno puede esperarse de la mezcla de conductas antidemocráticas y totalitarias con el control de la comunicación social. También hice referencia a que, por endeble que pueda ser nuestro Estado Democrático de Derecho, no creía que AMLO nos pudiera convertir en una Venezuela. Con decisiones como esta, honestamente me pongo a dudar. Solo espero no haberme equivocado respecto a esa creencia. Solo el tiempo dirá.



Twitter: @Benjamín_Muniz