El pasado martes
22 de septiembre se conmemoró el Día Mundial Sin Automóvil (DMSA). El DMSA,
como su propio nombre lo dice, es una estrategia para desincentivar el uso del
automóvil debido a que su uso a gran escala está produciendo efectos nocivos en
el medio ambiente. Para muestra un botón: de acuerdo a un reportaje publicado
el día de hoy en el periodico Unomásuno solamente en el municipio de Nacualpán
de Juárez, Estado de México, se producen al año 1.78 millones de toneladas de
dióxido de carbono, uno de los principales causantes del efecto invernadero y,
consecuentemente, del calentamiento global. Cabe mencionar que los automóviles
producen el 18% de los gases de efecto invernadero a nivel mundial y que si no
se comienza a actuar ya en acciones de mitigación, en el presente siglo habrá
pérdidas de alrededor del 6% del PIB de México.
Otro tema de gran
importancia para concientizar acerca del uso racional del vehículo automotor:
su uso indiscriminado es considerado un tema de salud pública. El motivo es muy
simple. De acuerdo con cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en
México se registraron 14,734 muertes relacionadas con la mala calidad del aire
solamente en 2012. Si esto no resulta tan alarmante, se estima que solamente en
la Ciudad de México la contaminación local causa alrededor de 4,000 muertes
prematuras y 2.5 millones de días de trabajo perdidos al año. Como podemos ver,
no es un tema menor. Además, debemos recordar que los hechos de tránsito son la
principal causa de muerte de jóvenes y niños en las ciudades.
Resulta claro que
muchas personas prefieren transportarse en su automóvil argumentando que el
sistema de transporte público en nuestra ciudad es deficiente. Estoy de acuerdo
que falta mucho por hacer, sin embargo, de conformidad con la Ley de Movilidad
del Distrito Federal, resulta obligatorio transitar hacia un Sistema Integrado
de Transporte que resulte más benéfico para los usuarios, garantizando mayor
calidad en los transportes, menor tiempo y menos gasto de recursos. Tengamos en
mente que las personas de menores ingresos invierten hasta aproximadamente 43%
de su ingreso en transporte.
Si utilizamos
estadísticas, resulta claro que también podemos desmentir la idea que el
automóvil es más rápido que el transporte público: en la década de 1980 los
automóviles circulaban a una velocidad promedio de 33 km/h, hoy con trabajo
llegamos a los 13km/h.
El
congestionamiento víal es generado por el uso indiscriminado del automóvil.
Mientras que el transporte público masivo puede llevar a un gran número de
personas, el automóvil, en promedio transporta 1.4 personas al día. Según el
Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), en 2012 se
registraron 4.3 millones de automóviles, a los que se suman otros 250,000 al
año. Esto convierte al Distrito Federal en la metrópolis con el mayor número de
vehículos a nivel mundial, superando incluso a Nueva York y Tokio. Esto resulta
todavía más grave si tenemos en cuenta que el 80% de los capitalinos utilizamos
el transporte público, rubro que solamente recibe el 24% del presupuesto para
su ampliación y mejoramiento, mientras que el 76% restante se aplica en las
vialidades para autos. Si ese 76% hubiera tenido éxito no tendría ningún
problema, pero en algunas zonas de la ciudad el tránsito vehicular ha aumentado
en un 34%, lo que redunda en una pérdida de 3.3 millones de horas-hombre al
día. Tan solo en la Zona Metropolitana del Valle de México se ha prácticamente triplicado
el uso del automovil al pasar de 30 millones de kilómetros recorridos en 1990 a
84 millones en 2013.
Es urgente en
nuestra Ciudad incentivar la movilidad a través del transporte público
colectivo y a través de medios no motorizados, como la bicicleta. Debemos de
tener en cuenta que si dejamos de utilizar el automóvil y comenzamos a utilizar
mayoritariamente el transporte público podremos comenzar a revertir los montos
designados presupuestalmente a cada uno de dichos rubros.
Hablar de
movilidad no es un tema sencillo. Es evidente que se requiere una gran acción
por parte de las autoridades gubernamentales, pero también es necesario que
nosotros como ciudadanos también hagamos lo que nos corresponde. Si no es
necesario utilizar el automóvil, caminemos, si necesitamos abordar un
transporte público, hagámoslo de manera ordenada. Perdemos demasiado tiempo en
el automóvil. Honestamente no quiero llegar al punto en que digamos que la vida
es lo que ocurre mientrás estamos en el coche. En verdad es necesario que
tengamos en mente las consecuencias tan nocivas del uso indiscriminado del
automóvil y lo utilicemos de manera más moderada. El DMSA debe llevarnos a
refleccionar qué ciudad queremos y qué vamos a hacer nosotros para llegar a esa
meta.
Voy a terminar
con unas palabras del Senador Javier Corral Jurado:
“Este
es un asunto de derechos humanos y de darle una justa dimensión a las
diferentes formas de movimiento. En otras palabras, es necesario garantizar con
equidad los derechos de los peatones, de los ciclistas, de los usuarios del
transporte colectivo y de los automovilistas, siempre teniendo en cuenta las
diferencias y exigencias de movilidad que cada uno presenta. La jerarquización
o rejerarquización de los medios de trasnporte debe tener como objetivo
alcanzar una armonía que mejore no solo la calidad de vida, sino también las
posibilidades de movilidad de todos los individuos, así como la mejora del
medio ambiente, el tránsito y la ocupación real de espacios”.
Benjamín Muñiz Álvarez Del Castillo
Twitter: @Benjamin_Muniz